Los manifestantes en Hong Kong mantienen el pulso con la convocatoria de otra protesta para este domingo
El Legislativo vuelve a aplazar la sesión para tramitar el polémico proyecto de ley de extradición
Una treintena de personas, muchos con la cara cubierta por una mascarilla, levantan en completo silencio carteles improvisados: “No disparéis contra los ciudadanos y estudiantes de Hong Kong”, “Vergüenza de policía”. Frente a ellos, los agentes antidisturbios que bloquean este paso elevado les miran con fiereza. Son del mismo cuerpo que 24 horas antes, en las calles de alrededor, emplearon gases lacrimógenos, porras y balas de goma para disolver a decenas de miles de jóvenes estudiantes que exigían la retirada del odiado proyecto de ley de extradición. Lee Wing Pang no puede evitar deshacerse en lágrimas. “Nunca pensé que nuestra policía pudiera llegar a tratar con esa violencia a sus propios ciudadanos”, solloza este comerciante.
Hong Kong trataba este jueves de recuperar el aliento tras la conmoción vivida el miércoles, cuando al menos 81 personas quedaron heridas y 11 arrestadas en la caótica disolución de las sentadas. En la calle de acceso a la sede del Legislativo autónomo, aún bloqueada al público, se acumulaban paraguas rotos, botellas de agua, gafas de buceo, prendas perdidas, testimonio de la dispersión precipitada. El centro comercial donde se refugiaron muchos de los estudiantes para huir de los gases lacrimógenos permanecía cerrado. Unidades de policía se veían por doquier.
La decisión del Legislativo de suspender sus sesiones durante dos días y aplazar así la tramitación del proyecto de ley ha dado un respiro al pulso agónico entre el Gobierno autónomo y la ciudadanía que exige que se archive esa medida, que por primera vez permitiría extraditar sospechosos a China. Pero es solo una tregua temporal: para el domingo, la organización Civil Human Rights Front (Frente Civil de Derechos Humanos) ha convocado una nueva manifestación masiva, similar a la que el domingo pasado atrajo a 1,03 millones de personas. También han convocado una huelga en toda la ciudad para el lunes.
“Tenemos que acudir unidos. Llamamos a todos los manifestantes. Podemos ganar si acudimos todos”, instaba el político y activista Lee Cheuk-yan. "Lucharemos hasta el final con la gente de Hong Kong", sostenía por su parte Jimmy Sham, del Frente Civil de Derechos Humanos.
Esta vez, los ánimos están mucho más caldeados que hace una semana. La fuerza con la que se empleó la policía este miércoles ha suscitado la fuerte repulsa de una ciudadanía poco acostumbrada a ese tipo de respuesta. Según ha confirmado el jefe de ese cuerpo, Stephen Lo, en esa jornada sus agentes dispararon 150 rondas de gases lacrimógenos —el doble que en los tres meses de sentadas prodemocracia hace cinco años, durante el “Movimiento de los Paraguas”—, balas de goma y una veintena de pelotas rellenas de plomo.
“Voy a participar en todas las movilizaciones posibles, fin de semana o día laborable. Voy a hacer todo lo que pueda para apoyar a Hong Kong”, afirmaba Lee, mientras se secaba las lágrimas. “Estoy realmente furioso. Lo de este miércoles me ha cambiado por completo la percepción. Nunca imaginamos que la policía podría atacar a la gente de esta manera”.
“La policía ha aprovechado los actos violentos de una pequeña minoría como pretexto para hacer un uso excesivo de la fuerza contra la vasta mayoría de manifestantes pacíficos”, declaraba el director de Amnistía Internacional para Hong Kong, Man Kei Tam. En protesta porque al menos un periodista se encontrara entre los heridos graves, los reporteros que acudieron a cubrir la rueda de prensa se presentaron con casco y equipo protector.
Era uno de los pequeños actos de desafío ciudadano que, pese a la tensa calma, se continúan produciendo en la ciudad. Además de la protesta silenciosa en el paso elevado, decenas de jóvenes, vestidos en su mayoría con camisetas blancas o negras, permanecían este jueves en los jardines en torno al Legislativo, pese a la lluvia que intermitentemente caía sobre la isla. Un puñado de huelguistas de hambre —escritores, académicos y artistas— mantenían una vigilia en las escaleras de acceso a la institución.
“Pedimos que se retire el proyecto de ley y se mantengan más consultas. Abrir un verdadero diálogo entre el Gobierno y los ciudadanos sería un buen primer paso, la única manera de resolver esto de manera pacífica”, apunta el profesor Yau Wai Ping, de la Universidad Baptista de Hong Kong y uno de los participantes en la huelga de hambre. “Esta ley amenaza el estilo de vida de esta ciudad, nuestra libertad de asociación, de expresión, la separación de poderes que para nosotros es algo muy querido”.
La polémica propuesta autoriza que, por primera vez y estudiándolo caso por caso, Hong Kong pueda extraditar a sospechosos a países con los que no mantiene un acuerdo en este sentido, entre ellos China. Los críticos de la ley opinan que servirá para diluir las libertades que Pekín garantizó a este territorio durante 50 años en 1997, cuando el Reino Unido devolvió la excolonia, y temen que se utilice como herramienta de represalia política. También aluden a la falta de garantías en el sistema judicial chino.
Pekín, que apoya rotundamente el proyecto de ley, arremetió este jueves contra los jóvenes manifestantes: “no se trató de una concentración pública, sino de disturbios organizados”, señaló el portavoz del Ministerio de Exteriores, Geng Shuang.
Para tratar de esquivar posibles detenciones —muchos de los responsables de las movilizaciones estudiantiles de hace cinco años han acabado cumpliendo penas de cárcel—, la mayoría de los jóvenes manifestantes cubre sus caras con mascarillas, y optan por comunicarse entre sí a través de servicios de mensajería encriptada. Uno de los más utilizados por los estudiantes, Telegram, denunció que el miércoles sufrió un “potente ataque” procedente de China para inutilizar sus comunicaciones.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.