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Trump abre la puerta a invitar a Kim a EE UU y normalizar relaciones con Corea del Norte

Washington dice haber recibido verbalmente el compromiso del dictador norcoreano a favor de la desnuclearización

Abe y Trump, en la rueda de prensa de este jueves en la Casa Blanca
Abe y Trump, en la rueda de prensa de este jueves en la Casa BlancaSusan Walsh (AP)

El presidente estadounidense, Donald Trump, abogó este jueves por una “normalización” de la relación diplomática con Corea del Norte, ahora inexistente, si se llega a un pacto sobre el programa nuclear del país asiático en su reunión con el dictador norcoreano, Kim Jong-un, el próximo martes en Singapur. Si el encuentro deriva en un acuerdo, Trump apostó por invitar a Kim a EE UU. También avanzó que se podría firmar un acuerdo de formalización del fin de la Guerra de Corea.

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“La respuesta es sí, si es que va bien la cumbre”, respondió Trump, a si invitaría a Kim a EE UU, en una rueda de prensa con el primer ministro japonés, Shinzo Abe, en la Casa Blanca. El presidente también avanzó que le gustaría establecer relaciones diplomáticas con Corea del Norte “cuando todo se haya completado”, en referencia a las negociaciones sobre el desmantelamiento atómico de Pyongyang. Ambas afirmaciones parecerían utópicas hace pocos meses cuando Trump y Kim se insultaban mutuamente y se amenazaban militarmente. Sin embargo, todo parece posible ahora a escasos días de la histórica y arriesgada cita de Singapur.

EE UU no mantiene relaciones diplomáticas formales con Corea del Norte y Suecia actúa de intermediario. Aún así, ambos países han celebrado en las últimas semanas varias reuniones de alto nivel de preparación del encuentro entre sus presidentes. Desde el nacimiento de Corea del Norte, en 1948, nunca ha habido una reunión entre su máximo dirigente y el de EE UU. La confrontación también explica que nunca se firmara un tratado de paz, solo un armisticio en 1953, tras el fin de la Guerra de Corea, en la que EE UU apoyó al Sur frente al Norte soviético.

Trump matizó que, aunque el martes se sellara un acuerdo de paz, solo sería un “comienzo”, más bien simbólico, para negociar la desnuclearización de Corea del Norte. La clave recae en si EE UU solo aceptará un desmantelamiento completo del programa atómico y cómo se verificaría. El secretario de Estado, Mike Pompeo, explicó después que Kim le ha manifestado personalmente su “disposición” a una desnuclearización completa e irreversible.

Trump insistió en que, en caso de pacto, Washington ayudaría económicamente a Pyongyang y el hermético régimen se rehabilitaría en la arena internacional. Pero también marcó límites. Descartó retirar inmediatamente las sanciones de EE UU y reiteró que podría levantarse en cualquier momento de la mesa de negociación.

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En cualquier caso, Trump está confiado. “No creo que me tenga que preparar mucho. Es sobre actitud, disposición a lograr las cosas”, alardeó el mandatario. Parece confiar ciegamente en lo que él llama su instinto negociador. Minimiza que todos las anteriores conversaciones entre EE UU y Corea del Norte fracasaron estrepitosamente tras incumplir Pyongyang su palabra.

El presidente negó que solo busque una fotografía con el líder norcoreano para tratar de proyectar un éxito diplomático para un político impopular en su país y buena parte del mundo. Es algo, por ejemplo, que podría tratar de explotar en las elecciones legislativas de noviembre en que los republicanos se juegan mantener el control del Congreso y proteger a Trump de un hipotético proceso de destitución.

Ese es el temor de Abe, que pidió “no repetir errores del pasado”. Por ejemplo, Tokio recela que, en su afán de lograr un acuerdo que elimine la amenaza de que Corea del Norte ataque a EE UU, Trump permita a Kim mantener misiles balísticos de corto alcance que podrían alcanzar Japón, como los que sobrevolaron una de sus islas el pasado año. O que acepte reducir el contingente militar estadounidense en Corea del Sur de tal forma que Japón, alérgico a aventuras bélicas, se convierta en la primera línea de defensa ante una posible amenaza de Corea del Norte.

Desde que Trump anunció inesperadamente en marzo su deseo de reunirse con Kim, el mayor objetivo de Tokio ha sido no quedarse al margen de la preparación de la cita. En los 16 meses de presidencia del republicano, Abe ha hablado 30 veces con Trump y se han reunido ocho en persona, la anterior en abril. Todo un récord. Ambos se elogian y presumen de su estrecha relación personal, que incluye partidos de golf juntos. Pero, por ahora, eso se ha traducido en pocos logros tangibles para Abe.

En la rueda de prensa tras la reunión en el Despacho Oval, Trump prometió presionar a Kim por el caso de los ciudadanos japoneses que fueron secuestrados por Corea del Norte en el pasado. También mantener una “comunicación cercana” con Japón y elogió su “ayuda” para la reunión. Por su parte, Abe elogió el “liderazgo” de Trump por aceptar hablar con Kim y sugirió que es posible que Japón también trate de reunirse con el régimen norcoreano, restablecer relaciones y proporcionarle ayuda económica.

Tensión comercial

La aparente sintonía personal entre Donald Trump y Shinzo Abe no ha impedido que EE UU imponga a Japón, como a Europa o México, aranceles al acero y al aluminio. Tokio ha dicho que coordinará con la Unión Europea sus represalias contra EE UU. El entendimiento tampoco ha frenado a Trump de reclamar un acuerdo de libre comercio con Tokio pese al deseo de Abe de reforzar los tratados multilaterales, por ejemplo con el retorno de EE UU al TPP, el pacto con 11 países del Pacífico del que se salió Trump. El republicano abogó este jueves por “mejorar” la relación comercial con Japón para que esté guiada por la “justicia y la reciprocidad”. “Haremos muchos más negocios con Japón”, dijo.

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