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El oasis LGTB en el conservador Misisipi

Natchez es una referencia tolerante en un Estado que promueve una polémica ley discriminatoria

Guy Bass, un hombre gay de 58 años, en su restaurante Cotton en Natchez, Misisipi.
Guy Bass, un hombre gay de 58 años, en su restaurante Cotton en Natchez, Misisipi.Joan Faus

Algunos lo apodan el San Francisco del Sur Profundo de Estados Unidos. Con la excepción de que, a diferencia de California, está en uno de los Estados más conservadores del país. Natchez, de unos 15.000 habitantes, es un emblema para la comunidad LGTB de Misisipi. Un oasis tolerante en un Estado que en los últimos meses, junto a Carolina del Norte, ha estado en el centro de la polémica por promover leyes discriminatorias contra homosexuales y transexuales.

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“Muchos gays y lesbianas se han mudado aquí. Todos nos socializamos y no hay muchos prejuicios”, dice Guy Bass, homosexual de 58 años, nacido en el municipio y propietario de un restaurante. El motivo, esgrime, es que la mayoría de residentes de Natchez, cuyo alcalde es gay, son “cosmopolitas” fruto, en parte, de la llegada de turistas a un lugar, conocido por su arquitectura de principios del siglo XVIII y por ser un puerto histórico del río Misisipi.

El clima LGTB en Natchez es sutil. No hay lugares temáticos ni eventos enfocados a esa comunidad. La única referencia son banderas arcoíris en algunos locales, como el restaurante de Bass.

Un globo con la bandera LGTB en el restaurante Cotton, en Natchez (Misisipí).
Un globo con la bandera LGTB en el restaurante Cotton, en Natchez (Misisipí).

La justicia federal paralizó en julio, al considerar que vulnera libertades y derechos personales, la ley 1523 aprobada por Misisipi, que declara el matrimonio como el de un hombre y una mujer, lo que contradice la legalización de los enlaces igualitarios en EE UU. También blinda de penalizaciones a las personas que declinen prestar servicios al colectivo LGTB.

Por ejemplo, la norma, justificada en la libertad religiosa, establece que no pueden ser demandadas las personas que nieguen atención médica y tratamientos relacionados con la reasignación de sexo. Y permite el establecimiento de “estándares específicos de género y normas relativas a la apariencia y vestuario de empleados y estudiantes”.

La legislación, junto a la de Carolina del Norte, también paralizada, evidencia los intentos en el sur conservador de EE UU de debilitar la legalización, hace un año, del matrimonio igualitario.

Bass atribuye la ley al poder de la derecha religiosa en Misisipi, ubicado en el llamado Cinturón Bíblico, la zona sureña del país que concentra al mayor número de cristianos. El gobernador, que es republicano, esgrime que el objetivo es defender la “libertad de conciencia” y el derecho de los Estados a regular en asuntos sociales ante lo que considera una intromisión federal.

La reacción tiene ecos del pasado: Misisipi se opuso en los años cincuenta a aceptar la sentencia que acabó con la segregación racial en las escuelas estadounidenses al tacharla de una “invasión injustificada de los derechos y poderes de los Estados”.

El propietario del restaurante también es republicano, como, asegura, lo es la mayoría de Natchez. Dice que el hecho de que sea homosexual es “una pequeña parte de la imagen” y argumenta que no puede apoyar a los demócratas solo porque respeten más los derechos LGTB. “Puedo ser gay pero estoy preocupado por América. Y simplemente no puedo tragar a Hillary Clinton”, sostiene.

En las elecciones presidenciales de noviembre, votará al republicano Donald Trump, que ha prometido defender al colectivo LGTB y ha evitado criticar el matrimonio gay. Bass subraya que Trump no es el candidato perfecto por su retórica agresiva, pero que confía en que impulse políticas favorables a los empresarios y al crecimiento económico.

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