Desde Rusia sin amor
Exagentes británicos señalan que las alegaciones contra Trump son consecuentes con el modus operandi de los servicios de inteligencia rusos
El misterioso exespía británico que ha puesto al mundo frente a la escalofriante posibilidad de que Rusia posea información lo suficientemente escandalosa como para poder chantajear al futuro presidente de Estados Unidos no es ningún James Bond.
Christopher Steele, hoy por hoy en paradero desconocido, es el nombre del exagente del MI6 que compuso el controvertido dossier hecho público esta semana en Estados Unidos sobre los supuestos excesos de Donald Trump con los rusos (y las rusas).
Según otro exespía británico del MI6, consultado este jueves en Londres por EL PAÍS, "Chris" operó en "la estación Moscú" en los años 90 y cuando regresó a Londres su principal función consistió en analizar la información secreta obtenida sobre Rusia por sus sucesores. Respetado más por sus compañeros por sus dotes como analista que como agente sobre el terreno, Steele no fue, como han publicado algunos medios, el jefe de la sección Rusia del servicio británico de espionaje exterior.
La cuestión que obsesiona a medio mundo hoy es si las alegaciones contra Trump, que han sido estudiadas con seria atención por la CIA y el FBI desde hace meses, son verídicas o si, como insiste el propio Trump, se trata de otro caso con el que el presidente electo está muy familiarizado: "noticias falsas". El que sí sabe la respuesta a la pregunta es Vladímir Putin, el presidente ruso y exagente de la KGB. En Estados Unidos y el resto del mundo solo existe, por ahora, la especulación.
El exespía que habló con EL PAÍS ha dicho que no duda de que la información conseguida por Steele sobre cierta supuesta actividad sexual de Trump durante sus varias visitas a Moscú y, más serio, de sus supuestos vínculos clandestinos con el Kremlin habría sido obtenida de "fuentes buenas". Lo cual no significa que sea verdad, o siquiera en parte verdad. El Estado ruso que preside Putin miente por naturaleza; miente incluso a los suyos, como observó el exespía.
"Pero lo que sí es verdad", agregó, "es que el contenido de las alegaciones contra Trump es consecuente con el modus operandi de los servicios de inteligencia rusos". Para el Servicio Federal de Seguridad de la Federación Rusa (FSB), sucesor de la KGB, es cuestión de "rutina" espiar a figuras estadounidenses de alto perfil como Trump y acumular información sobre ellos en un dossier. La idea es que tal dossier quizá se pueda utilizar en determinado momento para presionarles a que adopten posturas favorables a los intereses del Kremlin. "De lo que no cabe duda es que Trump habría estado entre los objetivos del FSB", dijo el exespía. "Lo cual podría llegar a tener consecuencias terroríficas ya que en unos días Trump tendrá su dedo en el botón nuclear".
También forma parte de la rutina del FSB filmar a visitantes importantes a Moscú en la aparente privacidad de sus habitaciones de hotel. "El hotel de lujo en el que se hospedó Trump es un estudio de televisión", dijo, solo medio en broma, el exespía.
Un segundo exagente del MI6 consultado esta semana por EL PAÍS confirmó la absoluta centralidad e impunidad de los servicios secretos en el aparato de Estado que administra Putin, y que han administrado todos los líderes rusos desde tiempos de los zares. "No hay ley que imponga límites a sus actividades. Todo vale", dijo. "Para Putin", agregó, "la Guerra Fría nunca terminó".
La ingenuidad de Trump es lo que llama la atención; su fe en las buenas intenciones de su "amigo" Putin, en el que confía más, según ha señalado en múltiples declaraciones, que en los propios servicios de inteligencia de Estados Unidos. O que en casi cualquier otra institución. Como señaló esta semana el disidente ruso y campeón ajedrecista Garry Kaspárov, "Trump ha criticado a los republicanos, los demócratas, el Papa, las elecciones de Estados Unidos, la CIA, el FBI, la OTAN, Meryl Streep. Trump no ha criticado a Vladímir Putin".
La persona a la que más ha criticado ha sido Hillary Clinton, su rival en las elecciones presidenciales. Durante la campaña electoral Trump pidió explícitamente a los rusos que hackearan los emails de Clinton; pidió también que se investigue si violó la ley en su uso de los emails, amenazándola con la cárcel. Lo lógico sería que él pidiese ahora una investigación pública de las alegaciones que se han filtrado esta semana sobre sus relaciones rusas. No lo hará pero quizá el Congreso estadounidense sí. En cual caso no le quedaría más remedio al hoy desaparecido Christopher Steele, el hombre más buscado del mundo por los medios de comunicación, que presentarse ante el mundo a revelar todo lo que sabe sobre una historia tan extraordinaria que, de ser verdad, dejaría en la sombra al famoso episodio Watergate que hace 42 años acabó con la presidencia de Richard Nixon.
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