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El corazón rural de Tailandia late contra la junta militar

El noroeste, la zona más poblada y pobre, ha visto desplomarse los precios agrícolas

Un equipo prepara las papeletas para las elecciones generales de Tailandia de este domingo.
Un equipo prepara las papeletas para las elecciones generales de Tailandia de este domingo. NARONG SANGNAK (EFE)
Macarena Vidal Liy

Si Kan Pimsuk, de 43 años, está hoy en casa a mediodía, pelando semillas de tamarindo a la sombra del árbol en su jardín, es porque tiene que ir a un funeral dentro de un rato. Normalmente, estaría cortando caña de azúcar por 200 baht (5,5 euros) al día en el sembrado de cualquier vecino que se lo quisiera pagar. Este año, se lamenta, la cosecha en su aldea, Ban Khok, en las planicies del noreste rural de Tailandia, ha sido un desastre. La sequía se ha llevado por delante la mayor parte de las plantas de arroz. Para más inri, los precios de este grano y de la caña de azúcar, el otro gran cultivo en la zona, se han desplomado. “No podemos pedir más crédito al banco, porque ya debemos mucho y no lo podemos pagar. Hemos tenido que pedir prestado a la familia, un poco de aquí y un poco de allá, e ir tirando como podamos”.

Kan y su marido tienen, dentro de lo malo, suerte. Su hijo mayor, de 25 años, trabaja como mecánico en Bangkok y les envía dinero. Las vecinas que le ayudan a pelar las semillas, con hijos pequeños, no tienen ese recurso. En Ban Khok, de 200 habitantes, y otros pueblos aledaños, la conversación gira una y otra vez en torno a los bajos precios agrícolas, y las deudas.

Praneed Neangnee, de 60 años, mira con estoicismo su campo de arroz. No llueve, se lamenta. En la última cosecha su producción se redujo a la mitad, una tonelada, por la que obtuvo 7.000 baht (194 euros). En los buenos tiempos -sostiene-, con dos toneladas llegó a ganar 30.000 baht (832 euros): “con eso pagaba todos los gastos de la granja, la vida diaria, hasta un coche”.

Por “buenos tiempos”, Praneed se refiere a los años de mandato de los partidos asociados con el ex primer ministro populista Thaksin Shinawatra, idolatrado en las zonas rurales empobrecidas del norte y del noreste de Tailandia por sus políticas de ayudas a los más desfavorecidos. Durante su mandato (2001-2006; se exilió en 2008 para evitar la cárcel por cargos de corrupción) y el de sus representantes hasta 2014, sus políticas facilitaron el acceso de trabajadores y campesinos a servicios médicos y a microcréditos. Entre 2011 y 2014, un polémico programa de subsidios oficiales promovido por Yingluck Shinawatra, hermana de Thaksin y entonces primera ministra, elevó el precio del arroz a 15.000 baht (416 euros) por tonelada, el doble del valor de mercado.

Para los campesinos del Isán o noreste, el corazón rural de Tailandia y su zona más poblada y empobrecida, los años desde el golpe de Estado de 2014 han sido duros. La junta que ha gobernado desde entonces canceló el programa de subsidios de Yingluck, una fuente de pérdidas económicas para el Estado -12.000 millones de euros- y de corrupción.

Con el desplome de los precios, y por tanto de sus ingresos, muchos agricultores recurrieron al crédito. Según la Oficina Nacional de Estadísticas tailandesa, cerca de 3,6 millones de unidades familiares en el Isán, más de un tercio del total, están endeudadas. El noreste, el área más pobre del país con unos ingresos medios de 6.656 baht (184,5 euros) mensuales, cuenta con el mayor endeudamiento familiar medio, unos 180.000 baht (casi 5.000 euros). “Con Yingluck recibíamos ayudas. Este gobierno no nos da nada”, se lamenta Kan.

