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El año que Donald tuiteó peligrosamente

El presidente Trump ha encontrado en Twitter su medio de comunicación ideal. Un cañón sin mediaciones para la agitación y el espectáculo con él en el centro de la vorágine

Pablo de Llano Neira
Dibujo del artista de Miami y de origen haitiano Watson Mere.
Dibujo del artista de Miami y de origen haitiano Watson Mere.

Para Donald Trump, Twitter es a la comunicación lo que la Coca-Cola light a la sed. Un medio resolutivo y veloz para saciar un deseo. Tan fácil le resulta abrir la chapa de su refresco carbonatado favorita como apurar un puñado de caracteres incendiarios y pulsar enviar. En su primer año de presidencia, la sede del poder de Estados Unidos no ha sido la Casa Blanca sino su cuenta de Twitter. Ahí es donde hace Trump su política-espectáculo. Fajándose con sus rivales. Directo e inmediato.

"Es su altavoz perfecto", dice Tony Chacón, consultor de marcas en Silicon Valley. "Es un medio tan rápido que la fecha de caducidad del escándado que genera con un tuit se limita al escándalo que genera con el siguiente tuit. Ha entendido muy bien el juego porque viene del mundo del entretenimiento". Al más puro estilo americano, la política se funde con el espectáculo. "Mi uso de las redes sociales no es presidencial", ha dicho Trump, "es modernamente presidencial".

Una presidencia a golpe de tuit

Con este interactivo de EL PAÍS podrás navegar por los mensajes del presidente de EE UU. Mira, por ejemplo, cuántas veces se ha referido a tu país, a quién ha llamado tonto o qué tuits ha eliminado de su perfil

Con Twitter, Trump marca la agenda del día desde el amanecer. En cuanto abre los ojos abre también su cuenta y lanza sus primeros cañonazos retroalimentándose de lo que ve que dicen de él a través de su canal amigo Fox News. El círculo que une Twitter con su televisor es la centrifugadora donde se mueve como un torbellino el pensamiento Trump. Lo que sale de ahí es imprevisible. Cuando parece que ha llegado al máximo de la incorrección presidencial, sube la apuesta. Su exconsejero caído en desgracia –y vapuleado por el presidente en Twitter– Steve Bannon, decía, según el libro Fire and Fury, que Trump "nunca se toma un respiro" en la tarea de "ser Donald Trump". Ese es el método. En caso de duda, más Trump. Y la vía, claro, más y más leña en Twitter.

"Yo creo que no tiene límites, aunque me resulta difícil imaginar que pueda hacer con su Twitter algo peor que amenazar con una guerra nuclear, algo que ya ha hecho", opina Jeet Heer, editor de la revista New Republic. "Mi botón nuclear es mucho más grande y poderoso", tuiteó a principios de enero en un mensaje dirigido a Kim Jong-un, el dictador de la balística Corea del Norte. Un tuit tan temerario que se multiplicaron las voces pidiendo a Twitter que le quite su cuenta, seguida por 46,9 millones de personas. El presidente solo sigue a 45 personas, gente de su círculo o aduladores. Algo lógico teniendo en cuenta su carácter. No le gusta leer ni escuchar. Él habla, tuitea y ve televisión.

En sus primeros 12 meses como presidente Trump ha emitido más de 2.500 tuits. En ellos han abundado los insultos. Nunca se hubiera imaginado que de la boca del líder de Estados Unidos pudieran salir en tropel palabras como "perdedor" –una de las obsesiones de Trump: la división de la realidad entre "perdedores" y "triunfadores"–, "estúpido", "patético" o "loco", con la naturalidad de un patio de colegio. A Jong-un le ha llamado "pequeño hombre cohete" y "gordo y bajo". El tema sobre el que más ha tuiteado son las fake news –"noticias falsas"; 174 veces hasta el 18 de enero– que según Trump se dicen de él todos los días por los medios liberales compinchados contra su figura con los demócratas. Entre sus frases en Twitter como presidente se encuentran por ejemplo "Nadie sabía lo complicado que puede ser [el sistema de] servicios de salud"; "Yo fui elegido para representar a los ciudadanos de Pittsburgh, no a los de París"; "Yo pasé de ser un muy exitoso empresario, a una gran estrella de televisión y a presidente de EE UU. Creo que esto se calificaría no como inteligente, sino como genio" –escribió cuando se cuestionaba su aptitud mental–, o "Tengo una maravillosa relación con los haitianos" tras llamar a su país en una reunión a puerta cerrada "agujero de mierda".

La mezcla de tremor geopolítico y surrealismo que Trump crea con sus tuits alcanzó una de sus cotas más altas cuando el noviembre un empleado de atención al consumidor de Twitter antes de abandonar su empleo desactivó la cuenta del presidente para fastidiarlo. La voz del hombre más poderoso del mundo, del comandante en jefe del mayor Ejército, del responsable último de su arsenal atómico,  desapareció de Internet –que es decir: de la faz de la tierra–. Twitter tardó 11 minutos en activarla.

Pero todo accidente o toda polémica alimenta la estrategia tuitera de Trump. Se trata de mantener concentrada la atención de la gente en él. "Busca repercusión y generar titulares, y aunque muchos lo vean como un torpe sin control emocional lo hace con mucha habilidad. Sigue tres parámetros fundamentales: la cítica, la generación de opinión a partir de otras noticias y la autopromoción. Es obvio que tiene detrás asesores con una estrategia clara", dice Chacón. El secretario personal del Twitter de Trump es Dan Scavino Jr., un empleado del magnate que empezó cargándole los palos de golf.

En Twitter, Trump sigue la directriz que ya explicó en su libro El arte del negocio. "El punto es que si eres un poco diferente o un poco ultrajante (...) la prensa hablará de ti". La técnica de la escandalera necia ha remplazado al arte de la pedagogía política de su antecesor, Barack Obama, que hacía un uso comedido pero muy influyente de Twitter –donde tiene 99 millones de seguidores, el doble que Trump; y sigue a 625.000– y se centraba en componer discursos que quedasen como referentes históricos.

"Trump es el presidente post-letrado", dice Jeet Heer. "No se siente cómodo con la tradicional elaboración de discursos, sino con la espontaneidad y la ausencia de reglas de Twitter. Trump no lee libros o siquiera artículos, como tampoco lo hacen –o eso creo– la mayoría de sus seguidores. Lo que hace él es reaccionar a los titulares que ve y a los programas de televisión por cable. Twitter es el medio de comunicación ideal para un presidente post-letrado para un público post-letrado".

Es un guante hecho a medida para su concepción de la batalla política como una permanente tormenta mediática populista con él en el centro del fenómeno, con las manos llenas de haces de rayos que arroja como un Zeus intempestivo. Si no existiera Twitter, Donald Trump ordenaría inventarlo.

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