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La irrupción de Sanders fuerza un viraje hacia la izquierda

El partido debe combatir la identificación de Clinton y ‘establishment’

Pablo Ximénez de Sandoval
Hillary Clinton y Bernie Sanders, en un reciente acto de campaña en Carolina del Norte.
Hillary Clinton y Bernie Sanders, en un reciente acto de campaña en Carolina del Norte.J. SAMAD (AFP)

La campaña de Hillary Clinton a la presidencia se dio cuenta desde el principio. La candidata no ilusionaba. No había emoción en su mensaje. El Partido Demócrata se encogía de hombros y se resignaba, esa era la opción natural. La posibilidad de hacer historia con la primera presidenta de EE UU no parecía suficiente. La emoción vino de otro sitio. El senador independiente por Vermont, Bernie Sanders, dijo que quería sanidad universal, universidades públicas gratuitas, una financiación de la política que impidiera las grandes donaciones sospechosas, y los ojos de los demócratas brillaron.

Sanders, autoproclamado socialista, lideró desde la nada, sin estructura ni apoyos en el partido, un desafío al establishment demócrata, que nadie representa con más autoridad que los Clinton. La muy trabajada red de apoyos sobre el terreno en todo el país que Hillary Clinton tiene desde hace 20 años, desde los sindicatos hasta los cargos electos, impidió la victoria del senador Sanders. Clinton tenía el partido controlado, al contrario que los republicanos, sin un proyecto claro cuando Trump los embistió.

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En una entrevista con EL PAÍS, Sanders explicó en una frase el ascenso de Trump, que servía también para él: “América está sufriendo y no confía en el establishment”. Si Clinton lo pasó mal en las primarias, si es posible que haya demócratas que hayan votado por Trump o se hayan quedado en casa a pesar de la amenaza del candidato republicano, es porque ella representa a la clase política con mayúsculas, ella es el establishment. Ella es la caricatura que hace una parte de Estados Unidos del político profesional apoltronado en Washington, desconectado del país y maniobrando para salvar su cargo. No era raro, en las primarias demócratas, encontrar a gente que votaba por Clinton porque la consideraba una mejor opción para ganar la Casa Blanca, pero en realidad adoraba a Sanders, que decía lo que querían oír.

Clinton tuvo que adaptar su discurso a la izquierda para, al menos, no perder a los que habían votado a Sanders. Elevó su propuesta de salario mínimo, hizo más concretos sus planes para una sanidad universal, rechazó (como Trump) un acuerdo comercial en el Pacífico que ella misma había impulsado, puso más énfasis en programas para aliviar las deudas de los universitarios. Ya como candidata, ha mantenido un delicado equilibrio entre esas posiciones y convencer a independientes y republicanos moderados de que ella es la opción para frenar a Trump.

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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