Las víctimas de la avalancha de Mocoa: “Estamos en el tejado, por favor ayuda, hay niños”
Más de un centenar de personas fallece por el desbordamiento de varios ríos en el sur de Colombia
La noche del viernes, los habitantes de Mocoa, en el sur de Colombia, se fueron a dormir con el ruido de las lluvias del invierno que, como cada año, llega a su pueblo amazónico en abril. A las pocas horas de acostarse, los hijos de María Clemencia Ordóñez, vecina del barrio de La Independencia de esta ciudad de 45.000 habitantes, notaron como sus cuartos comenzaban a inundarse y el agua llegaba hasta su cama. Poco tiempo después, una avalancha de piedras, palos y barro arrasó su casa y todas sus pertenencias. "Pero estamos con vida, corrimos con suerte", dice la mujer. La madrugada del 1 de abril llovió en Mocoa como no había llovido en 25 años.
Los tres ríos que atraviesan esta ciudad de gente humilde, no aguantaron en sus cauces y se desbordaron. La corriente fue llevándose a su paso las casas de barro, arena y ladrillo hueco de 17 barrios, el 50% de Mocoa. “Le solicitamos a la Policía, al Ejercito un helicóptero, aquí en Los Pinos, estamos en peligro de muerte, el agua ya llega a la mitad de la casa”, se escucha decir con desesperación a Laura Montoya, en una de las llamadas de auxilio registradas esa noche. Como esta mujer, muchos vecinos salvaron sus vidas subiéndose al tejado de sus viviendas a la espera de ayuda. “Estamos en el tejado, en un segundo piso, por favor, un helicóptero o algo, ayuda, hay niños, hay ancianos, estamos muchas personas aquí, hago un llamado a los organismos de socorro, al alcalde, a todos que por favor nos ayuden", se oye en otro reclamo.
Muchos otros vecinos de Mocoa no tuvieron esa suerte. La avalancha no les perdonó. El último balance deja 154 víctimas mortales, 200 heridos y más de un centenar de desaparecidos a falta de un inventario oficial. La magnitud de la tragedia se explica al analizar las austeras casas de los habitantes de uno de esos pueblos de la Colombia profunda. Escondido del Estado en plena región amazónica. Comunicado por precarias carreteras. Atravesado por tres ríos caudalosos que nacen en una gran cordillera.
El barrio San Miguel fue una de las zonas que primero borró el agua. “Los que pudieron salir de las casas corrieron hacia la parte alta del pueblo, pero muchos no lo lograron. Esto es algo inexplicable”, dice María Eugenia Portilla, a muchos kilómetros de Mocoa, en Boyacá, en el centro de Colombia. Relata las palabras de su familia, con la que desde hace tres horas no puede hablar. El desbordamiento tumbó torres de energía. “A las 11:15 de la noche una hermana me llamó, pero no alcancé a responder. Después mi hija, que vive cerca, me avisó, me dijo que había una emergencia. No volví a saber nada hasta las 4:00 de la madrugada cuando pudimos volver a contactarnos. Casi todos alcanzaron a huir”, dice con la voz entrecortada.
Su mamá, de 83 años, tuvo que ser rescatada con ayuda de la comunidad, la ayuda humanitaria ha tardado en llegar por el difícil acceso a la zona. La puerta de su vivienda, de las pocas que se mantuvo en pie tras la avalancha, estaba atascada por lodo y rocas. No hubo tiempo de sacar ninguna pertenencia.
“Han sido horas de mucha angustia e impotencia. Es la peor tragedia que ha vivido mi pueblo, al que por esto, ahora el país sí está mirando”, explica entre lágrimas. Su sobrino Yovani Bravo Portilla, su esposa y sus hijos están desaparecidos.
El Gobierno de Juan Manuel Santos ha dispuesto un Puesto de Mando Unificado desde el que se coordina el trabajo de más de un millar de miembros de la Policía y el Ejército, la Cruz Roja, la Unidad de Gestión de Riesgos y otros organismos especializados en tareas de rescate. Moncoa, mientras tanto, se seca las lágrimas y mira al cielo amenazante esperando que las lluvias previstas sean más benevolentes.
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