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Las lágrimas del Caimán

Silvio Berlusconi, en ‘shock’ por el desastroso resultado, se atrinchera en su mansión y emite un vídeo en el que asegura que sigue siendo el garante del centroderecha

Daniel Verdú
Silvio Berlusconi, durante su mensaje grabado en vídeo.
Silvio Berlusconi, durante su mensaje grabado en vídeo.

Silvio Berlusconi está destrozado. Triste, en estado de shock, dicen los que estos días han mantenido contacto con él. Por primera vez en 25 años, ha perdido el feeling con los italianos, que le han condenado a ser la cuarta fuerza política de Italia (14% y 59 diputados). A sus 81 años hizo un esfuerzo para volver. Se sacrificó, piensa, para dar estabilidad al país y frenar el empuje de los populismos. Pero el tipo al que trató como el bocazas de la coalición le ha humillado en prime time mundial. Hoy su rostro es el de un perdedor y el contagio se extiende a sus empresas, que también cayeron en Bolsa (-5,53% Mediaset, -4,56% Mondadori).

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El ex Cavaliere siguió el recuento electoral desde su mansión de Arcore, a las afueras de Milán y no ha vuelto a salir de ahí. Ayer por la tarde, cuando el estruendo de su silencio era insoportable, lanzó un acartonado vídeo con un mensaje fuera de la realidad. “El resultado de Forza Italia hubiera sido mejor si no me hubieran impedido presentarme como candidato. Estoy muy feliz por Salvini y la Liga. [...] Pero sigo como líder de Forza Italia, director de la coalición de centroderecha y garante de que se mantenga compacta”. Pero el trato no era ese. Quien obtuviese un voto de más guiaría la coalición, sería su líder. Y Berlusconi ha perdido el empuje que le quedaba.

El lunes por la tarde se reunió con Matteo Salvini, que le garantizó lealtad. No habrá inventos fuera de la coalición y se intentará asegurar el 37,5% obtenido. Pero la reunión debió de ser tensa, porque la cuchillada de La Liga ha tocado órganos vitales. El partido de su socio tiene 5,7 millones de votos. Y Forza Italia se ha quedado con 4,5 millones. Para entender la hecatombe, Berlusconi debería mirar hacia Salvini: según la empresa Quorum, el 22,3% de los apoyos conseguidos en las últimas elecciones se ha ido en esta ocasión a la Liga.

Está triste, siente que ha perdido el feeling con los italianos por primera vez en 25 años

El resultado obligará ahora a una reformulación total del partido, aunque Berlusconi pretenda que todo va bien. Especialmente si la coalición de centroderecha no logra formar un Ejecutivo. Son los peores números de la historia y llegan en un momento en el que el ex Cavaliere ya no tiene fuerzas para seguir adelante y Forza Italia carece de un relevo claro. El presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, era un parche anunciado a última hora —no parecía demasiado interesado en la operación— que quedará abortado con el resultado obtenido. Pero toca mantener el tipo. Además del futuro del partido, está en juego la imagen de las empresas, controladas por su hija Marina.

Berlusconi atribuye la victoria de M5S, construida en los territorios del sur, a la propuesta de otorgar una renta mínima a los ciudadanos. “Lamentablemente, muchos han creído en esa promesa. Pero pronto se darán cuenta de que no es verdad. Solo con una auténtica revolución fiscal como la flat tax se podrán garantizar nuevas oportunidades a los jóvenes y una vejez tranquila a quien ha trabajado una vida”, insiste.

El centroderecha lo intentará. Pero la operación es complicada, porque faltan más de 50 diputados en la cámara de diputados y 23 en el Senado. Demasiados para confiar en el transfuguismo que tantas tardes de gloria proporcionó al partido. Por si acaso, como el resto de jugadores de esta partida de cartas, también presionó al presidente de la República, Sergio Mattarella, repitiendo sin demasiados argumentos la idea de que su coalición es la que debe recibir el encargo.

Pero esta vez, el viejo tahúr iba de farol. Y su retorno ha sido un desengaño para todos. Para sus fans, claro. Pero también para sus enemigos —preparados para algo peor— y para aquellos dispuestos a asumirlo como un mal menor.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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