Putin y Erdogan acuerdan un alto el fuego en Siria
El presidente ruso y su homólogo turco firman un memorándum en Moscú que establece una tregua en Idlib
Rusia y Turquía han acordado este jueves un alto el fuego para rebajar la peligrosa escalada en la región siria de Idlib, donde las fuerzas del presidente sirio Bachar el Asad, apoyadas por Moscú, y las turcas se enfrentan por el control de la zona, último bastión de los rebeldes y grupos salafistas. El presidente ruso, Vladímir Putin, y su homólogo turco, Recep Tayip Erdogan, que apoyan a partes enfrentadas en el conflicto, se han reunido en Moscú para tratar de poner fin a las hostilidades en el noroeste de Siria, que amenazaban con enfrentar de manera directa a los dos países y que han derivado en una grave crisis humanitaria, con miles de refugiados que tratan de llegar a suelo europeo desde territorio turco y cerca de un millón hacinándose en el lado sirio de la frontera con Turquía.
Putin y Erdogan han firmado un memorándum en Moscú que establece una tregua a partir de esta medianoche, un corredor humanitario de seis kilómetros de ancho al norte y seis kilómetros al sur de la autopista M4, para que los desplazados puedan volver a la zona y moverse; también patrullas conjuntas en esa estratégica vía de comunicación, que une las ciudades de Alepo con Latakia, ambas en manos del régimen de El Asad y que ha estado bloqueada durante años debido a los combates. Estos destacamentos de guardias comunes empezarán a funcionar a partir del 15 de marzo desde el asentamiento de Trumb hasta el asentamiento de Ain al-Jabr, según el documento.
El alto el fuego acordado, sin embargo, parece frágil. Ankara, enfatizó Erdogan, se reserva el derecho a represalias en caso de un ataque de las fuerzas de Bachar el Asad. “En este proceso, Turquía tiene el derecho de responder por sí sola a todo tipo de ataques. Estamos preparados para tomar todas las acciones necesarias, pero no queremos empeorar la crisis humanitaria”, declaró el líder turco en el Kremlin, que prometió a Putin estar en contacto continuo con Moscú —“nuestro querido amigo”, dijo— para evitar una nueva escalada. “No permitiremos que las fuerzas del régimen perjudiquen nuestras relaciones con Rusia”, recalcó Erdogan. El último alto el fuego se rubricó el pasado 8 de enero y no se respetó.
"Esperamos que estos acuerdos sirvan como una buena base para poner fin a las hostilidades en la zona de desescalada de Idlib, detener el sufrimiento de la población civil y la extensión de la crisis humanitaria”, ha dicho Putin con gesto serio en una comparecencia junto a Erdogan después de casi seis horas de conversaciones.
La ofensiva siria respaldada por sus aliados rusos para recuperar el control sobre la conflictiva región de Idlib, último bastión de los rebeldes —entre los que predominan los milicianos de corte salafista— a los que tanto Moscú como Damasco consideran terroristas, provocó el envío de miles de efectivos por parte de Turquía. El Gobierno de Erdogan, que también aspira al control del enclave en el que residen más de tres millones de civiles –muchos de ellos desplazados desde otras regiones sirias— para controlar los flujos migratorios hacia sus fronteras, asegura que dejar en manos de las fuerzas de El Asad la zona derivaría en “una limpieza étnica”.
Mientras, los enfrentamientos en el suelo y en el aire han provocado docenas de muertos tanto en las filas turcas como en las fuerzas de El Asad. Y los combates han empujado a casi un millón de civiles sirios hacia Turquía, que respondió abriendo las fronteras hacia Europa para presionar a Occidente a que le apoye.
Ni Rusia ni Turquía quieren una guerra abierta, pero las relaciones entre ambos países se han agriado en el último mes. Desde que Putin y Erdogan inauguraran a principios de año un gasoducto en buena sintonía, las tensiones diplomáticas se han disparado debido al conflicto sirio. Ambas partes se acusan de incumplir los acuerdos firmados en 2018 en Sochi, que preveían un alto el fuego y establecían puntos de observación de los principales patrocinadores de los bandos en liza (Rusia, Irán y Turquía) en la línea de frente.
Y Putin ya ha enviado a Erdogan una señal esta semana de hasta dónde es capaz de llegar para apoyar al régimen de El Asad. El líder ruso ha apurado hasta que la situación en Idlib también puede volverse tóxica para Moscú y la relación con Erdogan quedar tocada. Para Putin, apunta el analista militar Alexánder Goltz, el líder turco es una pieza valiosa. Y no tanto por los acuerdos comerciales que comparten sino porque al Kremlin le interesa “intensificar con esa relación las contradicciones dentro de la OTAN, de la que Turquía es miembro”. El año pasado, Turquía se convirtió en el primer país de la OTAN en recibir sofisticados sistemas de misiles de defensa aérea rusos, algo que enfureció a EE UU. Además, Moscú necesita a Ankara porque las rutas de suministro de sus fuerzas en Siria atraviesan el estrecho turco.
Aun así, el Kremlin ha demostrado que la alianza con el régimen sirio prevalece. En los últimos días, después de que fuerzas turcas derribaran varios aviones sirios, Rusia advirtió a Turquía de que no podía garantizar que sus aeronaves estuvieran seguras si entraban en espacio aéreo sirio. Para más muestra, poco después de la comparecencia de los dos líderes en Moscú, el canal estatal Rusia 24 emitía una entrevista grabada con Bachar el Asad en la que recalcaba que la presencia de Rusia en Siria está destinada “no solo a combatir a los terroristas” sino también a un “equilibrio en el escenario mundial”.
Justo antes de sentarse con Erdogan, Putin discutió la situación en Idlib con el jefe del Consejo Europeo, Charles Michel, quien se reunió con el presidente turco en Ankara el miércoles. El Kremlin dijo que Michel informó a Putin sobre los esfuerzos de la UE para bloquear el flujo de migrantes. La UE acusa a Turquía de desencadenar una "presión migratoria con fines políticos".
Este jueves, tras la cita con Putin, fuentes del Gobierno turco recalcaron que el acuerdo “no supone un cambio” en la política respecto a su frontera con la UE, donde ha abierto las puertas a los migrantes que quieran abandonar territorio turco. Para que haya un cambio en este sentido, Turquía insta a la Unión Europea y a EE UU a cooperar en la solución del drama humanitario en Siria y a llevar a cabo medidas “de construcción de confianza”, por ejemplo el despliegue de más baterías de defensa antimisiles —como los Patriot que ya mantiene España en la ciudad turca de Adana—y un mayor intercambio de información de inteligencia, informa Andrés Mourenza.
El memorándum firmado en Moscú que busca aligerar la tensión en Idlib llega la misma semana que una investigación de la ONU sobre Siria acusase a Rusia de involucrarse directamente en crímenes de guerra con bombardeos indiscriminados de áreas civiles. El último informe de la Comisión Internacional de Investigación Independiente sobre Siria se centra en los eventos ocurridos desde julio de 2019 a enero de este año y en particular en los ataques de “fuerzas progubernamentales” contra objetivos civiles como instalaciones médicas, que han expulsado a 700.000 civiles de sus hogares. Rusia lo ha negado.
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