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Tierra para todos los rusos en las fronteras con China

El programa Una hectárea en el Lejano Oriente tiene un territorio superior a más de tres veces España para repartir

Vladímir Kuklin, al lado de su casa prefabricada en el terreno que ha recibido.
Vladímir Kuklin, al lado de su casa prefabricada en el terreno que ha recibido.P. B.
Pilar Bonet

Sé propietario en tu tierra. Con este lema, el Ministerio de Desarrollo del Lejano Oriente de Rusia (MDLO) ofrece a los ciudadanos terrenos gratuitos en las regiones más alejadas de Moscú. Más de 35.000 parcelas con 60.000 hectáreas de superficie en total se han adjudicado en el marco del programa Una hectárea en el Lejano Oriente que arrancó en junio de 2016, según afirma el viceministro Serguéi Kacháev. El presidente del país, Vladímir Putín, considera el desarrollo de esta zona como la prioridad nacional para el siglo XXI. La iniciativa para atraer a los rusos a los confines más orientales del país es la versión actualizada de la que lanzó a principios del siglo XX el primer ministro zarista Piotr Stolypin, una de las figuras históricas favoritas del líder ruso actual.

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Hoy como entonces el Gobierno ruso ofrece a los pioneros incentivos como el pago del traslado, ayudas financieras y asesoría técnica. El fin estratégico es fortalecer la presencia del Estado en zonas que llevan cerca de un cuarto de siglo perdiendo población y que tienen la menor densidad demográfica de Rusia, en contraste con las provincias chinas fronterizas, dinámicas y muy pobladas. En las redes sociales, uno de los argumentos recurrentes a favor del reparto de tierras a los ciudadanos rusos es la necesidad de frenar la presencia china.

“Todavía tenemos más de 180 millones de hectáreas (1,8 millones de kilómetros cuadrados) por repartir, lo que es más del triple de España, recalca el viceministro Kacháev, en Moscú. De las parcelas adjudicadas, un 40% está en el territorio de Primorie, donde el programa goza de mayor demanda. 

Las tierras que se distribuyen pertenecen a municipios y también a instituciones del Estado. En una primera fase, que se prolongó hasta octubre de 2016, las hectáreas se repartieron entre los habitantes locales de cada una de las nueve provincias que componen el distrito federal del Lejano Oriente (DFLO). Después, el programa se amplió a todos los habitantes del distrito y en una tercera fase, a partir de febrero de 2017, a toda Rusia. Los receptores tienen un año para decidir a qué quieren dedicar su solar y pueden ejercer cualquier actividad legal, incluida la construcción de una vivienda familiar. A los cinco años tendrán que decidir si quieren convertirse en propietarios y pagar impuestos o ser arrendatarios y pagar alquiler. 

Vendedora de pescado en el mercado de Slavianka.
Vendedora de pescado en el mercado de Slavianka.P. B.

Las facilidades para establecerse en los vastos espacios orientales rusos contrastan con los conflictos en el sur, donde los pequeños granjeros luchan contra los abusos de los terratenientes que les despojan de sus parcelas con ayuda de la administración y los jueces. La diferencia entre un entorno y otro es que en el este el clima es inhóspito y la infraestructura escasa, mientras en el sur están las mejores tierras del país y la población no para de aumentar. 

El procedimiento para obtener la “hectárea del Lejano Oriente” está totalmente digitalizado para evitar el contacto personal y la corrupción. Los interesados señalan la parcela que les interesa en un mapa y mandan la solicitud al Ministerio. Si está libre, la entrega se formaliza rápidamente. Pero puede suceder que la parcela obtenida ya hubiera sido objeto de una transacción anterior no registrada o que tenga un barranco. En el primer caso, el solicitante puede recibir otra parcela. En el segundo, la legislación va a ser modificada, según el viceministro Kacháev, para dar una alternativa a quienes se encontraron con desagradables sorpresas. 

