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Una dudosa calavera precolombina

El Museo Etnológico de Leiden descubre que una de sus piezas, un cráneo de la época mixteca, es “falsa a medias"

Isabel Ferrer
Una especialista estudia el pegamento del cráneo precolombino que se expone en el Museo de Etnología de la ciudad holandesa de Leiden.
Una especialista estudia el pegamento del cráneo precolombino que se expone en el Museo de Etnología de la ciudad holandesa de Leiden.MUSEO ETNOLÓGICO DE LEIDEN
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Los cráneos decorados del arte mixteca suelen estar forrados de mosaicos de turquesas y lucen una llamativa dentadura. La cerámica policroma era una de las especialidades de esta cultura mesoamericana prehispánica, cuyos restos más antiguos están fechados hacia 1500 antes de Cristo, y se distribuyen por el territorio de los actuales Estados mexicanos de Puebla, Guerrero y Oaxaca. Las calaveras son muy vistosas, y el Museo de Etnología de la ciudad holandesa de Leiden, cercana a Ámsterdam, guardaba la suya como un tesoro. En 1963 la compró por el equivalente a 20.000 euros actuales, pero un análisis que se ha prolongado durante cuatro años ha concluido que en los fragmentos de colores hay pegamento del siglo XX. El centro teme que el engaño supere el ámbito nacional, porque, al menos en Francia, otra sala que no ha sido nombrada duda de la autenticidad de una donación similar. Y lo que es peor, solo hay 20 piezas de esta clase en el mundo.

Los expertos han concluido que el cráneo, con un dibujo geométrico en forma de serpiente en la frente, es auténtico. También lo es el mosaico. Lo que falla es el adhesivo. “No estaba hecho con resina ni con orquídeas, como solían los mixtecas. Es del tipo utilizado en la restauración de obras de arte el siglo pasado”, ha dicho Martin Berger, conservador del centro holandés. “Si bien el mosaico y el cráneo corresponden al periodo mixteca, por culpa de la cola la pieza es o falsa a medias”, añade.

La calavera con el mosaico inscrito.
La calavera con el mosaico inscrito.

El chasco ha sido enorme, porque se presume que el autor “es un dentista mexicano que exhumaba las cabezas en los años cuarenta y cincuenta, y luego las adornaba con ayuda de su esposa”, sigue el conservador. De ahí que los dientes, humanos, estén demasiado bien conservados para un objeto enterrado durante tanto tiempo. Durante el siglo pasado, y especialmente en la época de actividad del presunto falsificador, los enclaves arqueológicos mexicanos sufrieron saqueos y sus tesoros acabaron en el mercado negro del arte. El Museo Etnológico de Leiden ha publicado los resultados del estudio y no piensa retirar el cráneo turquesa. En su opinión, su trabajo consiste en contar historias y esta es bien curiosa.

El susto de los expertos holandeses es comparable al sufrido en 2008 por el British Museum, de Londres, y el Smithsonian, de Washington. Dueños de sendas calaveras en apariencia precolombinas de cristal de cuarzo, sus investigadores señalaron que “no podían remontarse a los aztecas o los mayas, porque ellos carecían de las herramientas necesarias”. Publicado en el Journal of Archaeological Science, el estudio encargado por ambas salas señalaba que era preciso “un disco rotante de cobre, o bien otro metal, y un abrasivo natural (por ejemplo el corindón, un mineral formado por óxido de aluminio y usado en el papel de lija) para conseguir las redondeces de la cabeza”. “Pero estos pueblos empleaban madera o piedra en su arte”. Conclusión: “Son falsos”. En el caso británico, todo apunta al anticuario francés Eugene Boban, que comerció en México a finales del siglo XIX. El estadounidense puede datar de 1950, o incluso más tarde.

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El de Leiden, con su rostro de mayólica y la parte posterior desnuda, era una de las atracciones de la sala, pero no formaba parte de la cultura popular. Los de cristal aparecen en la película Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal (2008), de Steven Spielberg, y el videojuego Assassin’s Creed IV: Black Flag. Hasta una marca canadiense de vodka, Crystal Head, los usa a modo de botella. Ahí, el tapón está justo en la coronilla. Por la frente asoma la sierpe que luce el cráneo expuesto, con más sonrisas que orgullo, en Holanda.

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