El populismo acecha (también) en Estonia
El país báltico celebra elecciones parlamentarias este domingo y un partido eurófobo escalará hasta la tercera posición, según los sondeos
Estonia celebra elecciones parlamentarias este domingo sumido, como ya es casi la norma en cualquier país europeo, en la incertidumbre. Todas las encuestas sitúan en cabeza a Centro, el partido de centroizquierda del actual primer ministro, Jüri Ratas, y a Reforma, el otro partido liberal que ahora es la principal fuerza de la oposición, con en torno al 25% de los sufragios para cada partido. Pero un nuevo elemento —y recurrente pesadilla para las instituciones europeas— ha surgido en la campaña en el país báltico de 1,3 millones de habitantes: el impresionante auge del populismo de extrema derecha. EKRE, el partido que canaliza el voto protesta de los estonios, ha pasado del 8,1% que obtuvo en los comicios de 2015 al 16,4% en los del próximo domingo, según el último sondeo de Norstat. Hoy fuerza residual con siete diputados en un Riigikogu (Parlamento estonio) de 101 asientos, EKRE, liderado por Mart Helme, va camino de convertirse en el tercer partido de Estonia.
Estonia, al igual que sus vecinos nórdicos y bálticos, tiene una profunda tradición de Gobiernos de coalición. En la actualidad, son tres partidos los que conforman el Ejecutivo de Ratas: Pro Patria (conservador); Centro (liberal de centroizquierda) y Socialdemócratas (socialistas). En la oposición se encuentran Reforma (liberal de centro derecha) —y al que las encuestas le dan un empate técnico con Centro—; Partido Libre (liberal conservador) y EKRE (euroescéptico y populista).
Estonia 200, un partido catalizador del descontento, principalmente de exvotantes socialdemócratas, irrumpió en escena a finales de 2018. Sin embargo, aunque ha copado gran parte de la atención mediática, no tiene casi posibilidad de entrar en la Cámara. Las encuestas le dan alrededor del 4% y para obtener representación, los partidos deben superar un umbral electoral del 5% en la docena de circunscripciones en las que se reparte el voto. "Si alcanzamos el 5% entraríamos [en el Riigikogu] con al menos seis diputados", responde ilusionada y determinante su líder, Kristina Kallas, mientras toma un té en una cafetería del centro de Tallin, la capital del país. La candidata del "partido de los especialistas", dice, en referencia a que son profesionales como médicos, profesores, científicos, y no políticos, los que conforman la formación, cierra absolutamente la posibilidad de pactar con EKRE. Kallas reconoce, sin embargo, que los populistas "tienen parte de razón" en su discurso antiestablishment. "Los socialistas y conservadores tradicionales fueron los culpables de la gran recesión y EKRE, como Estonia 200, no es más que la reacción al descontento de la gente", explica. Aunque los dos partidos realizan el mismo diagnóstico de la situación en el país, proponen soluciones diferentes. Empezando por la eurofobia, xenofobia y homofobia que despierta EKRE, y que no comparte Estonia 200.
“EKRE es un partido antitodo”, defiende Lalle Palling, diputado de Reforma, principal partido de la oposición. Palling, combativo, explica que EKRE carece de ideales propios, y que está en contra de determinadas políticas unos días, y en contra de otras al día siguiente. “Según se levantan”, bromea. “Son antipolíticas LGBTI, son anti-Unión Europea”, enumera , “y también cercanos al Kremlin. No hay más que ver sus redes sociales. O al estilo de [Viktor] Orbán en Hungría. El patrón es el mismo”, continúa. Kallas, en cambio, resalta que un partido de extrema derecha en el Este y el Norte de Europa es por defecto —a diferencia que en el Sur, como en la Italia de Matteo Salvini— antirruso. A pesar de que EKRE entró en escena en 2013 absorbiendo a otro partido menor, su reciente popularidad se debe a los "resentimientos de la población rural que se siente abandonada después de años de austeridad" bajo el mando de los dos partidos tradicionales [Centro y Reforma]", explica Tonis Saarts, experto en Ciencias Políticas en la Universidad de Tallin, según recoge la agencia France Presse (Afp). De hecho los resultados de las elecciones locales de 2017 muestran que el voto a los populistas se reparte por el interior del país.
La supuesta cercanía de EKRE, que no ha respondido a las llamadas y correos de este diario, con Moscú asusta en Estonia y pone en guardia a una sociedad en permanente alerta ante cualquier intromisión en su soberanía. Aquí existe el servicio militar obligatorio desde la desintegración de la Unión Soviética en 1991; el Centro de Excelencia de Cooperación en Ciberdefensa de la OTAN (CCDCOE, por sus siglas en inglés) está a apenas tres kilómetros del Parlamento y es uno de los países que más gasta en Defensa: el 2,16% del PIB (585 millones de euros) presupuestado para este 2019, según el Gobierno. De hecho, en 2012 todos los partidos acordaron gastar un mínimo del 2% del PIB en Defensa tal y como establecen los compromisos de la OTAN, pero que solo unos pocos Estados miembros de la Alianza Atlántica cumplen.
El auge de este populismo no ha gustado a la clase política de un país que ha encontrado bajo la UE y la OTAN un paraguas de seguridad: “Ningún partido quiere pactar un Ejecutivo con EKRE. Incluso los más grandes ya lo han dicho públicamente”, explica el diputado de Pro Patria Mart Nutt en una de las salas del Riigikogu, un edificio monumental en lo alto de la ciudad amurallada de Tallin, aunque sorprendentemente sobrio —pese al azul añil de paredes y moquetas— en su interior. “Aunque nunca se sabe”, matiza.
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