La nostalgia por aquellos tiempos hace que muchos esperen ansiosamente las elecciones del domingo, las primeras tras el golpe de Estado. Las encuestas apuntan a que el Pheu Thai, el partido que fundó Thaksin, volverá a ser el más votado. Otra cosa es que, debido a las nuevas normas electorales, consiga la mayoría suficiente como para gobernar o no en solitario.

“Después de cinco años de dictadura militar, estamos viendo una expectación política como no se veía desde hace treinta años. La gente quiere un cambio”, sostiene el profesor Paul Chambers, de la Universidad Naresuan.

Un cambio que, en opinión del pequeño empresario Joe Tampanit, de 44 años y residente en la ciudad de Khon Kaen, debe pasar por la marcha de los militares y la derrota de su partido, el Palang Pracharat. “Han estado demasiado tiempo. Un par de años vale, para tranquilizar las cosas (tras años de revueltas populares en favor y en contra de Thaksin). Pero cinco han sido muchos. Son militares, no son expertos en economía. Necesitamos a alguien que sí lo sea”.

El campesino Chamnan Laokoengka, de 51 años, es uno de los que se declara impaciente por votar. “Apoyaré a cualquier partido que sea capaz de elevar el precio de los productos agrícolas”, sostiene. Este hombre enjuto y fibroso no quiere revelar qué partido estará en su papeleta. Pero caben pocas dudas: acaba de participar en un mitin de la candidata del Pheu Thai en el distrito, la neófita Saratsanun Unnoporn, que a sus 30 años se presenta a unos comicios por primera vez.

Entre wai -el saludo tradicional tailandés con las palmas unidas- y apretones de manos, Saratsanun recorre los puestos del mercado semanal de Ban Khok, en su hora más bulliciosa, al caer la tarde y el calor. De allí, irá a otro mitin en la aldea vecina, y después, ya de noche cerrada, a un tercero apenas un kilómetro o dos más allá. “A los campesinos les gusta poder ver la cara del candidato”, sonríe. No tiene muchas dudas acerca de que saldrá elegida. Las conexiones del Pheu Thai en la zona -ella es hija de la diputada anterior- y las encuestas le son favorables. Una encuesta de la Universidad de Khon Kaen da a este partido un 43% en el Isán.

Aunque las encuestas apuntan que el apoyo al Pheu Thai ya no es tan incondicional como antes, y este partido cae 20 puntos en el Isán con respecto a los comicios de 2011. Incluso en el feudo de Thaksin, el nuevo fenómeno de la política tailandesa, el partido progresista Future Forward y su líder, el joven multimillonario Thanathorn Juanroongruangkit, empiezan a obtener también partidarios con un programa basado en recortar los privilegios a los militares. El sondeo de Khon Kaen le da un 23% de intención de voto en la región.

“Me parecía demasiado joven. Pero últimamente le he estado viendo en los debates en televisión y me gusta lo que dice”, admite el campesino Praneed, que se declara indeciso. A varios kilómetros más allá, y mientras se levanta con sus vecinas para ir al funeral, Kan sí lo tiene claro. “Yo votaré a Thanathor. Habla muy bien”.

Una grave desigualdad económica

M. V. L
Durante su mandato, la junta que lidera el general Prayut Chan-ocha impulsó una política económica que favoreció los recortes de impuestos y la construcción de infraestructuras. Unas iniciativas que, según sus críticos, beneficiaron desproporcionadamente a los más ricos y agravaron las desigualdades sociales.
“En 2016, el 1% de los tailandeses más acaudalados (500.000 personas) controlaban el 58% de la riqueza del país”, escribía en diciembre Banyong Pongpanich, presidente del Kiatnakin Phatra Financial Group. “En 2018, controlaban el 66,9%, sobrepasando a sus homólogos en Rusia, cuyo control de la riqueza en su país cayó del 78% al 57,1%”
Recientemente ha cambiado de estrategia y, en una iniciativa aparentemente encaminada a congraciarse con los electores del noreste, ha empezado a ofrecer millones de baht en un programa de beneficencia para las familias más desfavorecidas.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

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