La sombra de los ataques a pequeña escala en Marruecos
En dos años se han registrado seis agresiones a extranjeros que las autoridades desvinculan del yihadismo y atribuyen a enajenados mentales
Mientras los llamados lobos solitarios del Estado Islámico (ISIS) han causado cientos de muertes en países como España, Francia, Reino Unido o Túnez, Marruecos ha logrado mantener a raya a los yihadistas desde que en abril de 2011 una bomba matara a 17 personas, la mayor parte extranjeros, en un café de la plaza Yemáa el Fnaa, de Marrakech. A pesar de que Marruecos es uno de los países que más hombres aportó a los grupos yihadistas de Irak y Sira (hasta 1.669, según el Ministerio del Interior); a pesar de que desde 2015 la policía desmanteló 48 células terroristas, Marruecos es el único país del entorno donde el nacimiento del ISIS en junio de 2014 no ha provocado ni una sola víctima mortal.
Sin embargo, en Marruecos se produce un fenómeno que se podría denominar como los no atentados. En los últimos dos años se han registrado seis ataques contra extranjeros que las autoridades suelen atribuir a la acción de enajenados mentales. En ningún momento se habla de lobos solitarios sino de personas "desequilibradas" que no pretenden quitarle otra cosa a la víctima que su vida.
El último de esos enajenados actuó el domingo 5 de noviembre en la ciudad norteña de Larache. Se trataba de un vendedor ambulante que rompió el cristal del restaurante Al Juzama, frecuentado por turistas, y lanzó una bombona de butano que no llegó a explotar. Los camareros consiguieron reducirlo antes de que prendiera fuego al local con varias botellas de gasolina. Ni las autoridades ni los medios marroquíes hablaron de yihadismo.
Asmae Elbaghdadi, presidenta de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH), indicó a este diario que el hombre estaba desequilibrado y al mismo tiempo había vivido un proceso de radicalización en los últimos meses. "Se había separado dos veces y vivía solo con su hijo de diez años. Vestía como un yihadista de Pakistán. Al niño lo ponía a leer historias sobre la promesa del paraíso y le hacía ver vídeos yihadistas. Pretendía llevárselo al restaurante el día del atentado, pero el niño se fue hacia la casa de una tía".
Cuatro meses antes, un marroquí de 29 años se lanzó contra los agentes españoles del puesto fronterizo de Beni Enzar, en Melilla, con un cuchillo de grandes dimensiones y al grito de "Alá es grande" y "Alhucemas, libertad". Antes de ser reducido consiguió herir de forma leve a un policía. En este caso fue el propio Ministerio del Interior de España quien descartó el móvil yihadista y calificó al agresor como una persona con sus capacidades mentales perturbadas.
El tercer ataque contra extranjeros se produjo en septiembre de 2015, en la plaza de la Yemáa el Fnaa, de Marrakech. Un francés de origen marroquí, de 24 años, le asestó tres puñaladas en el cuello a un turista suizo al grito de "Alá es grande". El turista sobrevivió y el atacante fue condenado a 12 años de cárcel.
El turismo aportó el año pasado en Marruecos el 6,6% de su Producto Interior Bruto (PIB), cifra similar a la de Túnez (7%). Aunque los turistas no generan la misma riqueza que la agricultura (14% del PIB), la importancia del sector es vital. Y así lo resaltan los medios locales cada vez que cae herido un extranjero, aunque no se mencione la palabra terrorismo.
Apenas un mes después del ataque al turista suizo, el 31 de octubre de 2015, dos marroquíes de 21 y 25 años fueron detenidos en Fez después de que agrediesen con cuchillos a tres turistas alemanes, una mujer y dos hombres. El 5 de noviembre de 2015, un "individuo que sufría problemas psiquiátricos", según diversos medios marroquíes, apuñaló en el rostro, en el pecho y en las manos a una joven turista noruega en la playa de Anza. En octubre de 2016, una madre holandesa, de 57 años, y sus dos hijos, de 30 y 27 años, fueron apuñalados por un hombre cuando paseaban cerca de la mezquita de Hassan II, en Casablanca. La policía informó de que el agresor se encontraba en un "estado de agitación anormal".
El profesor Mohammed Benhammou, presidente del Centro Marroquí de Estudios Estratégicos, cree que los ataques citados no tienen ninguna motivación ideológica ni objetivo político. "De lo contrario", argumenta, "el Ministerio del Interior los habría calificado de terroristas". Y añade que el hecho de que algunos agresores hayan gritado Alá es grande no implica necesariamente que exista un móvil ideológico. "Esa expresión es muy corriente en la vida cotidiana de los musulmanes", señala.
"Este tipo de agresiones ha existido siempre en todas partes. Sin embargo", precisa Benhammou, "ahora los actos violentos tienen un gran impacto mediático y pueden provocar en las personas vulnerables y predispuestas el deseo de imitarlos". "No obstante", advierte, "el límite entre el terrorismo y los actos provocados por un deseo personal de venganza, de odio o de frustración será cada vez más confuso".
Por su parte, el criminólogo español David Garriga, autor del ensayo Las legiones de Satán, sobre asesinos seriales musulmanes, cree que la mayoría de los agresores encajan en el perfil de "personas con trastornos de personalidad, que son conscientes de su acción y proceder". "Lo que sí está claro", precisa Garriga, "es que existe una falta de herramientas sociales de apoyo, pero en ningún momento ellos pierden el sentido de la realidad".
No siempre la víctima de los "dementes" solitarios que atacan a los turistas resulta ser un extranjero. Laura, una española que prefiere no revelar su apellido, se encontraba sentada el 15 de abril de 2011 en el café Hafa, de Tánger, uno de los lugares más turísticos de la ciudad. Junto a ella se encontraba su amigo el marroquí Hassan Ziani además de otros dos marroquíes y dos extranjeros. Antes de pagar, el agresor se acercó hacia ellos.
"Yo fui la primera persona que tuvo contacto con él: me puso la mano en la espalda para hacerme entender que quería cruzar la estrecha terraza, y ahí fue cuando sacó su machete largo y puntiagudo y se lo clavó a Hassan en el costado, atravesándole todo el cuerpo", relata Laura. "Después, se dispuso a hacer lo mismo con el resto del grupo, cosa de la que no me percaté por el estado de conmoción".
Hassan Ziani murió ese día, con 24 años. Su agresor era Abdellatif Z., de 34. "Siempre me he quedado con la incógnita de por qué el agresor me apartó del grupo y no me atacó a mí, siendo la primera persona con la que se cruzó y además, extranjera". Laura no obtuvo información oficial sobre el móvil del agresor. La familia de Hassan Ziani, tampoco. Jamás recibieron indemnización alguna como supuesta víctima de una acción terrorista.
Respecto a la salud mental del agresor, Laura sostiene: "Para mí, ese turbio hombre era un total desequilibrado mental. Eso sí, no hay que olvidar que este tipo de personas son también víctimas. Víctimas de un entorno pobre y conflictivo; de un país que no proporciona los recursos educativos ni sanitarios básicos para su población y que no contempla la importancia del tratamiento de enfermedades mentales. En este contexto, es normal que una persona afectada pueda caer en la religión y en sus vértices más violentos para cometer un acto así".
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