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Un discurso accidentado arruina el intento de May de afianzar su liderazgo

En un angustioso discurso, interrumpido por un espontáneo y por constantes ataques de tos, la primera ministra británica pasa de puntillas por el Brexit y anuncia varias medidas de corte social

Un espontáneo interrumpe el discurso de la primera ministra.Vídeo: PHIL NOBLE (reuters) / reuters (epv
Pablo Guimón

La primera ministra británica, Theresa May, ha tratado de desviar el foco del conflictivo Brexit —asunto al que ha dedicado apenas 24 líneas de un discurso de nueve páginas— hacia la más pacífica política interna, en un intento de detener el empuje de la oposición laborista con una serie de medidas sociales dedicadas a los jóvenes. Pero el fondo de su discurso, que cierra el congreso del Partido Conservador en Mánchester, quedará inevitablemente ensombrecido por una serie de desafortunados incidentes que han arruinado su ambición de fortalecer su liderazgo.

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Ha sido un discurso angustioso en la forma. Interrumpido primero por un espontáneo que se ha acercado al atril para entregar a la primera ministra una carta de despido y después, en numerosas ocasiones, por la tos de la propia May y la dificultad de hacerse oír con una voz que se le iba y que no llegó a recuperar del todo.

Entre las medidas de política interna que han constituido el grueso del discurso, May ha anunciado un tope a los recibos de la luz y el gas. Ha prometido también impulsar la construcción de viviendas sociales y ha reiterado su propuesta de congelar el aumento por inflación de las matrículas universitarias. Son medidas más propias de los dominios políticos del laborismo —a cuyo líder acusó de querer gobernar el país tomando "de modelo a Venezuela"— que del Partido Conservador. May reacciona así al crecimiento del partido de Corbyn en las elecciones de junio y en las encuestas, y a la llamativa desconexión con el electorado joven que tanto preocupa a los tories.

La líder conservadora ha pedido disculpas por el resultado de las elecciones de junio, en las que el partido perdió la mayoría absoluta. Cuando el partido reclama un liderazgo fuerte para superar el bache, May ha estado débil en la forma —esa falta de voz que llegó a parecer que le obligaría a abandonar el escenario— y en el fondo —incapaz de avanzar en los temas más conflictivos en el partido, como el Brexit—. Pero, involuntariamente y acaso por la vía de la compasión, el discurso ha tenido la virtud de humanizar al Maybot, el palabro que fusiona su nombre con la palabra robot, con el que se criticó tanto a la primera ministra por su frialdad durante la campaña.

Respecto al Brexit, ante el aparente atasco seis meses después del inicio del proceso, May ha reconocido que “hay quienes encuentran las negociaciones frustrantes”. Pero se ha mostrado “confiada” en que se alcanzará un acuerdo “que funcione para Reino Unido y también para Europa”. Ha instado a los equipos negociadores a alcanzar un acuerdo “rápidamente” sobre los derechos de los ciudadanos de la UE residentes en Reino Unido. “Queremos que os quedéis”, les ha dicho.

Pasando por alto las sonadas divergencias en el seno de su Gobierno, May ha insistido en que la postura negociadora del Reino Unido es la que expuso en su discurso del pasado 22 de septiembre en Florencia. Su objetivo final, ha dicho, “es una profunda nueva alianza entre una Unión Europea fuerte y exitosa y un Reino Unido soberano”. Pero, ante el riesgo de que las negociaciones no prosperen, ha asegurado que es su obligación como Gobierno “prepararse para cualquier eventualidad”. “Y eso es exactamente lo que estamos haciendo”, ha advertido.

La primera ministra ha apelado a la unidad del país. “Nuestra preciosa unión de naciones, cuatro naciones que son más fuertes que una, está amenazada por aquellos que, con sus estrechas agendas nacionalistas, quieren separarnos”, ha dicho.

El discurso ha sido interrumpido por un hombre —Simon Brodkin, que se define como “comediante” en su cuenta de Twitter— que se ha acercado al atril de la primera ministra y le ha entregado un formulario de despido diciendo que lo hacía de parte del ministro Boris Johnson. El ministro de Exteriores lleva semanas desafiando a la primera ministra haciendo pública una visión personal del Brexit más dura que la oficial.

La irrupción del intruso ha obligado May a interrumpir su discurso, que ha retomado entre aplausos cuando los agentes de seguridad han expulsado al “comediante”. A partir de ese momento a May le ha empezado a fallar la voz. Se ha visto obligada a interrumpir su discurso continuamente para beber agua, hasta el punto de que el ministro de Economía, Philip Hammond, ha tenido que darle una pastilla para la garganta. Era como la típica pesadilla que un conferenciante inseguro puede tener la noche previa a su discurso más importante.

La falta de voz ha llenado de tensión el auditorio, que alargaba los aplausos para ayudar a la primera ministra a recuperarse. “Está acabada”, susurraba un delegado del partido que escuchaba a la líder. Otros opinaban que el episodio —que se ha prolongado hasta el final del discurso— no había hecho sino humanizar a una primera ministra reiteradamente acusada de frialdad y escasa empatía.

“Sé que no soy muy emocional, no soy del tipo de personas que llevan su corazón en la manga”, ha reconocido May, antes de introducirse en terrenos inusualmente personales para el discurso de una primera ministra. “Siempre ha sido una tristeza para Philip [May, su marido] y para mí no haber sido bendecidos con hijos. Parece que hay cosas en la vida que simplemente no pueden ser”, ha dicho, antes de anunciar que dedicaría su mandato a conseguir “una vida mejor” para las siguientes generaciones.

May ha advertido de que las elecciones de junio mostraron que “para demasiada gente en el país el sueño británico parece lejano, y la habilidad del Partido Conservador para proporcionarlo está cuestionada”. “Yo convoque las elecciones”, ha reconocido. “Pero no logramos la victoria que queríamos porque nuestra campaña nacional se quedó corta. Fue demasiado encorsetada. Demasiado presidencial”.

Finalmente, May ha instado a los miembros de su partido, cuyo congreso ha estado dominado por las intrigas entre bandos enfrentados, a remar juntos y concentrarse en los importante. “Más allá de este auditorio, más allá de las páginas de cotilleos de los periódicos, más allá de las calles, pasillos y salas de reuniones de Westminster, las vidas diarias de las personas trabajadoras continúan”, ha dicho, antes de fundirse en un largo abrazo en el escenario con su marido.

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Sobre la firma

Pablo Guimón
Es el redactor jefe de la sección de Sociedad. Ha sido corresponsal en Washington y en Londres, plazas en las que cubrió los últimos años de la presidencia de Trump, así como el referéndum y la sacudida del Brexit. Antes estuvo al frente de la sección de Madrid, de El País Semanal, y fue jefe de sección de Cultura y del suplemento Tentaciones.

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