Bruselas mira con recelo la alianza de Pekín con la Europa del Este
La Comisión avisa de que los proyectos solo funcionan si implican a toda la UE
Bruselas guarda mal recuerdo de la última cumbre que congregó a los llamados 16+1 en suelo europeo. Fue hace un año, en Letonia. De ese encuentro salió un proyecto que ahora analizan con lupa las autoridades de Competencia. Fruto de sus contactos con Pekín, Hungría —uno de los socios más díscolos de la UE— adjudicó a dos empresas estatales chinas la construcción de un tramo del ferrocarril rápido entre Budapest y Belgrado, la capital de Serbia. Lo hizo sin publicidad y sin cumplir las normas básicas de licitación pública en Europa.
El caso ilustra bien la amenaza que supone para las instituciones comunitarias esta asociación entre China y los Estados orientales de Europa, incluidos 11 de la UE. El vínculo, que data de 2001, funciona como una especie de puerta de atrás por la que el régimen de Xi Jinping sortea a Bruselas para ganar influencia y contratos en un territorio muy necesitado de inversiones. Se trata, en palabras del portavoz de la Comisión Europea, de un foro que reúne “a China con sus amigos”.
Sobre el papel, todo es amistoso. La UE incluso envía a un observador para garantizar que nada de lo que se acuerde en Budapest se hace de espaldas a las instituciones europeas. Pero la práctica es más compleja. “Los proyectos de comercio, inversión e infraestructuras solo pueden dar plenos resultados en el marco de la UE, con el apoyo de todos los Estados miembros”, matizó este lunes una portavoz del servicio diplomático comunitario.
Más allá del perjuicio a la relación exterior entre la UE y un socio incómodo como China, ese marco supone también un claro desafío a la cohesión interna. El formato 16+1 reúne a Pekín con algunos de los Estados que más se enfrentan a Bruselas por cuestiones como la acogida de refugiados. China aprovecha ese descontento para escalar posiciones y los países de la nueva Europa —la surgida tras la gran ampliación al Este— muestran a sus viejos socios que no les son incondicionales. De paso, el régimen chino se atrae a los Estados balcánicos, obligados a cumplir ciertas reglas —en el caso de los candidatos a la UE— por recibir fondos comunitarios, pero crecientemente escépticos ante la falta de perspectivas de adhesión que les llegan desde Bruselas.
El aislamiento de Estados Unidos bajo el mandato de Donald Trump impulsa a Europa a estrechar lazos con China. Pero la última cumbre bilateral, en la que Pekín rechazó firmar un pacto climático ya cerrado con la UE como protesta ante la falta de avances en otros capítulos, reveló la precariedad de esa alianza. Las partes se preparan ahora para otro potencial desencuentro. Europa estudia crear un mecanismo que evalúe con antelación si las inversiones extranjeras cumplen los estándares comunitarios. De concretarse, esa decisión limitaría la lluvia de millones chinos en el Viejo Continente.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.