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Finales de agosto (1)

Lluís Bassets

Mes extraño para quienes nos ocupamos de las noticias. No hay vacaciones para la actualidad, nunca las ha habido, pero las máquinas de la información cambian el ritmo e incluso su sistema de trabajo. Las estrellas de la radio y de la televisión se dan una pausa, casi tan larga como los escolares y sus maestros, y los periódicos ofrecen formatos nuevos, vacacionales, para una lectura de campo y playa. Los columnistas y articulistas habituales son sustituidos por otros aparentemente más refrescantes e incluso innovadores. Solo el mundo digital, y sobre todo el más distanciado de los medios tradicionales, lo que no es el caso de este blog, sigue rodando al ritmo de las noticias.

No tan solo no hay vacaciones para la actualidad en verano, sino que la actualidad más salvaje, la que rompe de verdad las agendas y las previsiones, es la de las revoluciones y guerras. Algo tiene que ver con que los gobiernos y los parlamentos estén de vacaciones, los ejércitos y las policías menguados por los turnos y las libranzas, y muchos observadores de la actualidad –diplomáticos, espías, periodistas— pasando unos días de paseo por el mundo, en la orilla del mar o en lo alto de las montañas.

Este es el segundo post que publico, antes de que termine agosto. El anterior se titulaba ‘Trágicos fogonazos de julio’, el mismo título que podría utilizar para las notas sobre la actualidad de este mes tan lleno de noticias como escaso de reflexión y comentarios. De hecho, cualquier artículo miscelánea o resumen de la actualidad podría llevar este título en el que quise reflejar la dificultad de visión que nos plantea el paisaje crecientemente confuso de nuestro mundo, en el que debemos calibrar el tamaño e importancia de los acontecimientos a pesar de que los fogonazos de la actualidad nos deslumbran y desorientan. Manos a la obra, pues. Empiezo hoy y terminaré el repaso probablemente cuando el mes termine, es decir, el miércoles.


Medio agosto, del 5 al 21, ha estado ocupado por los Juegos Olímpicos de Río, un acontecimiento con tantas dimensiones como para ocupar un blog especializado permanentemente. El éxito de unos juegos se mide ante todo por las plusmarcas y por la buena organización que las permite. Los de esta Olimpiada, decimoterceros de la historia moderna, han sido magníficos en estas cuestiones, por muchas cosquillas que se busquen a este Brasil en crisis política y económica. Buena prueba de ello es que al final los focos de la actualidad se han centrado más en el pequeño escándalo del equipo estadounidense de natación, que denunció falsamente un atraco, que en los fallos que hubo de organización. Al final hay que ver el bosque y no quedarse en las hojas y el resultado es que Brasil es un gran país y sus Juegos han sido un éxito.

En todos los juegos están las noticias, que son muchas y serias, en forma de plusmarcas y sobre todo de figuras excepcionales, unas que se confirman, otras que aparecen surgidas de la nada y otras más que se reafirman en su dimensión gigantesca, como Phelps o Bolt. Y luego está la competición y el esfuerzo de todos, los vencedores y los que quedan eliminados en la primera ronda, que proporcionan la sustancia admirable del gran acontecimiento cuatrienal. “Si estás perdiendo la fe en la naturaleza humana sal y contempla un maratón” dijo Kathrine Switzer, la primera y bien meritoria mujer que corrió el de Boston en 1966 y tuvo que defenderse para que un árbitro no la echara de la carrera, una frase que vale para los juegos enteros.Para los olímpicos, claro, pero incluso más para los paralímpicos que les han sucedido.

Pero los juegos también proporcionan una foto deportiva de la geopolítica mundial que permite abundantes lecturas comparativas, entre continentes, países y épocas. El análisis del medallero no ofrece duda alguna sobre el país que sigue siendo y para mucho tiempo la superpotencia deportiva mundial. Reino Unido, con su segunda plaza, demuestra que se puede tener una excelente política deportiva y una pésima política europea: el éxito deportivo de los británicos nada tiene que ver con el Brexit, aunque algunos pretendan encontrar la relación. El tercer lugar de China, con menos medallas y oros de los esperados, es un revés para las aspiraciones de la superpotencia emergente. Solo dos datos para abrir el apetito del análisis: India, con 1.250 millones de habitantes, ocupa el lugar 67 del medallero, una de plata y otra de bronce, por debajo de Venezuela y Bulgaria; y Africa, con el 15 por ciento de la población mundial ha obtenido el 5 por ciento de las medallas, el mismo porcentaje que Oceanía (38 millones de habitantes).

Como en los cómics, continuará. Me refiero a esta reflexión de finales de agosto. Hasta mañana.

Comentarios

Pues en este tiempo se ha ampliado y complicado la guerra en Siria... y las cosas en la UE no van a mejor sino todo lo contrario... y no digamos en Francia.No cabe duda de que todos estamos esperando... a noviembre.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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