El legado agridulce de la primera mujer senadora de Nueva York
La demócrata Clinton inició su primera campaña electoral cuando todavía era primera dama. El 11-S marcaría sus ocho años en el Senado
La senadora Hillary Clinton apenas llevaba menos de un año en el cargo cuando Estados Unidos sufrió el peor atentado de su historia. El 11 de septiembre marcó el comienzo de una etapa en la carrera de la demócrata que ahora, cuando aspira a convertirse en la primera mujer presidenta, se ha convertido en un arma de doble filo. Clinton acababa de empezar a volar sola cuando cometió uno de los grandes aciertos de su incipiente carrera política y un error que le ha perseguido hasta la actualidad.
En ‘Living History’, las memorias que publicó en 2003 sobre su trayectoria desde la universidad hasta su primera campaña política, Clinton recuerda que las dos decisiones más difíciles de su vida han sido “seguir casada con Bill y aspirar al Senado por Nueva York”. En 1999, cuando todavía era primera dama Clinton pasó de ser una candidata elegida por su partido “a la desesperada”, como escribió entonces, a orquestar una sólida campaña electoral que le llevó por todo el Estado de Nueva York hasta derrotar en noviembre de 2000 a su rival republicano.
Nueve meses después, Estados Unidos empezó a vislumbrar a la verdadera política que había estado escondida durante sus más de 10 años como esposa de un gobernador y otros ocho como primera dama. Apenas unas horas después de que Clinton viera en la televisión de su residencia en Washington cómo impactó el primer avión en una de las Torres Gemelas de Nueva York, la exprimera dama era una de las voces más requeridas por los medios de comunicación.
“Debemos dejar muy claro que no podemos permitir que ningún Estado, ningún gobierno, institución ni individuo pueda cometer actos terroristas contra EE UU o cualquier otro país con impunidad”, declaró en CNN. “Espero que esta sea el tipo de catástrofe terrible y dramática que une a todo el mundo civilizado”.
Durante los años siguientes, la reacción a los ataques y la política exterior de EE UU cobraron cada vez más protagonismo en la labor de Clinton. La senadora acudió días después de los atentados a la Casa Blanca para solicitar al presidente George W. Bush un presupuesto de 20.000 millones de dólares en ayudas a los empleados de los servicios de emergencias. También fue a Nueva York, donde recorrió la zona afectada junto al alcalde, Rudy Giuliani, que en 2016 ha acusado a la demócrata de mentir sobre su presencia en la ‘Zona Cero’. Las fotos del día, sin embargo, les muestran caminando juntos, con ella vestida de negro y con una mascarilla en el rostro, Clinton paseó por lo que después calificó como “una escena sacada del Infierno de Dante”.
La reapertura de la bolsa de Wall Street el lunes siguiente a los atentados llegó de la mano de la senadora, que ya se había autoproclamado responsable de la recuperación de Nueva York. Su protesta contra la Administración Bush por ocultar los riesgos para la salud de los trabajadores de la ‘Zona Cero’ demostró que no temía decir públicamente que la Casa Blanca solo estaba pensando en sus propios intereses. Al mismo tiempo, su colaboración con otros senadores republicanos en los años siguientes para aprobar ayudas a los servicios de emergencias consolidó la reputación de Clinton como una política dispuesta a colaborar y pactar con la oposición para sacar leyes adelante.
Pero entre las más de 300 piezas legislativas que la demócrata respaldó durante sus siete años en el Senado —en su mayoría en el ámbito de la economía, ciencia, salud y medidas para la educación y las familias—también se encuentra su apoyo a la invasión de Irak y a la Patriot Act, la ley que aumentaba las capacidades de vigilancia del gobierno federal en nombre de la seguridad nacional, así como la detención indefinida de inmigrantes sospechosos de terrorismo.
Su etapa en el Senado articula la parte de su currículum en la que puede presumir de su conocimiento de Washington, su experiencia en política y su capacidad para negociar con la oposición. Pero fueron también los años en que respaldó la guerra de Irak y aquello se convirtió en uno de los puntos más débiles de la primera candidatura de Clinton a la presidencia en 2008 y, ocho años después, ha reiterado que se equivocó.
Clinton logró ser reelegida en 2006 con el 67% de los votos y abandonó su cargo en 2009, cuando el presidente Obama, que la derrotó en las primarias demócratas del año anterior, la nombró secretaria de Estado. Nueva York es la ciudad que quiso ayudar a reconstruir después de los atentados y allí regresó para levantar la sede de operaciones de su campaña presidencial. Hace 15 años atrás, días después del 11-S, Clinton quiso dar su apoyo al presidente Bush, recién elegido, “como alguien que durante ocho años ha visto la carga y la responsabilidad que cae sobre los hombros del ser humano al que elegimos como presidente”. Dentro de seis días esos hombros pueden ser los suyos.
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