Así extorsionó el ISIS al gigante del cemento
Correos filtrados de la firma franco-suiza LafargeHolcim revelan pagos a grupos armados en Siria
El gigante del cemento franco-suizo LafargeHolcim, líder mundial en el sector, admitió el pasado 2 de marzo en un comunicado que su empresa en Siria accedió a pagar a grupos armados para mantener la circulación de empleados y camiones de su planta en Xerab Hisq, en el norte del país. Lo hizo durante 2013 y hasta septiembre de 2014. Fue el día 19 de ese mes cuando el Estado Islámico (ISIS, en sus siglas en inglés), tras meses de ofensiva contra las milicias kurdas en los alrededores, llegó a las puertas de la cementera y accedió a las instalaciones. Dos días antes de aquello, sirva de ejemplo, Frederic Jolibois, máximo responsable de Lafarge Cement Syria, empresa propietaria de la planta, recibió un mail. Era el llamamiento desesperado de una trabajadora de la compañía. "Tenemos pagos pendientes que requieren sus instrucciones", decía el correo, "he arriesgado mi vida al comunicarme con esta persona por la continuidad del negocio". Esa persona de la que hablaba respondía al nombre de Ahmad J., intermediario entre la firma y, según él mismo dice en otro mail, el "ejército islamista más fuerte en el terreno con el que no se debería bromear". La trabajadora estaba urgida porque Ahmad J. pedía unos 30.000 euros y necesitaba que se aprobase la operación.
La unión de Lafarge y Holcim creó hace algo más de dos años el mayor grupo cementero del mundo: 90.000 empleados, 80 países, ventas de 32.000 millones de euros...Y estos días está en boca de muchos no solo por el affaire sirio sino porque su consejero delegado, Eric Olsen, ha manifestado su disposición a participar en la construcción del muro con México ideado por el presidente Donald Trump. Paradójicamente, el equipo de Trump aprovechó que Lafarge había contribuido con la Iniciativa Global Clinton para vincular a Hillary Clinton en plena campaña, en el verano de 2016, con los yihadistas del ISIS. Y eso porque un periódico sirio, Zaman al Wasl, y el diario francés Le Monde ya habían empezado a airear los tratos en Siria de la cementera con grupos armados.
EL PAÍS ha tenido acceso a varios documentos y correos de la firma filtrados en la Red. Alguno de estos papeles coinciden con los aportados por extrabajadores de la planta de Xerab Hisq en una denuncia presentada en París contra LafargeHolcim por "complicidad" con crímenes de guerra en Siria y "financiación de terrorismo". Entre los papeles está el que habla del tal Ahmad J., proveedor para la fábrica de fuel y puzolana (material silicio para hacer cemento). El 1 de octubre de 2014, dos semanas después del mail desesperado de esta trabajadora, Frederic Jolibois aprobó el pago. En otro de los correos de Ahmad J. relacionados a esta operación se cita incluso a otro intermediario, el doctor Taleb, con cuenta en Líbano y para el que se piden 18.000 euros. En la denuncia presentada en París se le identifica como Amro Taleb. Se trata, según un perfil en la web de la Universidad de Columbia, en la que dio una charla, de un consultor sirio-canadiense que ha trabajado, entre otros, para el Gobierno sirio y las empresas Lafarge, British Petroleum y Total.
Tanto la sede suiza de LafargeHolcim como sus oficinas en París, contactadas por este diario, se limitan al comunicado del 2 de marzo y no dan más detalles. Conocen por la prensa la filtración de documentos, pero remiten a la investigación aún abierta para no hacer comentarios al respecto. Hasta el momento, el grupo ha reconocido que Lafarge Cement Syria, la empresa al cargo de la planta en el país árabe, "proveyó fondos a terceras partes para llegar a acuerdos con grupos armados, mantener las operaciones y garantizar el paso seguro de empleados y materiales hacia y desde la planta". Varios de los papeles aireados y vinculados a los tratos de LafargeHolcim tienen el membrete del ISIS y la firma de su rama provincial en Alepo, adonde pertenece la planta. Son precisamente permisos para el paso de vehículos de la empresa por los checkpoints yihadistas. En uno de ellos se pide a los "hermanos muyahidines [combatientes de la yihad]" que dejen pasar a un coche de la planta para cumplir el "acuerdo" alcanzado previamente con la empresa cementera.
