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Los portugueses huyen del cine nacional

Apenas el 1,9% de los espectadores vio el pasado año una película casera

'Cartas de guerra', de Ivo Ferreira.
'Cartas de guerra', de Ivo Ferreira.

Portugal tiene nobeles en diferentes disciplinas, medallas olímpicas, ganó la Eurocopa de fútbol y hasta Eurovisión, incluso un portugués dirige la ONU. Solo hay algo que Portugal no ha conseguido jamás, ganar un Oscar. Ni un Oscar ni un Oso de Berlín ni un León de Venecia ni una Palma de Cannes. Películas de países como Mauritania o Jordania fueron nominadas en alguna ocasión al una de esas estatuillas, Portugal jamás. En cuestión de cine, Portugal es un páramo mundial que el Gobierno no hace mucho por remediar.

Apenas el 1,9% de los portugueses que fueron al cine el pasado año pagaron por ver una película nacional, según el Instituto de Cinematografía y Artes Visuales (ICA). Solo Croacia tiene un porcentaje inferior en la Unión Europea. En España, por ejemplo, el porcentaje fue del 17,5%. El cine portugués recaudó 1,1 millones de euros, casi cien veces menos que, por ejemplo, el español.

El desinterés por el cine propio se arrastra desde hace tiempo. El gran cineasta portugués Manoel de Oliveira, que fallecido en 2015 a los 106 años de edad, apenas atrajo a 34.000 compatriotas en los 28 filmes que realizó en su vida.

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El distanciamiento entre público y cineastas portugueses nunca había llegado a los niveles actuales, pese a las ayudas al sector. El pasado año el ICA destinó 20 millones de euros a la producción de 71 películas, la cifra más alta en una década.

El dinero no parece que sea invertido muy bien a tenor de la respuesta del público. Películas como Ramiro, por ejemplo, recibió 600.000 euros de subvención y tuvo 2.538 espectadores, una media de 236 euros por cada uno de ellos, 47 veces más que el precio de la entrada (5 euros). Las 10 películas portuguesas más taquilleras recaudaron 200.000 euros, un tercio que la más vista del año, Los increíbles.

Mientras se pudre el sector, pasan los ministros de cultura sin que se apruebe una nueva ley de cine a gusto de todos, en concreto, quién y cómo se decide el reparto del dinero.

En la parálisis política del sector, el Gobierno tiene congelada la transposición de la directiva europea que obliga a Netflix a incluir en su catálogo un 30% de producción europea. Ahora, los portugueses pueden ver en Netflix muchas series y películas brasileñas y españolas, pero no hay nada made in Portugal. El Gobierno corta, con su inacción, una vía de promoción y recaudación de la industria nacional de las artes visuales, diferente de la tradicional y decaída sala de cine.

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