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05. GAMBIA

Por qué animar a un hijo a un viaje brutal

Los gambianos ya no se marchan solo huyendo de la miseria y la falta de trabajo; quienes emigran a Europa se han convertido en un modelo a seguir

Muchos de los habitantes de la pequeña ciudad gambiana de Saba han perdido a un familiar que trataba de llegar a Europa.
Muchos de los habitantes de la pequeña ciudad gambiana de Saba han perdido a un familiar que trataba de llegar a Europa.Finn Frandsen

Saben lo que esto le debe de parecer a una persona ajena. Han aceptado que sus hijos, sus hermanos o sus maridos emprendan la ruta ilegal hacia Europa sabiendo que corren el riesgo de ser secuestrados, torturados y de ahogarse por el camino. Incluso los han animado a hacerlo.

En la pequeña ciudad de Saba, en Gambia, mucha gente ha perdido a algún ser querido. Aun así, instan al siguiente a que se vaya. “Cuando mi hermano Sleiman murió, fue por voluntad de Alá”, dice Ebrima Danso, un agricultor que cultiva cacahuetes y sandías. Cuando Sleiman falleció en Italia por causas desconocidas, también cesó el flujo de giros bancarios que permitían sobrevivir a su familia. Siendo el hijo mayor, Ebrima Danso tenía que quedarse a cuidar de su madre, así que no vio más opción que animar a su hermano menor a que se pusiese en camino hacia Europa para sustituir a Sleiman. Cuando le preguntamos por los riesgos a los que exponía a su hermano, respondió: “Si lo consigue, podrá asegurar la supervivencia de nuestra madre y del resto de la familia. Si no, habrá sido la voluntad de Alá. Lo dejo todo en sus manos”. El hermano pequeño se fue a Libia, donde lo secuestraron los milicianos. No han vuelto a saber de él desde junio, cuando terminó el Ramadán.

Reunidos a la sombra delante de una pequeña tienda de comestibles, mientras venden bolsas de arroz y poca cosa más, los mayores del pueblo aluden a la aguda penuria económica.

Wasasi Singhateh es padre de tres hijos. Cuenta que dos de ellos murieron a bordo de una embarcación destinada al tráfico de personas cuando el tanque del combustible se incendió. Cincuenta de los 150 pasajeros murieron abrasados o se ahogaron al intentar escapar de la gasolina en llamas.

“Por supuesto que yo no querría que mis hijos corriesen esos riesgos. Nadie lo quiere, pero no tenemos otra manera de que nuestras familias sobrevivan”, se lamenta Singhateh. Su tercer hijo se fue a España. Les manda 50 euros cuando puede, generalmente una vez al mes. Lo justo para un saco de arroz para que sus familiares de Saba se las arreglen.

Con dos millones de habitantes, Gambia es el país más pequeño de África. Y sin embargo, los gambianos son una de las cinco nacionalidades que más cruzan el Mediterráneo en dirección a Italia. En los primeros seis meses de este año, 4.920 llegaron a la península italiana, el porcentaje más alto con diferencia en relación con el total de población.

A lo largo de los últimos 10 años, las remesas de dinero enviado por quienes han emigrado a sus familias en Gambia se han multiplicado por cuatro, y según cálculos del Banco Mundial, actualmente representan nada menos que el 22% del PIB del país. Frente a ello, todo el sector agrícola, que proporciona ingresos al 70% de la población, representa el 30% del PIB.

En Gambia el sector agrícola proporciona ingresos al 70% de la población, pero solo representa el 30% del PIB.
En Gambia el sector agrícola proporciona ingresos al 70% de la población, pero solo representa el 30% del PIB.Finn Frandsen

Según Ada Lekoetje, coordinadora residente de Naciones Unidas y responsable de supervisar las relaciones entre las organizaciones de la ONU y el Gobierno de Gambia, las altas tasas de emigración desde el país, así como desde otros de África occidental, han acabado pasando factura a sus perspectivas de desarrollo. “En algunas zonas se han marchado prácticamente todos los jóvenes. Tras el éxodo, falta la mano de obra necesaria en el sector agrícola”, afirma.

Las dificultades económicas son el principal motor de la emigración, pero ya no son el único. “También es una actitud”, aclara la coordinadora de la ONU, una visión que comparten los analistas económicos, las ONG de ayuda al desarrollo y los jóvenes activistas.

