El decoro (también) se impone en los banquillos y vestuarios de fútbol en Portugal
La liga portuguesa de fútbol castigará el curso que viene a quienes digan palabrotas, escupan y fumen cigarrillos electrónicos en las áreas técnicas
Ni el ojo de halcón ni el video-árbitro llegan a esa zona oscura de los campos de fútbol donde se cruzan futbolistas y directivos y se dicen de todo: el túnel de vestuarios y zonas adyacentes. Desde el próximo mes de agosto, unos y otros van a tener más cuidado. La Asamblea de clubes portugueses de fútbol ha aprobado un cambio en el reglamento disciplinar para que se prohíba el “uso de expresiones o gestos amenazadores o indignos” en las áreas técnicas del estadio, como los vestuarios, pero también en la zona del césped en el que se mueven entrenadores, utilleros, fisios, delegados de campo y jugadores reservas.
Su aplicación estricta en la zona técnica del campo puede acabar con más expulsiones que en el terreno de juego
El cambio disciplinario de la Liga concreta que se considerará “indignidad agravada el acto de fumar en la zona técnica, incluyendo cigarrillos electrónicos, expeler humo o cualquier otra sustancia, como saliva, en dirección a dirigentes, jugadores o cualquier otro agente deportivo”.
La propuesta del club más poderoso del país, el Benfica, solo fue apoyada por tres votos más, mientras que 36 clubes se hacían los suecos y dos votaban en contra: los dos otros grandes, Sporting de Lisboa y Oporto.
El cambio de reglamento no es inocente. Va dirigido contra el presidente del Sporting, Bruno de Carvalho, que se sienta en el banquillo con los jugadores, fuma cigarrillos electrónicos y se ha visto envuelto en un pleito por un presunto escupitajo al presidente del Arouca. Este club, junto al Vitória de Setúbal y el representante del Famalicão, exjugador del Benfica, fue uno de los tres votos que sumó a la propuesta para que se implante ya este inicio de campeonato.
Claro, el Sporting de Lisboa y su presidente se han dado por aludidos con el cambio de reglamento, como si asumieran de entrada que su dirigente hace todas esas cosas durante los partidos de fútbol y le van a llover las multas. Si la norma nace sospechosamente contra una persona, su aplicación estricta en la zona técnica del campo puede acabar con más expulsiones que en el terreno de juego. Se acabó escupir y jurar, pero también los cortes de manga, las peinetas, el lanzamiento de chorretes de agua, las expectoraciones, las carreritas, los saltos de alegría (ofenden un montón al vecino), meterse el dedo en la nariz (gesto indigno) y actos no menos agresivos hacia el contrario, como la pegada de chicles en el techo del banquillo.
Como el Tribunal Constitucional no intervenga pronto —que no sería de extrañar, dado su hiperactivismo—, la liga portuguesa de fútbol se va a disputar en un convento de clausura, cisterciense, claro.
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