Chipriotas griegos y turcos reanudan el diálogo para la reunificación en Suiza
La ONU ha advertido que si el proceso fracasa de nuevo podría retirar a sus cascos azules de la isla
Como vienen haciendo casi a diario durante los últimos meses, miles de chipriotas de las comunidades griega y turca alentaron en Nicosia en la noche del martes, con un concierto y una cadena humana por la paz a lo largo de la línea verde, la reanudación este miércoles en Suiza de las conversaciones entre los dos líderes de la isla, el grecochipriota Nikos Anastasiadis y el turcochipriota Mustafa Akinci, en el enésimo intento, auspiciado por la ONU, de alcanzar una solución definitiva a la división de la isla desde 1974, cuando el Ejército turco invadió el tercio septentrional en respuesta a un frustrado intento de anexión a Grecia. En un clima de expectación contenida, la ONU consideró muy positivo el reinicio del diálogo.
Con la memoria fresca de expectativas frustradas, y un plazo perentorio —en la República de Chipre, grecochipriota, la única reconocida por la comunidad internacional, se celebran presidenciales en febrero, lo que podría alterar las reglas del juego político y cuestionar la disposición al diálogo—, a la cita de Crans-Montana acuden no sólo las dos delegaciones protagonistas, lideradas por sus respectivos presidentes, sino también representantes de las denominadas potencias garantes: Reino Unido, antigua metrópoli hasta la independencia de la isla en 1960; Grecia y Turquía.
Este sistema de garantías, juzgado obsoleto por Londres y Atenas y defendido por Ankara, es el escollo más serio en un proceso que muchos daban ya por finalizado este año, y que en febrero sufrió un parón casi irreversible por una ley de memoria histórica aprobada por el Parlamento de Nicosia que exacerbó los ánimos de sus vecinos de la República Turca del Norte de Chipre (RTNC), establecida en 1983, reconocida sólo por Ankara y donde hay desplegados entre 30.000 y 40.000 soldados. Mediante el citado esquema, aún vigente, cualquiera de los países garantes podría intervenir militarmente en la isla en caso de violaciones de la seguridad o revueltas étnicas entre comunidades, como las que en 1963 y 1964 propiciaron el despliegue de los primeros cascos azules (en 1974, tras la invasión turca, llegaría el contingente definitivo). Chipre es el único territorio de la UE donde hay desplegada una misión pacificadora; también el único dividido por una línea de demarcación.
Otras cuestiones polémicas son la petición turcochipriota de establecer una presidencia rotatoria y la demanda grecochipriota de que Ankara retire a los militares desplegados en el norte de la isla y renuncie a sus derechos de intervención (los que tiene como país garante).
Lo que aparentemente parecía más difícil, la configuración del futuro Chipre reunificado bajo la forma de una “federación bicomunal y bizonal en pie de igualdad política”, con dos Estados constituyentes, ha resultado menos arduo de lo esperado; tras casi dos años de diálogo, el acuerdo existe y sólo habría de ser ratificado en sendos referendos, antes de finales de año, si la ronda iniciada este miércoles en Suiza concluye positivamente. Pero la quiebra de la confianza en febrero entre Anastasiadis y Akinci —dos fervientes defensores de la reunificación, además de amigos— se añade a la pérdida de la paciencia por parte de otros actores implicados, el primero de ellos la ONU, que podría desplazar a sus cascos azules de la isla hacia otros destinos más inestables. Si las conversaciones vuelven a fracasar, ha advertido la organización, retirará de Chipre la que es su operación de paz más antigua —medio siglo sobre el terreno—, una decisión ya tomada por Australia, que este mes ha evacuado a sus soldados “para reforzar la seguridad cerca de casa”.
La presencia de los cascos azules, pues, pende de un hilo, de ahí tal vez la implicación personal del secretario general de la ONU, el portugués António Guterres, en el proceso. Fuentes cercanas a la negociación apuntan la posibilidad de que el propio Guterres se traslade este viernes a la localidad suiza para el anuncio de un “principio de acuerdo”. La perspectiva, empero, no es un cheque en blanco de optimismo: hasta el día de hoy, muchos pactos se han quedado por el camino; el más importante, el llamado plan Annan (por Kofi Annan, entonces secretario general de la ONU), el intento de reunificación más tangible hasta la fecha, rechazado mayoritariamente en referéndum por los grecochipriotas en 2004.
Como ironiza el académico Nikos Skoutaris en el portal griego Macrópolis, si las negociaciones retomadas este miércoles en Crans-Montana derrapan otra vez, no quedará localidad en Suiza capaz de albergar más rondas de diálogo. Los acuerdos por los que se estableció en 1960 la República de Chipre se firmaron en Zurich; los capítulos finales del plan Annan, en Bürgenstock; la actual conferencia, en Ginebra, con rondas colaterales en Mont-Pèlerin; y este último intento, en Crans-Montana. Sobre la mesa de negociación hay ya más logros que fiascos: cuestiones territoriales, de gobernanza y reparto del poder, economía, derechos de propiedad —más del 75% de la tierra en manos privadas en la RTNC pertenece a grecochipriotas— y la relación con la UE; todos ellos reglados. En el horizonte, a medio plazo, se cierne sobre las dos comunidades el maná del gas natural existente en aguas de la isla, un hallazgo que ha contribuido a impulsar el diálogo y, a la vez, reconfigurado los equilibrios de poder en la región, con un triángulo de cooperación Grecia-Chipre-Israel cada vez más pujante. El aislamiento internacional tras el fallido golpe de Estado y la purga desatada han arrinconado regionalmente a Turquía. El fiel de la balanza está, para muchos, en el delicado proceso de diálogo en marcha.
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