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Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú suspenden su participación en la Unión Sudamericana de Naciones
El realineamiento político que se viene verificando en América Latina desde fines de 2015 acaba de consolidarse en una decisión institucional. Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú suspendieron su participación en la Unión Sudamericana de Naciones (Unasur). La genealogía de esa organización se remonta a un primer ensayo impulsado por Brasil, durante la presidencia de Fernando Henrique Cardoso, con la excusa de coordinar la defensa y la dotación de infraestructura en la región. La postulación de un sujeto sudamericano fue entendida en aquel entonces como un intento de los brasileños de hacer notar su liderazgo regional. Con Lula da Silva ese sueño se haría más enfático. Sudamérica, al ser un sujeto que excluye a México, facilitaría la aspiración de Brasil a conseguir para su país un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
El ascenso bolivariano, impulsado sobre todo por Hugo Chávez, resignificó ese experimento. Se crearía Unasur como un sistema alternativo al interamericano, que se centra en la OEA. El proyecto tiene el sello nacionalista de Chávez, Lula da Silva y Dilma Rousseff, los Kirchner, Rafael Correa, Evo Morales y, con matices diferenciales, Michelle Bachelet y José Mujica. El fortalecimiento o el repliegue de Unasur es un indicador del nivel de empatía o enemistad de la región con Washington.
En este contexto debe ser leída la reunión que celebraron en Lima, a la sombra de la Cumbre de las Américas de hace diez días, los cancilleres de los seis gobiernos que protagonizan este vaciamiento. Allí, los representantes de Chile y de Colombia aconsejaron disolver la Unasur. Pero Brasil y la Argentina prefirieron sólo ponerla en pausa. Michel Temer o Mauricio Macri enfrentan corrientes populistas todavía muy vitales en sus países. En el caso argentino, la prudencia tiene una razón adicional. Macri no quiere ofender a Evo Morales, que ocupa la presidencia rotativa del bloque. Bolivia es un proveedor de gas estratégico para la Argentina.
Los países que se retiran de Unasur se justifican en las dificultades para designar un secretario general. El embajador argentino en Chile, Octavio Bordón, había conseguido un consenso muy amplio, pero fue vetado por Nicolás Maduro. El venezolano reclamó que el cargo sea ejercido por un expresidente, un requisito no previsto. Excusas. El aletargamiento de Unasur expresa el cambio de clima regional que se verifica desde que Cristina Kirchner fue sustituida por Macri, en Argentina, y Dilma Rousseff por Temer, en Brasil. A ese giro antipopulista siguieron otros: Ollanta Humala fue reemplazado por Pedro Pablo Kuczynski en Perú, y Bachelet por Sebastián Piñera, en Chile.
En el contexto de esta mutación, la retirada de Unasur de seis países tiene una motivación más inmediata. Pretende presionar al gobierno de Maduro. Unasur
fue, bajo la secretaría de Ernesto Samper, el principal instrumento del dictador venezolano para tender puentes con la oposición. Puentes falsos: Maduro ha convocado a unas escandalosas elecciones presidenciales para el 20 de mayo. El proceso está viciado por la proscripción de los principales líderes opositores, y la supervisión de un Consejo Nacional Electoral faccioso. Los partidos de la Mesa de Unidad Democrática desistieron de participar. Maduro apenas logró que se postule Henry Falcón, el exgobernador de Lara, para dar cierta verosimilitud a su competencia por la reelección.
Venezuela ya había sido suspendida del Mercosur. Con la nueva configuración de Unasur, queda en compañía de Bolivia, Ecuador, Uruguay, Guyana y Surinam. Ese aislamiento se produce en medio de una ola de reproches por el fraude electoral. Argentina, España, Colombia y los Estados Unidos sugirieron que no reconocerán el resultado. Una advertencia de misteriosas consecuencias prácticas. La canciller de la Unión Europea, Federica Mogherini, ratificó que no enviará veedores, ya que no hubo “un amplio acuerdo sobre el calendario ni sobre las condiciones para un proceso electoral creíble e inclusivo”. Maduro intentó evitar esas declaraciones pidiendo el restablecimiento de las relaciones con España. El domingo llegó a Caracas desde Madrid el embajador Jesús Silva, para retomar su gestión en la embajada. Pero el gobierno español aclaró que esta normalización no debilitará en absoluto las críticas que viene expresando sobre el régimen. Cada vez más solo, Maduro viajó a La Habana, donde lo recibió el nuevo presidente, Miguel Díaz Canel, en lo que fue su primer acto de gobierno.
El destino de Venezuela es un misterio. La hiperinflación produce el mayor éxodo del que se tenga memoria en el continente. Esa fuga comienza a amenazar la economía de Colombia, que ya recibió a un millón de venezolanos. El ministro de Hacienda de ese país, Mauricio Cárdenas, propuso el sábado, en la reunión del Fondo Monetario Internacional, que se proporcionen 60.000 millones de dólares para normalizar la economía destrozada por Maduro. Sería en el caso de que surja un nuevo gobierno.
Nadie pronostica ese desenlace. Las elecciones del 20 de mayo reforzarán la inercia hacia una oscuridad sin demasiada alteración. El vaciamiento de la Unasur es un recurso diplomático, acaso el último, para torcer ese tristísimo derrotero.
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