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Salvini convierte las europeas en un plebiscito para imponerse a Cinco Estrellas

El resultado de las elecciones europeas marcará en Italia el futuro del gobierno, donde el líder de la Liga exigirá adquirir más peso o iniciar una aventura por su cuenta

Daniel Verdú

Un año después de formar Gobierno, el Movimiento 5 Estrellas y la Liga han convertido las elecciones europeas en un plebiscito sobre el poder real que tiene cada uno en Italia. Una suerte de segunda vuelta que determinará hasta dónde puede llevar cada uno su envite. Las costuras del acuerdo alcanzado hace 12 meses están a punto de reventar, y el ministro del Interior, Matteo Salvini, nuevo líder de la ultraderecha europea, muy destacado en todos los sondeos, utilizará el resultado del domingo para tomar la decisión final: asaltar el poder desde dentro de la coalición o romper la alianza y forzar un adelanto electoral.

Matteo Salvini se dirige a sus seguidores el pasado día 18 en Milán.
Matteo Salvini se dirige a sus seguidores el pasado día 18 en Milán. Emanuele Cremaschi (GETTY)

La esperanza de vida de un primer ministro en Italia suele rondar el año (65 Gobiernos en 73 años). La estabilidad nunca fue una de las virtudes del Parlamento italiano, pero tampoco supuso un problema para gobernar. Desde hace un año, sin embargo, el país vive instalado en un clima de campaña electoral permanente. El Ejecutivo está completamente bloqueado —lo reconocen sus miembros— y los dos partidos que lo forman, Movimiento 5 Estrellas (M5S) y Liga, aprovechan cada elección local y regional, también cada debate público, para intentar subir alguna décima en los sondeos atizando a su socio. El autoproclamado “Gobierno del cambio”, un experimento sin precedentes en Europa, no puede durar. Lo sugiere la estadística, pero también el nivel de conflicto alcanzado, temen en el propio Ejecutivo. En el punto de ebullición máximo, ambos partidos tratan ahora de reunir el mayor consenso posible para cuando todo salte por los aires.

Matteo Salvini fue el primero en proclamar que las elecciones europeas —también se vota en 3.800 municipios italianos— serían un plebiscito, un termómetro para medir el poder real de la Liga en este momento. Descartados para la pelea el Partido Democrático (PD) del recién estrenado Nicola Zingaretti y Forza Italia, con Silvio Berlusconi de nuevo a la cabeza, el nivel de apoyo que reciba el domingo el líder de la Liga y vice primer ministro determinará definitivamente la longevidad del Gobierno. La tensión, más allá del componente dramático necesario para adquirir relieve propio ante electorados completamente distintos, es insoportable. Salvini, poco dado a la carrera de fondo, sabe que este podría ser su momento, pero sin un dato más claro no se atreve a dar el paso (en las últimas semanas ha perdido algunos puntos). La tradición política italiana le recuerda, además, que quien rompe un Ejecutivo, lo paga en las urnas.

El lunes 27, de eso no hay duda, los dos vice primeros ministros de Italia tendrán que mirarse de otro modo. El M5S, con Luigi Di Maio, llegó a la mesa de negociación hace un año con un 33% de votos, mientras la Liga tenía 17,4% (las encuestas le habían dado la mitad). Hoy las tornas, según todos los sondeos, han cambiado y Salvini tendría el doble de apoyo que hace solo 12 meses. Y eso, reclama, debe pagarse. “Las elecciones servirán para volver a hacer las cuentas. Tendrán un impacto real sobre el Gobierno, por supuesto. No está claro que sea una crisis con elecciones anticipadas. Puede ser simplemente vuelvan a mezclarse las cartas dentro del Gobierno y se otorgue un peso mayor a Salvini”, afirma el politólogo Roberto D’Alimonte.

En Italia están en liza 76 eurodiputados del total de 751. Los últimos sondeos antes del apagón al que obliga la ley situaban a la Liga en el 31,2%, al M5S en el 22,6% y al PD en un 20,9%. Si los datos se confirmasen, Salvini, explican fuentes del Gobierno, tiene dos vías. Primero reclamará más poder dentro del Ejecutivo. Es decir, solicitará para la Liga el control de carteras clave actualmente en manos del M5S, como el Ministerio de Transportes, departamento esencial para el control de los puertos. “Pero, sobre todo, utilizará su nuevo poder para implantar la bajada de impuestos radical que prometió a su electorado y aumentar la autonomía de las regiones, como demandan los viejos votantes de la Liga Norte”, apunta D’Alimonte.

Pérdida de influencia

La resaca electoral en Italia será dura. Más allá del resultado, el reparto de cargos en la Comisión Europea, se teme ya, puede ser desastroso para los intereses nacionales. El país perderá al presidente del Banco Central, Mario Draghi, que termina mandato; a la Alta Representante de Política Exterior de la UE, Federica Mogherini, y al presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani. A cambio, no se espera recibir cromos del mismo nivel. Menos todavía, la posibilidad de un comisario europeo, como fantaseaban algunos en el Gobierno. El politólogo Piero Ignazi no tiene duda de que Italia estará cada vez más marginada. “Ni siquiera cuando el PD de Renzi tuvo su último gran éxito hace años pudo jugar un papel importante. Perderá influencia, no cabe duda”, señala.

La partida italiana, además, se juega pensando en el escenario de otoño, cuando el Ejecutivo deberá volver a negociar unos presupuestos con Bruselas. El Gobierno del primer ministro, Giuseppe Conte, basó su último desafío a propósito de la superación del déficit en que los equilibrios de fuerzas cambiarían. Pero no había un plan concreto en Europa. El Movimiento 5 Estrellas ni siquiera ha conseguido formar grupo propio, tal y como anunció su líder, el vice primer ministro Di Maio. Y Europa de las Naciones y la Libertad (ENF), la formación que lidera Salvini y en el que están integrados el Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen o el Pueblo de la Libertad, del holandés Geert Wilders, puede quedar apartado del papel decisivo que se ha atribuido durante la campaña.

Salvini ha entendido que el soberanismo estará también representado por otras fuerzas que no han querido unirse a ellos, como su amigo y primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, el británico Nigel Farage, o los españoles de Vox. Su coronación en Milán el pasado domingo representa ahora un doble o nada. Si alcanza un buen resultado, crecerá también su aura como líder internacional. Muchos en Italia irán a votar el domingo, él mismo lo ha querido así, con dos papeletas en la mesa: “Salvini, no” o “Salvini, sí”.

La izquierda pone a prueba su regeneración

El Partido Democrático (PD) obtuvo en las últimas elecciones el peor resultado de su historia. La obstinada vuelta de Matteo Renzi solo sirvió para hacer más profunda la herida por la que se desangró el partido. El Movimiento 5 Estrellas, a casi 14 puntos de los socialdemócratas, fue capaz de recoger a cientos de miles de descontentos con la izquierda. Y la militancia del partido tomó nota.

El nuevo secretario general, Nicola Zingaretti, se mira ahora en el espejo del español Pedro Sánchez —“aquí somos todos hinchas suyos”, decía en una entrevista con este periódico— para obtener un buen resultado en Europa y refundar un partido que camina desde hace meses por el abismo de la irrelevancia. Para ello, ha contado con un 35% de candidatos que no pertenecen al PD: la mayoría son mujeres. El partido sueña con llegar segundo, después de la Liga. Los sondeos le otorgan alrededor de un 21%, solo algo más de un punto por debajo del M5S, su gran rival ahora mismo.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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