A diferencia de Europa occidental, “donde el catastro se formó a lo largo de centenares de años y cada terreno tiene una larga historia, en Rusia el catastro tiene apenas dos décadas y no da información completa sobre las parcelas y los datos de la época soviética ”, explica el viceministro. “No nos podíamos pasar cinco o 10 años detallando el catastro para después comenzar a repartir. Lo hacemos sobre la marcha, empezando en las zonas más urgentes donde hay demanda”, dice. 

Dimitri y Piota Igumnov, junto con su amigo Dimitri Gólov, han obtenido un terreno de 10 hectáreas de terreno compacto, cerca del pueblo de Brovnichi, a 150 kilómetros al este de Vladivostok.

Dimitri Igumnov, de 53 años, era un físico nuclear que trabajaba en un instituto de investigación hasta que la crisis le convirtió en representante de multinacionales del chocolate, fabricas de helados y de agua mineral en Siberia y Vladivostok. Su hermano Piotr es ingeniero y su amigo Dimitri trabaja en una compañía eléctrica. 

“No tenemos experiencia en agricultura, pero teníamos ganas de ir a vivir fuera de Vladivostok”, dice Dimitri Igumnov. Después de buscar durante seis meses y visitar más de una docena de pueblos en la taiga, los amigos descubrieron Brovnichi, una localidad de 300 habitantes “sin alcohólicos ni drogadictos, con una buena carretera, un río cerca, poca influencia de los tifones y un buen alcalde”. 

Muy cerca de Brovnichi se extendía la tierra abandonada de un koljós (una hacienda cooperativa soviética), bien comunicada y con la línea eléctrica cerca. La solicitaron y al cabo de un mes se la dieron. En las diez hectáreas obtenidas, el grupo quiere construir tres casas y fundar una cooperativa. 

Vladímir Kuklin en el terreno que ha recibido.
Vladímir Kuklin en el terreno que ha recibido.P. B.

Dmitri y su hermano han instalado colmenas en los terrenos y aprenden apicultura por su cuenta, consultando de vez en cuando con especialistas. Han sembrado fresas y frambuesas y también flores para las abejas. El año obtuvieron ya 300 kilos de miel y un oso destrozó dos de sus colmenas. Desde sus hectáreas han visto cómo los territorios contiguos, adscritos también al programa, se han llenado de colonos, gente llegada de Moscú y de Krasnoyarsk.

En verano, los Igumnov pasan los fines de semana en sus terrenos, donde han instalado dos vagones porque sus recursos financieros son aún insuficientes para construir las casas que desean. “Por el momento, todo son inversiones, en total medio millón de rublos procedentes de nuestros sueldos”, dice Dimitri Igumnov, que confía en realizar sus planes en el plazo de tres años. Los amigos no quiere créditos porque el interés mínimo es de un 7,5% en un banco agrícola estatal y del 17% al 20% en los bancos comerciales. Aspiran a una subvención para granjeros principiantes. Para obtener la formación profesional exigida para ello, Dimitri se ha apuntado ya a un curso de apicultura de dos meses. “Nosotros hemos actuado de una forma metódica y conocíamos el terreno, a diferencia de los que vienen de fuera”, afirma, y menciona el caso de los que recibieron sus hectáreas en el bosque y “tienen que pedir permiso para talar cada árbol”. 

El fotógrafo Serguéi Averiánov ha montado un negocio para ayudar a sus compatriotas a conocer cuál es la realidad de los terrenos por los que ellos se interesan en el mapa. Desde Slavianka, a 200 kilómetros al sur de Vladivostok, Averiánov ofrece los servicios de su dron a los solicitantes de otras regiones de Rusia. En lugar de un costoso desplazamiento, los interesados pagan 6.000 rublos por los vídeo reportajes en los que el fotógrafo, con música de fondo, va describiendo las imágenes filmadas por su cuadricóptero. “Este pantano intransitable es para un moscovita”, dice mostrando uno de sus trabajos. En su estudio en el centro de Slavianka, el fotógrafo compagina los clásicos reportajes de bodas y eventos sociales con los encargos que le hacen residentes de otras regiones, especialmente de la parte europea de Rusia. Recibe un par de encargos a la semana y los ejecuta en dos días. En las tres hectáreas que ha recibido junto con su familia, el fotógrafo piensa establecer un taller de estampación de imágenes. 

