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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Hashemi Rafsanjani, nexo clave entre el clero y el bazar de la República Islámica de Irán

La muerte del expresidente desprovee a la clase política iraní de uno de sus políticos más influyentes

El presidente Hasán Rohaní (c) a su llegada a una ceremonia en memoria del expresidente iraní Akbar Hashemí Rafsanyaní celebrada en la mezquita Jamaran en Teherán, este lunes.
El presidente Hasán Rohaní (c) a su llegada a una ceremonia en memoria del expresidente iraní Akbar Hashemí Rafsanyaní celebrada en la mezquita Jamaran en Teherán, este lunes. PRESIDENCIA DE IRÁN (EFE)

La súbita muerte en Teherán, a los 82 años, de Alí Akbhar Hashemi Rafsanjaní, hoyatoleslam del islam chií duodecimano, desprovee a la clase política iraní de uno de sus políticos más conocidos e influyentes. Había nacido en Bahreman, provincia de Kerman en 1934, en el seno de una familia vinculada al comercio de pistachos. Tal credencial familiar le aseguraría con el tiempo importantes vínculos no solo económicos sino también políticos. Cursó estudios islámicos en la ciudad santa de Qom. En su juventud entró en contacto con el ayatolá Ruhollah Jomeini, de cuya autoridad religiosa fue seguidor y durante sus exilios en Irak y Francia, se convirtió en uno de los enlaces de confianza del dignatario iraní con el interior de Irán. A la sazón, el país de los persas se hallaba bajo el reinado autocrático de Mohamed Reza Pahlevi, sha de Irán. Mohamed Reza Pahlevi había sucedido a su padre en el 1941 y, en 1953, tras huir del país en medio de fuertes disturbios regresó al trono después de un golpe de Estado perpetrado contra el presidente nacionalista iraní Mohamad Mossadegh por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos, bajo la supervisión del general estadounidense Norman Schwarzkopf, sénior.

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Hashemi Rafsanjaní pronto se adentró en los círculos de oposición clandestina al régimen monárquico del sha. Pasó cuatro años de cárcel tras varias detenciones. Mohamed Reza Pahlevi se hallaba enfrentado a una amplia oposición -nacionalista, demócrata, comunista e islámica- a la que perseguiría mediante su policía política, Savak, de sanguinaria crueldad. Los vínculos del clérigo kermaní con el imán Jomeini fueron cada vez más estrechos: él le encargó las finanzas de su organización islámica clandestina. A partir de enero de 1979, en medio de una formidable presión de masas, el sha abandonó el país y su salida dio paso al triunfo de una revolución multipartidaria vertebrada en torno a una alianza, inestable, entre islamistas jomeinistas, fedayines del Pueblo, muyaidines, Partido Tudeh (comunista), Partido Nacionalista, así como grupos kurdos, socialdemócratas, demócratas y liberales. No obstante, la hegemonía posrevolucionaria recaería -por eliminación física paulatina de sus consocios- en el Partido de la República Islámica, de cuya dirección formaban parte el ayatolá Mohamad Bejesti, el hoyatoleslam Alí Jamenei, entonces aliado suyo, y el propio Hashemi Rafsanjaní.

