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El padre tenaz que cambió las elecciones en Bosnia

La lucha de Davor Dragicevic por esclarecer la muerte de su hijo se convierte en el mayor movimiento político desde 2014

Antonio Pita (Enviado especial)
Davor Dragicevic, este sábado en Banja Luka.
Davor Dragicevic, este sábado en Banja Luka.Darko Vojinovic (AP)

Al principio, a Davor Dragicevic simplemente no le cuadraba la versión oficial. Su hijo David había sido hallado sin vida en la segunda ciudad de Bosnia, Banja Luka, y las autoridades argumentaban que el joven robó una casa borracho y drogado, se cayó a un río y se ahogó. Investigó por su cuenta y llegó a la conclusión de que una persona importante mató a su hijo y todos —policía, Ministerio del Interior, fiscales— la estaban protegiendo. Comenzó una protesta diaria a la que apenas acudían decenas de personas. Era marzo de 2018.

El viernes pasado, dos días antes de las elecciones en Bosnia, Dragicevic logró reunir en la ciudad a 40.000 personas —según los organizadores— al grito de “Pravda za Davida” (Justicia para David), con manifestaciones paralelas en Sarajevo y Belgrado. Era la constatación de que la rabia de un padre dolorido en busca de respuestas se había convertido en el mayor movimiento político de protesta en Bosnia desde 2014. Sus demandas han transformado los comicios de este domingo al aglutinar en pocos meses el malestar popular ante la impunidad de las élites, el clientelismo y la corrupción. Todos ellos males que los bosnios padecen a diario y que están detrás de la sangría migratoria que sufre el país con más paro de Europa.

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“Desde hace siete meses yo soy el policía, el juez, el fiscal… y el padre. Alguien mató a mi hijo y aún no han reconocido quién. No me considero una persona fuerte, ni sin miedo, ni un héroe. Cualquiera haría lo mismo en mi situación”, asegura Davor a este periódico en la plaza de Banja Luka rebautizada con el nombre de su hijo por medio de unas grandes letras pegadas por activistas.

Davor habla con enfado contenido. De su cuello cuelgan dos imágenes de David, dos cruces ortodoxas y una letra D por la que comienzan ambos nombres: “El Estado asesinó a mi hijo y lo oculta. Tiene que salir a la luz la verdad”.

Los simpatizantes se saludan con el puño en alto, convertido en emblema de un movimiento con 240.000 seguidores en Facebook. A Davor le interrumpen constantemente viandantes para darle la mano y mostrarle su apoyo. Habla frente a una carpa llena de pegatinas con frases como “¿Quién mató a David?” y “Aquí no nos sentimos seguros”, y un cartel con fotos de dirigentes bajo la pregunta: “¿Quién protege a los asesinos de nuestros hijos?”. Una comisión de investigación aprobada por la Asamblea serbobosnia concluyó en mayo que el joven había sido asesinado, pero la Cámara rechazó las conclusiones. El caso sigue considerado un accidente. “Hemos pedido justicia. No nos la han dado. Ahora vamos a luchar por ella”, advierte.

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La indignación no se detiene en las fronteras de la República Srpska, sino que ha creado incluso un conato de solidaridad interétnica por un caso similar en Sarajevo, el de Dzenan Memic. La Fiscalía asegura que el joven bosniaco (bosnio musulmán) murió en 2016 en un accidente de tráfico, pero la familia no lo cree y lleva desde entonces denunciando las incoherencias de la investigación.

Así, Davor Dragicevic, que dejó su trabajo en Italia en 1992 para unirse a las tropas serbobosnias, y el padre de Dzenan Memic, Muriz, que combatió en el bando opuesto, el Ejército bosnio, han compartido escenario en las protestas, con el brazo de uno en el hombro del otro.

“Yo no quería que esto se politizase, pero detrás del asesinato estaba la política”, explica Muriz Memic por teléfono. “Después de la mayor pérdida de mi vida, mi cometido principal es demostrar que a mi hijo lo mataron y lo corrupto que es el sistema. Creyeron que tras dos años y medio me cansaría, pero el tiempo me ha dado aún más fuerza”. La fuerza del movimiento, opina, reside en que mucha gente escucha su relato y piensa: “Podría pasarle a mi hijo”.

“Desde la guerra, lo único que une a la gente de Bosnia Herzegovina son las tragedias comunes porque demuestran que hay cosas más importantes que las divisiones étnicas”, como sucedió en las inundaciones de 2014, que causaron daños equivalentes al 15% del PIB del país, explica Vladimir Susik, jefe de la delegación en República Srpska del ente estatal de radiodifusión pública.

Redes clientelares

En un contexto de irregularidades electorales, redes clientelares y sondeos poco fiables, resulta imposible predecir hasta qué punto la lucha de estos padres coraje cambiará significativamente el voto. Transparencia Internacional señaló el jueves pasado en un informe que esta campaña ha sido la más sucia desde el fin de la guerra en 1995, con partidos de las tres etnias mayoritarias (bosniacos, serbios y croatas) intentando comprar votos a través de amenazas, pagos o exámenes médicos gratuitos. “Cosas que en el pasado habían sido en cierto modo sutiles se han vuelto completamente transparentes. Ni siquiera se tratan de ocultar”, señala su responsable, Ivana Korajlic.

“El movimiento que pide investigar qué pasó con David ha cambiado la opinión pública y puesto nervioso al poder, pero es difícil saber en qué se traducirá en las elecciones. Cada papeleta será importante para neutralizar las amenazas, los manejos y el gran número de trabajadores estatales, que son un instrumento seguro de voto”, explica la analista política independiente Tanja Topic.

Los analistas creen posible que el caso de David dañe la candidatura y el partido del máximo dirigente serbobosnio. Milorad Dodik, que aspira a uno de los tres asientos de la presidencia rotativa estatal, ha amenazado con “barrer” el movimiento de protesta, ha recordado que Dragicevic tiene otros dos hijos y ha cuestionado la educación de David. Luego se disculpó.

La periodista y académica Nidzara Ahmetasevic, una de las principales activistas de la movilización de hace cuatro años contra la parálisis política y la crisis económica, confía en que el nuevo movimiento reavive la confianza en que Bosnia puede tomar otro rumbo. “Las protestas de 2014 fueron casi la última esperanza. La gente se unió y trató de cambiar algo, pero el intento no tuvo mucho éxito. Muchos se desilusionaron y perdieron la esperanza en que el cambio es posible”, apunta por correo electrónico. “Justicia para David’ es muy fuerte y muy político”.

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Sobre la firma

Antonio Pita (Enviado especial)
Corresponsal para Oriente Próximo, tras cubrir la información de los Balcanes en la sección de Internacional en Madrid. De vuelta a Jerusalén, donde ya trabajó durante siete años (2007-2013) para la Agencia Efe. Licenciado en Periodismo y Máster de Relaciones Internacionales y Comunicación por la Universidad Complutense de Madrid.

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