Campaña, criminalidad y propuestas inconclusas
Nuevas modalidades delictivas han surgido en México, muchas veces derivadas de bandas de narcotraficantes
Una campaña electoral con insólitas coaliciones, en la que, entre otras particularidades, el candidato del PRI (José Antonio Meade) por primera vez en la historia no pertenece al partido. Y en la que, por primera vez también, podría resultar elegido presidente alguien (Andrés Manuel López Obrador) de un movimiento político que no es PRI ni PAN. No es una elección más en la región por varias razones.
Primero, porque México, con sus 132 millones de habitantes, tiene enorme relevancia no solo por su ubicación geográfica y sus más de 3.000 kilómetros de frontera con los Estados Unidos. Es el país de habla castellana más poblado del mundo y no se queda atrás en extensión, pues duplica a Argentina, segundo país hispanohablante en territorio.
La receta de Calderón de involucrar a los militares para enfrentar al narcotráfico fue un remedio peor que la enfermedad
Segundo, porque la elección se da en medio de una creciente distancia entre el electorado y el sistema político. La última encuesta de la empresa GEA da cuenta de altos índices de desaprobación al rumbo político del país (82%), a su rumbo económico (79%) y hasta al sistema electoral (52%), visto con respeto por otros países de la región.
Tercero, porque el país arrastra problemas de fondo que ahora están en abierta crisis. Con todas sus potencialidades, es trágico que desde 1981 el crecimiento de la economía haya sido de un magro 2% anual y que en los últimos 25 años el porcentaje de pobres casi no haya variado (53% en 1992; 51% en 2016). Resultado: millones de jóvenes sin empleo ni estudios, listo para ser carne de cañón del crimen.
Cuarto, porque alimentándose de todo lo anterior, el deterioro de la seguridad ciudadana no cesa. El 2017 ha sido el año con más homicidios en la historia del país, en proceso luctuoso que ya se extiende como mancha de aceite mucho más allá de territorios conocidamente ensangrentados como Tamaulipas o Ciudad Juárez. Este asunto de la violencia podría ser crucial en la elección y debería de serlo en la agenda del nuevo Gobierno.
A su manera, es López Obrador quien ha planteado la propuesta más novedosa: amnistía “a los infractores que opten por su readaptación”
La receta del expresidente Felipe Calderón de involucrar a los militares para enfrentar al narcotráfico fue un remedio peor que la enfermedad: descabezaron a varios carteles y se multiplicaron en grupos más pequeños y dispersos en sangrientas disputas de territorios. La gestión de Enrique Peña Nieto termina con más violencia y homicidios. Quedaron en el camino muchas ideas y proyectos inconclusos.
Mientras, nuevas modalidades de crimen organizado han surgido, muchas veces derivadas de bandas de narcotraficantes, aportando nuevas “agendas” de violencia: extorsión o robo de vehículos con violencia que mata, en muchas zonas, más que las batallas por territorios entre narcos. Y se hace presente un nuevo negocio ilícito de creciente pujanza: el mercado de combustible robado (petróleo crudo y gasolina). Es lo que se denomina la “ordeña” a oleoductos de Pemex para un gigantesco mercado ilegal de combustible que se expande a tiros.
Dentro de un contexto así —la campaña polarizada, muchos ataques recíprocos y no muy nutridas propuestas— no se puede prever lo que vendrá, cualquiera que fuera el elegido. Recojo la percepción extendida de lo impreciso y borroso que proponen los tres principales candidatos para enfrentar este problema de la criminalidad y la violencia. El telón de fondo de lo que tiene que ser abordado en el plano estructural es obvio: desigualdad, pobreza y una economía que crece muy poco. Un aspecto del reto sobre el cual no son muy nítidas las propuestas.
Pero hay la urgencia de acciones de política inmediata para bajar ya la violencia y los homicidios. A su manera, es López Obrador quien ha planteado la propuesta más novedosa: amnistía “a los infractores que opten por su readaptación” lo que —se dice— no incluiría a comprometidos en hechos de sangre. Riesgoso cuando es débil la certeza de que se cumpliría con las palabras empeñadas pero una ruta concreta a explorar.
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