Las actividades de Lafarge Cement Syria comenzaron en 2010. La entonces empresa de matriz francesa invirtió unos 645 millones de euros en la planta. La cosa funcionó hasta que la guerra civil complicó la producción. Durante el año 2013, el ISIS se expandió por el norte del país. El complejo cementero, a 90 kilómetros de Raqa, cuna del califato, empezó a verse rodeado. La frontera más cercana, la turca, era un coladero de yihadistas a través del enclave en manos del ISIS de Tel Abiad. El grupo terrorista se hizo también con la estratégica localidad de Ayn Issa, a unos 30 kilómetros al este de la planta, y de Manbij, a 65 kilómetros al oeste, localidad natal y de residencia de muchos de los empleados de la cementera. Las milicias kurdas, no obstante, mantuvieron la seguridad de las instalaciones durante un tiempo.
"Hoy en día se está hablando en Siria mucho de la compra ilegal de petróleo de 'organizaciones no gubernamentales", escribió el 13 de julio de 2014 Mamdouh al Khaled, manager de planta desde Damasco. Al Khaled se dirigía en un correo electrónico a Bruno Pescheux, el que fuera antecesor de Jolibois al frente de la empresa en Siria. Era una advertencia. "Se espera", continuó el empleado, "que el Gobierno apruebe una resolución contra individuos o compañías que compren petróleo ilegal. Creo que nuestra empresa tiene que estar preparada". Pescheux le responde al día siguiente con una suerte de argumentario en el que dice que hay que defender, llegado el caso, que lo que ellos utilizan es "una cantidad muy pequeña" comparada con lo que se vende en el mercado negro a través de Turquía, y que es absolutamente necesario para hacer funcionar la planta, que a su vez vende cemento de donde el Gobierno sirio recauda impuestos.
"Hasta los kurdos compraban petróleo al ISIS, así que es seguro que el que usaba Lafarge venía del ISIS", dice uno de los citados en la denuncia presentada en París y que apoyan la organización francesa Sherpa y el alemán Centro Europeo para la Constitucionalidad y los Derechos Humanos. Exempleados de la fábrica señalan además que la gestión de la empresa puso en peligro al personal. Lafarge -nombre de la cementera antes de la fusión con Holcim- repatrió a su personal francés en 2012, año en el que el conflicto en Siria empezó a extenderse por Alepo, pero mantuvo las actividades y los trabajadores sirios. Algunos de estos empleados fueron secuestrados, entre ellos uno de los denunciantes. Una ristra de correos posteriores a la evacuación de septiembre de 2014 habla precisamente de la puesta en libertad de dos trabajadores cristianos, "convertidos al islam" y enviados a Manbij para "tomar cursos y clases de religión islámica". Otros dos miembros del personal de la empresa, fueron puestos en libertad en la misma ciudad. Se desconoce a partir de los mails quién apresó a los individuos, pero la ciudad de Manbij estaba aún en manos del ISIS.
El relato de huida que hace uno de los responsables directos de la planta es finalmente demoledor. Tardó 10 días en llegar a un lugar seguro en Turquía, tras saltarse el cerco de Kobane, uno de los frentes de la guerra en aquel momento. Cuando lo logra, coge un ordenador y le cuenta a Jolibois todo lo que pasó. Cada empleado se buscó la vida como pudo. A él le advirtió desde Raqa un exempleado de la cementera, integrante del ISIS, de que el grupo yihadista quería acceder a las instalaciones. Lo mismo le dijo otro colega desde Tel Abiad. No se fió de ninguno. Desconectó los generadores el 18 de septiembre de 2014 y, un día después, huyó de la planta junto a una decena de miembros de su familia. En el mail, el trabajador pedía ayuda para poder pagar los 500 dólares al día que necesitaba en su nueva vida al otro lado de la frontera.
Este artículo ha contado con información de Antonio Pita.
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