La hospitalización del presidente de Uzbekistán acelera la lucha de poder
Arrestado un candidato a suceder a Islam Karímov, cuya muerte ha desmentido el Gobierno después de que una agencia local le diera por muerto
La lucha por el poder ha comenzado en Uzbekistán en medio de informaciones contradictorias sobre el estado del presidente Islam Karímov, quien el fin de semana fue hospitalizado en Tashkent, la capital de ese país centroasiático, después de sufrir un derrame cerebral el sábado pasado. La agencia digital independiente Ferganá lo dio por fallecido a última hora del lunes, mientras que la administración del presidente uzbeko lo ha desmentido. El Kremlin, por boca de su portavoz Dmitri Peskov, señaló a mediodía de este martes que «las noticias de anoche [sobre la muerte de Karímov] no han tenido confirmación». Este martes en la mañana la agencia rusa Regnum informó que uno de los candidatos a sucederle ha sido arrestado.
Islam Karímov, a diferencia de otros gobernantes de la ex Unión Soviética que han creado auténticas dinastías, no ha preparado su sucesión y los observadores nombraban a dos políticos con posibilidades de convertirse en el próximo jefe de Estado de Uzsbekistán. El que mayores posibilidades tiene de ocupar el puesto de Karímov es, según los analistas, el primer ministro Shavkat Mirziyóyev, de 59 años, quien ocupa la jefatura del Gobierno desde diciembre de 2003. El otro cadidato sería el veterano ministro de Finanzas, Rustam Azímov, que, según Regnum, habría sido puesto bajo arresto domiciliario después de que algunos medios lanzaran la noticia de la presunta muerte de Karímov.
Hay un tercer hombre que los especialistas en Uzbekistán consideran que será clave a la hora de definirse el sucesor. Se trata Rustam Inoyátov, jefe de los servicios de seguridad, quien ha gozado de un amplio poder bajo el régimen de Karímov. De confirmarse el arresto de Azímov -58 años, ministro desde el 2000-, este probablemente se ha realizado precisamente por orden de Ayátov, 72 años, que es considerado por los analistas como aliado de Mirziyóyev. El director de Ferganá, Danil Kislov, comentó a la radio Eco de Moscú que sus fuentes son gente «de la vertical del poder» y por ello no se descarta que el jefe de la seguridad uzbeka haya podido culpar al entorno del ministro de Finanzas de haber divulgado el rumor sobre la muerte de Karímov.
En la familia de Karímov, su hija mayor Gulnara, que fue embajadora en España, tenía ambiciones políticas e incluso se dijo en su época que confabulaba para deponer a su padre. Pero sus posibilidades se esfumaron después de que se incoara un proceso contra ella y, según noticias extraoficiales, quedara en arresto domiciliario en 2014. Su hermana, Lola, ha tenido asimismo puestos diplomáticos y fue ella la que en su cuenta de Twitter e Istagram contó que su padre había sufrido un derrame cerebral. Sin embargo, ningún comentarista la incluye en la lista de posibles sucesores de Karímov.
Sea como fuere los uzbekos, según el analista Arkadi Dubnov, miran el próximo final del régimen con la esperanza de que comience un deshielo, al menos, como el vivido en la Unión Soviética después de la muerte de Stalin.
Karímov ha gobernado Uzbekistán con mano dura desde 1989. Su dictadura se ha caracterizado por la violación de los derechos humanos, la represión a los opositores, la persecusión religiosa, las falsificaciones electorales y la censura. A pesar de ello, ha contado con el apoyo de Estados Unidos y de Rusia gracias a su posición estratégica en la región, especialmente a su frontera con Afganistán.
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