En Gambia, los emigrantes se han convertido en ejemplos a seguir como antes lo eran los médicos o los abogados, explica Omar Badjie, director de la ONG Ayuda en Acción en el país. “La gente con un empleo relativamente bueno también se va, ya sean maestros, soldados, policías o incluso funcionarios. Dejan su puesto y se marchan sin más. Los efectos se notan en todas partes”, añade el cooperante.

Sin embargo, en los últimos meses, el número de emigrantes ha descendido radicalmente, señala Moussa Dibba, jefe de la división de emigración de Farafenni, un punto fronterizo clave con el vecino Senegal. En gran parte se debe a que salir de Libia se ha vuelto difícil, pero también, insiste, a que la comunidad internacional ha dado apoyo al Gobierno para que corte el flujo en su origen.

“Hace seis meses, los traficantes podían reunir 50 emigrantes en un día y salir con un autobús lleno. Me atrevería a decir que el modelo de negocio se ha venido abajo”, afirma Dibba. “Ahora, si pensamos que tienen intención de emigrar, los paramos. Un día normal interceptamos entre siete y 10 y los mandamos de vuelta a casa”. Los que aspiran a emigrar son sometidos a campañas informativas que insisten en las dificultades del viaje y en el alto riesgo de fracasar.

La comunidad internacional respalda la iniciativa, declara la coordinadora de Naciones Unidas. “Durante mucho tiempo, la gente se ha fijado solamente en el 5% o el 10% que consigue salir adelante en Europa. Tenemos que contárselo todo y centrar la atención en el 90% o más que llegan a Europa y solo encuentran penurias, o en aquellos que ni siquiera llegan”, remacha Ada Lekoetje. “Tal vez no los disuada a todos, pero por lo menos sabrán cuáles son sus posibilidades antes de tomar la decisión de irse”.

Papa Ndiaye, un sastre de Farafenni, está ahorrando para volver a intentar llegar a Europa.
Papa Ndiaye, un sastre de Farafenni, está ahorrando para volver a intentar llegar a Europa.Finn Frandsen

A pesar de todo, Papa Ndiaye, un sastre de Farafenni, no se dejó disuadir por el fracaso. En su primer intento, hace tres años, se quedó sin dinero ya antes de llegar al Sáhara y tuvo que volver con las manos vacías. En un callejón, trabaja en una antigua máquina de coser para ahorrar dinero suficiente para volver a intentarlo. “Tengo que hacerlo. Aquí no hay nada. Puedo coser, pero la gente no puede pagar. Ese es el problema”, se lamenta.

En Banjul, la capital, cinco hombres y mujeres jóvenes están reunidos en un pequeño despacho para planear el próximo paso de su campaña dirigida a convencer a sus coetáneos de que no emigren.

El Gobierno y la comunidad internacional se sirven de grupos como Activista para difundir el mensaje. En esta asociación animan a los que han vuelto a que den un paso al frente y cuenten las dificultades que han sufrido y la alta probabilidad de que te atrapen y te devuelvan a Gambia. También animan a los jóvenes gambianos que han logrado salir adelante en su país a que demuestren que hay alternativas viables.

El grupo, sin embargo, ha descubierto que, a menudo, el verdadero problema no es la mentalidad de los jóvenes, sino la de sus padres, especialmente la de sus madres. El hallazgo confirma su experiencia personal. “A todos nos presionan para que nos vayamos”, insiste Fatou Fofene, una activista de 26 años. “Para las madres, tener a sus hijos en Europa se ha convertido en una cuestión de prestigio. No respetan a los jóvenes que deciden quedarse”, explica.

Las madres pueden aplicar toda clase de tácticas. Algunas llaman directamente inútil a su hijo y ridiculizan la aportación económica que hace a la familia. Otras son más sutiles y lo que hacen es no prestar apenas o ninguna atención a los que se quedan en casa, mientras que elogian a los que jóvenes se han ido, ya sean de la propia familia o de los vecinos. “En nuestra cultura, esto también resulta muy persuasivo”, concluye Fofene.

Este artículo forma parte de una serie realizada por Politiken, Der Spiegel, Le Monde, La Stampa, The Guardian y EL PAÍS. Un viaje que pasa por España, Marruecos, Libia, Gambia, Argelia y Grecia. LEER TODOS LOS REPORTAJES >>

* Traducción de News Clips.

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