La comunidad gay da sus primeros pasos para salir del armario en Beirut
La capital libanesa celebra la semana del orgullo gay, sentando un precedente en la región
Hartos de alternar entre la persecución y la tolerancia, la comunidad gay de Beirut se ha enrollado la bandera multicolor a la cabeza y ha decidido salir en masa del armario. Lo ha hecho en la semana de Beirut Pride 2017, primer evento del orgullo gay libanés y de todo el mundo árabe. Desde el 17 de mayo —día internacional contra la homofobia— han desafiado a golpe de eventos culturales el artículo 534 del código penal libanés que condena “los actos sexuales innaturales” con multas y hasta un año entre rejas. No faltaron las amenazas de los grupos salafistas y las presiones de los líderes religiosos que acabaron por cancelar la marcha gay y colofón previsto para este histórico pulso sociocultural.
“Estamos hartos de llevar una doble vida, de mentir a nuestros padres, de escondernos de la sociedad, de las presiones, de los suicidios”. Quien habla es la camarera Lea Freiha, de 25 años, y quien se presenta como la “mascota del orgullo gay en Beirut”. Camina envuelta en una bandera multicolor en una zona cristiana de bares de la capital donde los colores del arcoíris ondearon este sábado hasta en 21 establecimientos. Divertida, se para a explicar a los transeúntes de qué trata este extraño reclamo donde, botellín en mano, dos libanesas se besan sentadas sobre la acera y un joven se contornea sobre 30 centímetros de tacón.
Las banderas se atan con sumo cuidado porque no existen en Líbano, tan solo disponen de aquellas compradas durante unas vacaciones en el extranjero. “¿De qué equipo es esa bandera?”, pregunta curioso un militar a su paso a través del gentío. Para proseguir camino meneando la cabeza cuando le cuentan que no se trata de ninguna final de fútbol. El artífice del evento es Hadi Damien, de 28 años y con una prometedora carrera en el ámbito cultural. “Ya era hora de hacerlo, lo importante era el cómo. Ahora sabemos que repetiremos”, dice Damien, quien ha sabido eludir hábilmente toda confrontación con las autoridades, silenciosas, para maquillar la semana del orgullo gay entre cuenta cuentos, desfiles de moda y conciertos en contra del odio y la intolerancia.
“Recibimos varias amenazas de los salafistas”, asegura Siwan, trabajador de la ONG Proud Lebanon. Esta organización es la primera registrada en Líbano en 2014 para la protección de los derechos de la comunidad LGBT. Le precede de una década la ONG Helem, con sede en Canadá. Ambas ofrecen protección legal y asesoramiento a los libaneses pero también han acogido a los refugiados sirios homosexuales. “Es algo excepcional esto de poder expresarte con tu pareja en público”, dice Laura, española de 28 años junto a su novia libanesa. Por un día y al aire libre 70 personas se han reunido a las afueras de Beirut sin tener que preocuparse de las usuales miradas de reproche.
Todos se conocen. Pocos han salido del armario por temor al rechazo. La mayoría esquiva la cámara. Pionera en el mundo árabe, la comunidad gay de Beirut se ha ganado a pulso sus pequeños oasis de libertad, aunque se cuentan con los dedos de una mano. La zona de confort se reduce a tres bares y dos discotecas donde mantener por unas horas una ilusión de normalidad y recobrar esa autoestima que da la aceptación social. Y ni siquiera allí están a salvo. En 2014, una redada policial a un conocido cine de Beirut se zanjó con 50 homosexuales arrestados que fueron sometidos a una humillante prueba anal.
Se trata de la primera vez que los gais libaneses dan la cara en público, con una participación que ha superado todas las expectativas. En algunos eventos hubo más de 400 participantes. Lo hacen en un contexto de efervescencia de la sociedad civil cada día más sonora en su condena de una casta política sectaria y corrupta. “He volado 12 horas para celebrar este día con mi hijo. Se trata de que les vean como personas, no son contagiosos, solo quieren ser aceptados”, dice Asma al tiempo que se abraza al joven Alí.
Los gais libaneses acaban de anotarse un tanto histórico en la lucha por la aceptación social aunque sea en la burbuja concentrada en varias calles de la capital. El desfile que había de cerrar el evento nunca se celebró por temor a que se concretaran las amenazas vertidas por varios grupos salafistas. En su lugar, fue la Drag Queen Evita quien puso el broche final con una provocadora actuación. Vestida con un tutú rosa, peluca roja, densa barba y lentillas azul fluorescente, encandiló a un generoso público que atiborró este domingo el bar Bardó.
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