Predicador en Teherán

En los albores del nuevo régimen, Jamenei y Rafsanjaní compartirían la dirección de la importante plegaria de los viernes en la Universidad de Teherán, auténtica plataforma directriz de masas del sistema político naciente. En Teherán se recuerdan aún aquellas prédicas suyas, sazonadas a veces con humoradas, que destilaban un acentuado pragmatismo y una astucia que caracterizaría el proceder de Rafsanjaní como político pragmático, capaz de asumir las negociaciones más complejas. De voz aflautada, socarrón en el trato abierto, implacable con sus rivales, especialista en el juego corto y diestro maniobrero, su habilidad negociadora se atribuía a su extracción familiar vinculada al comercio agrícola. Fue tal condición la que le convertiría en el garante de una de las alianzas más consistentes de cuantas han fundamentado duraderamente el régimen islámico iraní, a saber, la del mundo del bazar, la burguesía comercial nacional, y el Clero musulmán, en el que Rafsanjaní alcanzaría la dignidad de hoyatoleslam. Tocado de turbante blanco (“Emamé safid”, no adscrito pues al linaje del Profeta Mahoma cuyos descendientes lucen el turbante negro), Rafsanjaní se vio investido primer presidente del Majlis, parlamento islámico. En junio de 1981, hasta 72 personalidades del régimen, incluido el ayatolá Mohamad Bejesti, cuatro ministros, seis viceministros y 27 parlamentarios, murieron en una explosión registrada en la sede del Partido de la República Islámica en Teherán. Meses antes, había resultado muerto, presumiblemente por envenenamiento, el ayatolá Mohamad Tahleghani, otro de los pesos pesados del islam revolucionario.

Rafsanjaní, casado con Effat Marashi y padre de tres hijos y dos hijas, sería ministro del Interior en 1981, periodo en el cual dirigió una intensa represión contra los rivales ideológicos de su partido, con cientos de fusilamientos de cuadros e intelectuales progresistas. Posteriormente y siempre con la confianza de Jomeini, accedería a la Presidencia de la República, cargo en el que sucedería a Sayed Alí Jamenei, Guía de la Revolución a la muerte de Jomeini en 1989. De Jamenei se distanciaría ulteriormente.

Pragmatismo sin precedentes

En 1985, cuando las brasas del enfrentamiento entre Washington y Teherán permanecían aún encendidas por el secuestro de 53 nacionales estadounidenses en la Embajada norteamericana en Teherán, Rafsanjaní, en un gesto pragmático sin precedentes, se atrevió a preconizar un acercamiento entre la República Islámica y Estados Unidos. Irán recibiría armamento para mantener su guerra con Irak, y mantenía una guerra de desgaste que duró ocho años. Rafsanjaní recibió en un hotel de Teherán a Robert McFarlane y a Oliver North, enviados del presidente Ronald Reagan –a quien el político iraní regaló una pistola de cachas de nácar- y a cuya victoria electoral sobre Jimmy Carter el régimen iraní había contribuido de manera evidente al negarse a liberar a los 53 rehenes hasta apenas unas horas después de abandonar Carter la Casa Blanca, el 20 de enero de 1981.

Rafsanjaní asumió la imagen del político metido en negocios de Estado –siempre atento al mundo petrolero en el que Irán figura como superpotencia dentro de la OPEP- y, quizá por ello, y por su política versada hacia las privatizaciones y restricciones, su popularidad electoral menguó durante casi dos décadas hasta un cierto repunte en unas elecciones recientemente convocadas para la Asamblea de Expertos. Durante su mandato presidencial había afrontado la crisis inducida por el exceso de importaciones y recortes públicos, que acarrearían numerosos disturbios sociales duramente reprimidos.

Tras abandonar la Presidencia de la República en 1997, Rafsanjaní, considerado enemigo por el expresidente Ahmadineyad, permaneció integrado en el Consejo de Discernimiento, con otros 30 dignatarios del régimen, y vertebró un grupo político cuyas apuestas políticas fracasaron reiteradamente. Una hija de Rafsanjaní, Faezé, protagonizó un intento de organización feminista islámica que no prosperó, así como una intermediación respecto a la confesión bahaí, perseguida por el régimen. Allegados del político iraní desaparecido ocuparon cargos en el ámbito oficial petrolero iraní, mientras revistas especializadas en fortunas atribuyeron a Hashemi Rafsanjaní, conocido popularmente en Irán por el sobrenombre de Kusé (barbilampiño), la condición de ser uno de los hombres más ricos de su país. Su muerte, a consecuencia de un fulminante ataque cardiaco, desprovee al Guía de la Revolución, Ali Jamenei, de un rival histórico y acerca más aún al poder efectivo iraní a la Guardia Revolucionaria, Sepah Pasdarán, donde despunta el general de división Qasem Suleimani.

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