El primer ministro belga dimite tras la crisis del Pacto sobre la Migración
El Gobierno sucumbe una semana después de la ruptura con los independentistas flamencos
El primer ministro de Bélgica, el liberal francófono Charles Michel, ha anunciado esta tarde su dimisión tras resistir varias semanas a la crisis política desatada en el país por la ratificación del Pacto mundial sobre la Migración impulsado por la ONU.
La dimisión revive el espectro de la crisis de 2010 y 2011, cuando Bélgica permaneció envarada con un gobierno en funciones durante 541 días, batiendo el récord mundial de Camboya. El colapso del gobierno podría reabrir también la crisis territorial latente en el país, aparcada desde que los independentistas flamencos entraron en el Gobierno de Michel en 2014.
La coalición gubernamental ya se tambaleó el 9 de diciembre, cuando los miembros del partido independentista flamenco NVA anunciaron su salida del ejecutivo en protesta por la intención de Michel de mantener el apoyo a un Pacto cuestionado por las fuerzas de extrema derecha y populistas de todo el planeta, con Donald Trump a la cabeza.
La salida del NVA, el partido más votado en las elecciones de 2014 con el 20,3%, ha obligado a Michel a buscar apoyos alternativos para mantener un gobierno en minoría. Pero en la tarde del martes, durante su comparecencia ante el Parlamento, ha reconocido que sus maniobras han fracasado.
"Mi llamada no ha convencido, no ha sido escuchada. He tomado la decisión de dimitir y voy inmediatamente a Palacio [para comunicárselo al Rey]", ha anunciado Michel. Varios grupos parlamentarios, con los socialistas al frente, preparaban una moción de confianza y Michel no parecía contar con los apoyos necesarios para superarla.
El monarca, tras recibir al primer ministro, ha anunciado que, de momento, deja su decisión "en suspenso". La vía de escape para evitar unas elecciones anticipadas podría ser mantener al Gobierno en funciones hasta el 26 de mayo, cuando está previsto que se celebren las elecciones generales y las europeas.
La ruptura se desencadenó en vísperas de la cumbre de la ONU en Marraquech, que el pasado 10 de diciembre adoptó por consenso el Pacto Global por una Migración Segura, Ordenada y Regular. Se trata de un acuerdo no vinculante negociado desde 2016 y con el que se aspiran a fijar unos principios mínimos para garantizar una gestión digna de los flujos migratorios. El texto había pasado casi inadvertido hasta que EE UU se desmarcó tras la llegada de Trump a la Casa Blanca. A partir de ese momento, el Pacto se convirtió en la bestia negra de los partidos de extrema derecha.
La Unión Europea se convirtió en el principal valedor del acuerdo. Pero la unidad de la posición europea recibió un serio golpe a principios de noviembre, cuando el gobierno austriaco (coalición de conservadores y extrema derecha) anunció que retiraba su apoyo. La andanada de Austria, país que ocupa la presidencia de la UE durante el segundo semestre de 2018, fue el toque a rebato para los gobiernos más escorados a la derecha o reacios a la migración. Socios de la UE como Italia, Polonia, Hungría, Bulgaria, República Checa o Eslovaquia también se desmarcaron del Pacto.
Los independentistas flamencos de la NVA, que forman parte de la misma familia política europea que el PIS polaco de Kaczynski, se sumaron de manera inmediata a la tendencia contra el Pacto migratorio. Sus miembros más destacados del Gobierno, como el ministro del Interior, Jan Janbom, o el secretario de Estado de Migración, Theo Francken, exigieron a Charles Michel que se opusiera al Pacto en la cumbre de Marraquech.
Michel se negó en redondo a desmarcarse del Pacto migratorio, tanto por apoyar los principios plasmados en el acuerdo como por no contribuir a la ruptura de la unida de la UE. El primer ministro logró el apoyo del Parlamento belga, que votó a favor de secundar el texto pactado por un centenar largo de países de la ONU. La postura de Michel cosechó aplausos en Marraquech. Pero ha terminado por costarle el puesto.
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