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Destacados republicanos y grupos sociales rechazan el veto de Trump a los transgénero en el Ejército

“No daremos marcha atrás. Nuestro progreso continuará”, dice la soldado Chelsea Manning

Chelsea Manning, en la primera fotografía que subió, en mayo, como mujer
Chelsea Manning, en la primera fotografía que subió, en mayo, como mujerAFP

Fueron tres tuits publicados con prisa y escasos detalles. El precipitado anuncio de Donald Trump de que los transgénero no podrán servir en el Ejército de Estados Unidos no solo ha sido censurado por grupos sociales sino que ha descolocado al Pentágono y a su propio partido. Destacados legisladores republicanos, algunos veteranos de guerra, han criticado el anuncio del presidente el miércoles. Mientras que la mayoría del partido ha permanecido en silencio, algunos republicanos y organizaciones cristianas han aplaudido la restricción, que entierra la política aperturista de Barack Obama.

“No hay ninguna razón para forzar a abandonar el Ejército a miembros en servicio que son capaces de luchar, entrenar y desplegarse al margen de su identidad de género”, dijo el senador republicano John McCain, que fue prisionero de guerra en Vietnam. “Todos deberíamos estar guiados por el principio de que cualquier americano que quiera servir a su país y pueda cumplir los estándares debería tener la oportunidad de hacerlo”.

Joni Ernst, la primera veterana de guerra en entrar al Senado, dijo que se opone a que se paguen con fondos públicos los procedimientos de transición de género pero que cree que debe darse la “oportunidad” de entrar al Ejército a cualquier ciudadano cualificado.

Otro destacado senador, Richard Shelby, responsable del subcomité que decide el presupuesto del Pentágono, defendió “tratar a todo el mundo justamente y dar la oportunidad de servir” y recordó que la afiliación al Ejército es voluntaria.

Se calcula que hay hasta 13.000 militares transgéneros en activo, lo que supone menos del 1% del total, según varios estudios. Es un debate que divide a la opinión pública. Según una encuesta de junio de Rasmussen, un 23% consideró que era positivo que los transexuales sirvan abiertamente en el Ejército; un 31%, que no tendría ningún impacto; y un 38%, que sería dañino.

Desde las organizaciones de defensa de los derechos LGTB, el veto de Trump se percibe como un retorno al pasado en que los militares tenían que ocultar su identidad sexual por miedo a ser castigados o vejados. En 2010, la Administración Obama permitió que los homosexuales sirvieran en el Ejército y en 2016 autorizó a las mujeres a acceder a prácticamente todos los puestos de combate antes de hacerlo también con los transgéneros.

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“Es un paso atrás masivo”, dice por teléfono Matt Thorn, director interino de Outserve, una organización que ayuda al colectivo transgénero. “Demuestra una indiferencia descarada hacia los militares transgénero que están defiendo y protegiendo las libertades de este país”.

Thorn asegura que su organización recurrirá la decisión ante los tribunales alegando que es discriminatoria y considera erróneo el argumento de coste económico que emplea Trump. “El Pentágono se gasta cada año cinco veces más en Viagra”, señala. Se calcula que el coste del tratamiento de reasignación de género a militares costaría entre 2,4 y 8,4 millones de dólares al año, comparado con los 41 millones que gastó el Departamento de Defensa en 2014 en el fármaco para mejorar la actividad sexual.

Al debate se sumó un icono de la lucha transexual. Chelsea Manning, la soldado que cuando se hacía llamar Bradley filtró secretos de Estado a Wikileaks, consideró el anuncio de Trump un “golpe devastador” a la “humanidad básica y supervivencia” de la comunidad transgénero. “No daremos marcha atrás. Nuestro progreso continuará. Nuestra organización y activismo crecerá más fuerte”, escribió Manning, que fue excarcelada en mayo, en un artículo en The New York Times.

Mensaje de calma del Pentágono

Ante la incógnita de qué efecto inmediato puede tener el anuncio de Trump sobre los militares transgénero, el Pentágono trató de mandar un mensaje de calma. “No habrá ninguna modificación de la política actual hasta que la indicación del presidente haya sido recibida por el secretario de Defensa y el secretario haya emitido una guía de implementación”, escribió el jefe del Estado Mayor Conjunto de EE UU, Joseph Dunford, en una carta a la cúpula del Pentágono.

“Seguiremos tratando a todo nuestro personal con respeto. Dada la lucha actual y los desafíos que afrontamos, todos seguiremos centrados en cumplir nuestras misiones asignadas”, agregó. En otro momento, admitió que existen “preguntas” sobre la decisión de Trump.

Ash Carter, el entonces secretario de Defensa, anunció en junio de 2016 que las personas transgénero podrían servir abiertamente en las filas del Ejército y que se crearía un programa para llevar a cabo y costear la transición de género para los militares que lo solicitaran. Dunford, que entonces ya era el máximo responsable castrense, apoyó la decisión y se diseñó un calendario de implementación. La última barrera discriminatoria en el Ejército se derrumbaba.

De forma inmediata, los militares “solamente por ser individuos transgéneros” ya no podían ser “involuntariamente separados, despedidos o que les negara realistamiento o continuación de su servicio”. A partir del 1 de octubre de 2016, los uniformados que lo desearan empezaron a poder recibir tratamiento médico para su reasignación de sexo. Y a partir de julio de 2017, se aceptarían las peticiones de entrada al Ejército de personas transgéneros que llevaran al menos 18 meses “estables” con su nuevo género y que debían superar los mismos requisitos físicos y mentales que el resto de solicitantes.

Sin embargo, tras la llegada de Trump a la Casa Blanca, el secretario de Defensa, Jim Mattis, decidió posponer seis meses esa última fase. Y el miércoles el presidente la enterró definitivamente bajo este argumento: “Nuestros militares deben estar centrados en la victoria y no pueden cargar con los tremendos costes médicos y la alteración que los transgéneros supondrán en el Ejército”.

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