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Columna
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La oposición

Los sectores adversos al Gobierno de Iván Duque han caído en los mismos errores de siempre

Ariel Ávila

El balance del Gobierno de Iván Duque, en sus primeros 100 días, no es nada alentador. Su imagen se desplomó más de 25 puntos: la base más radical de derecha de su partido lo trata de traidor y dicen que los ha desilusionado, el centro político lo ve con recelo y la oposición de centro izquierda e izquierda no le da tregua. Todos los analistas coinciden en que las causas de este desplome y de su crisis se basarían en tres grandes problemas. En primer lugar, comportamientos erráticos y contradictorios en los cuales la idea ha sido intentar tener a todo el mundo contento. A un público le dice una cosa, un día después dice otra, luego dice otra cosa diferente de las dos anteriores y su Gobierno termina haciendo algo totalmente diferente de las versiones que entregó el presidente. La segunda causa del desplome, es que aún no construye el horizonte político de su Gobierno. Por ejemplo, semanas después de su posesión ha propuesto una reforma tributaria, llamada ley de financiamiento, totalmente regresiva, que dinamita la mitad de su discurso de campaña y que ha puesto al país a marchar. Por último, y tal vez es el problema de fondo: Iván Duque no está gobernando, el equipo de Gobierno tiene diferentes líderes y no hay cohesión interna.

Tal vez los cuatro años de la oposición no sean igual de desastrosos a los primeros 100 días de la nueva era política en Colombia

Pero del otro lado, en la oposición, la situación es un poco mejor, pero el balance también es negativo. Si algo enseñó durante la era del expresidente Santos el Centro Democrático, que es el partido de Gobierno, es a hacer oposición. También ejemplos como los del presidente electo mexicano, Andrés Manuel López Obrador, quien fue aprendiendo de sus derrotas, marcaban un camino para que la oposición colombiana no cometiera errores y diseñara una estrategia de poder político, pero ha caído en los mismos errores de siempre. Al menos eso se puede decir de momento.

En primer lugar, el candidato de izquierda, segundo en la votación presidencial y actual senador, Gustavo Petro, no ha logrado diseñar una estrategia para moverse al centro y aglutinar todos los sectores de la oposición. Sigue en su mismo nicho y no ha querido expandir sus bases. Igual pasa con el líder del centro, Sergio Fajardo, quien aún se debate entre meterse en la aventura de crear un nuevo partido, o ingresar al Partido Verde, eso sí con algunas condiciones, para liderar el otro sector de la oposición. No ha habido coalición. Las bases de ambos personajes se rechazan unos con otros.

En segundo lugar, todos estos sectores de la oposición aún no diseñan una estrategia o una ruta electoral que les permita tener candidaturas únicas en las elecciones locales y regionales de octubre de 2019. Hay por lo menos cinco grandes ciudades -entre ellas las cuatro más grandes del país-, al menos cinco departamentos y una decena de municipios de más de 100.000 habitantes, donde una coalición de oposición puede ganar y dejar el camino construido para llegar a la presidencia en 2022. El pequeño caudillismo está a la orden del día. Los llamados de los líderes políticos nacionales a sus bases locales, hasta el momento, han chocado contra una ilusión electoral de varias personas que se sienten alcaldes y gobernadores sin haber comenzado siquiera la carrera electoral.

En tercer lugar, tampoco hay una estrategia de oposición clara en el Congreso de la República por parte de los sectores de oposición. Los congresistas más jóvenes se dedican a hacer vídeos para montar en redes sociales y destacarse sobre los demás. Otros, creen que tienen una moral más alta que sus demás compañeros y no acompañan propuestas claves como la moción de censura a un ministro con grandes cuestionamientos de corrupción. El diálogo sobre propuestas conjuntas es complicado y al final cada cual va por su lado.

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Por último, la cantidad de listas a cuerpos colegiados en las elecciones de octubre de 2019 llevará a un efecto dispersión y a que todas estas listas progresistas, alternativas y de oposición se trituren entre ellas. Se podría vivir un verdadero descalabro. En todo caso, como dicen los campesinos, “amanecerá y veremos”, tal vez los cuatro años de la oposición no sean igual de desastrosos a los primeros 100 días de la nueva era política en Colombia.

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