A algunos de los clientes de Averiánov no les importa que una ciénaga ocupe la mitad del terreno elegido, dice el fotógrafo refiriéndose a un centenar de personas de San Petersburgo que solicitan 150 hectáreas para formar una comunidad. Gracias al programa de la hectárea, “por primera vez en muchos años” aparecerán tres pueblos nuevos en el Lejano Oriente, dos en la isla de Sajalín y uno en Jabárovsk”, según el viceministro. 

Cerca de Slavianska tiene su terreno Vladimir Kuklin, un pequeño empresario que ha obtenido algo más de 30.000 metros en lo alto de una colina, desde la que se dominan dos bahías y las islas del único parque natural marino de Rusia. El terreno está enquistado entre dos parcelas más grandes, arrendadas por acomodados empresarios que no las explotan. Kulin ha colocado una casa de madera prefabricada en su solar en espera de construir una pequeña residencia para aficionados a la pesca. Para acceder al mar tendrá que ponerse de acuerdo con los vecinos. 

Los poseedores de información privilegiada tienen ventaja a la hora de elegir emplazamiento. Un funcionario con el que conversamos reconoce estar esperando a que el Ministerio de Defensa renuncie a parte de sus terrenos en el litoral para conseguir una hectárea frente al mar en el distrito de Jasán, al que llaman la “riviera” de Primorie. 

El Gran desafío

La colonización del Lejano Oriente y la costa del Pacífico es uno de los grandes problemas estratégicos de Rusia desde la segunda mitad del siglo XIX cuando el imperio zarista se expandió por estos vastos espacios donde hoy la densidad poblacional no llega a un habitante por kilómetro cuadrado. De los ocho distritos federales en que la administración de Vladímir Putin ha dividido a Rusia, el del Lejano Oriente es el más extenso (6,2 millones de kilómetros cuadrados) y el menos poblado (6,18 millones en 2017).

En 1990 en estos territorios de codiciados recursos forestales, fronterizos con China, Corea del Norte y con Japón por mar, residían más de 8 millones de personas. La mengua de casi dos millones experimentada desde entonces es la elocuente respuesta de los rusos a una explotación económica que ignoró las condiciones de vida . En estos parajes donde la jornada laboral acaba cuando Moscú la empieza, solo Yakutia ha tenido tiene un saldo demográfico positivo en 2017.

Decidido a atajar la despoblación del Este, Putin, inmediatamente después de su última toma de posesión como presidente, en mayo de 2012, creó un ministerio responsable del desarrollo del Lejano Oriente, entre cuyos objetivos está aumentar la población local hasta 6,5 millones para 2025. Bajo la égida de este ministerio se ha lanzado la hectárea del Lejano Oriente, un programa consistente en el reparto totalmente digitalizado de terrenos gratuitos a todos los ciudadanos rusos que lo deseen. El ministerio fomenta también el asentamiento de compatriotas, término con el que se designa a las personas originarias de la URSS o en del imperio zarista. El programa al efecto estaba dirigido sobre todo a ciudadanos de las antiguas repúblicas de la Unión Soviética, pero a él se incorporaron algo más de un centenar de "viejos creyentes" procedente de América Latina, descendientes de los cristianos rusos perseguidos por oponerse a la reforma del patriarca Nikon en el siglo XVII.

Para estimular el desarrollo de sus regiones orientales Rusia ha creado la universidad del distrito federal del Lejano Oriente en la isla de Russki en terrenos cedidos por los militares, que siguen dominando en esa isla frente a Vladivostok. Pero una cosa son los planes de Moscú y otra las realidades sobre el terreno. Para conocerlas, EL PAÍS viajó durante una semana por la región de Primorie, una de las nueve integradas en el distrito Federal del Lejano Oriente.

Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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