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Columna
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Un país que marcha

El gobierno de Iván Duque diseñó una estrategia de poco diálogo social

Ariel Ávila

Es un año electoral en Colombia, en algunos meses se elegirán alcaldes y gobernadores en todo el país. Estos años electorales tienden a ser complicados en materia de marchas y protesta social. Además, el gobierno del presidente Iván Duque ha ido creando un ambiente de confrontación con varios sectores sociales y es posible que en el mes de abril un pedazo del país este paralizado por las protestas.

El movimiento social estuvo dormido durante varios años, producto de tres cosas. Por un lado, debido a que el proceso de paz provocó que gran parte de los movimientos sociales apoyaran al hoy expresidente Santos y se diera una situación de cálculo político donde se buscaba no deslegitimar al gobierno de ese entonces. En segundo lugar, las manifestaciones que se presentaron, varias de ellas importantes, que paralizaron gran parte del país, como el paro agrario, llevaron al gobierno Santos a crear un mecanismo de diálogo social que al final le permitía desactivar las movilizaciones vía negociación, incluso antes de que comenzaran. Por último, en el gobierno anterior había un talante liberal, de negociación, lo cual era coherente con los diálogos de paz entre el Estado colombiano y la exguerrilla de las FARC. Las viejas recetas de la represión fueron dejándose atrás.

El nuevo gobierno de Iván Duque, como en muchas otras cosas, volvió atrás. Diseñó una estrategia de poco diálogo social, solo desarrolló la metodología de los Talleres Construyendo País, muy a la vieja usanza de su mentor, el expresidente Uribe, de los Consejos Comunitarios, donde todo está fríamente calculado y solo entran los que tienen opiniones positivas del gobierno. Por otro lado, en varias políticas sociales dio marcha atrás. Por ejemplo, no implementará nada de reforma agraria, en política antidrogas volverá a las fumigaciones con glifosato, lo que no solo causará un desastre ambiental en las selvas colombianas, sino que provocará que al menos 300.000 campesinos cocaleros salgan a las carreteras. Igualmente, los maestros desarrollaron un paro de dos días la semana pasada. A este ritmo es posible que en los próximos meses el país esté convulsionado en varias zonas.

En todo caso, la falta de estrategia del gobierno se reveló la semana pasada durante una protesta indígena al sur-occidente del país. Allí desde hace varias semanas se habían anunciado movilizaciones, las peticiones eran básicas: que les cumplieran los múltiples acuerdos firmados en años anteriores. La reacción del ejecutivo parece devolvernos casi 20 años atrás: inmediatamente acusaron a las marchas de estar infiltradas por organizaciones criminales. Debido a que las FARC ya no existen, manifestaron que grupos disidentes estaban detrás. Luego mandaron una delegación de “alto nivel”, para intentar llegar a un acuerdo con la Minga Indígena. Una de las primeras frases de la ministra del Interior fue que el presidente está muy ocupado y que no podía ir. Obviamente esto encendió los ánimos de inmediato.

Todo parece indicar que el gobierno nacional ha ido sumando un montón de acciones de parecen aisladas, pero que están llevando a que en las próximas semanas exista una gran movilización social. Adicional a maestros, indígenas, estudiantes y varios sectores campesinos, es posible que se le sumen las famosas “Dignidades”, que son gremios productores agrícolas, entre ellas la dignidad cafetera, que se encuentra en una verdadera crisis producto de los bajos precios del grano en el mundo.

Pareciera que en lo que se refiere al movimiento social, el gobierno no tendrá ninguna luna de miel. Pues el próximo año presentará una reforma pensional que seguramente causará protestas en todo el país. Y para el 2021 el ejecutivo se verá abocado a presentar una nueva reforma tributaria, esta vez castigará a los más pobres. No debe olvidarse que, a tan solo semanas de haberse posesionado, el gobierno presentó la ley de financiamiento o reforma tributaria que subía el IVA, impuesto indirecto que castiga a los más pobres, y rebajaba el impuesto a los más ricos. Al final solo pasó lo segundo, es decir, el hueco fiscal en lugar de reducirse se ampliará en los próximos años. La necesidad de una nueva reforma es muy grande y nuevamente en ese año prelectoral seguramente habrá movilizaciones por toda Colombia.

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