Por qué muchos estadounidenses ven con envidia el ‘año sabático’ de Malia Obama
El fenómeno "gap year" crece de manera progresiva en Estados Unidos
En el país de la máxima competitividad, donde la gente se bebe el café mientras anda por la calle y los universitarios tienen prisa por entrar en el mercado laboral, la tendencia contraria empieza a arraigar. Un número creciente de estudiantes opta por tomarse un gap year, o año sabático, entre el instituto y la universidad. Es una práctica aún asociada a las clases privilegiadas, los que pueden permitírsela, pero la decisión de Malia Obama, la hija del presidente Barack Obama, de hacer una pausa de un año ha puesto el foco sobre este fenómeno.
Según la Asociación Americana de Gap Years (AGA), el interés en los años sabáticos -- que se suelen utilizar para realizar prácticas laborales, viajar o dedicarse al voluntariado -- ha aumentado en Estados Unidos. Desde 2010, la asistencia a ferias educativas sobre programas gap year ha aumentado en un 294%, según AGA. El anuncio de la hija mayor del presidente en mayo de este año captó la atención del fenómeno entre familias y medios de comunicación del país.
“Es una tendencia contraria a la cultura norteamericana”, explica David Omenn, director de desarrollo de Global Citizen Year (GCY), una empresa sin ánimo de lucro que se dedica a la organización de años sabáticos solidarios para estudiantes. Omenn explica en una entrevista telefónica con EL PAIS que, tradicionalmente, el concepto de un gap year en EE UU ha sido estigmatizado como algo“frívolo”, una solución para niños que no consiguieron acceder a sus universidades preferidas. “No se ha considerado algo positivo para el estudiante”.
Durante años, este hábito que nació en Reino Unido en los años 70 y ha sido común en Europa, ha sido rechazado por la cultura protectora y pragmática norteamericana. ¿Por qué mandar a mi hijo o hija a un programa de voluntariado cuando puede ir a la universidad y aprender algo ‘real’? El problema comienza con el nombre: gap year, que traducido literalmente significa “año vacío”. Por eso aquellos que favorecen la práctica le llaman bridge year, o año puente, entre el colegio y la universidad.
La percepción es que los programas estructurados que ofrecen organizaciones como GCY son un lujo inaccesible para todos excepto familias con muchos recursos. El coste en GCY es de 32.500 dólares. Omenn admite que la mayoría de programas “no realizan un buen trabajo a la hora de ofrecer ayudas económicas a estudiantes interesados en tomar un gap year”. Pero también defiende que su organización, entre otras, presta ayuda económica a un 80% de sus participantes, que pueden elegir pasar su año entre cuatro países donde residen y trabajan con familias locales.
El problema no es sólo el coste, sino la competitividad de algunos de los programas, cuyos criterios de selección pueden ser más favorables para estudiantes que hayan gozado de una mejor educación. Aunque GCY basa sus criterios de selección en cualidades “no académicas”, como la curiosidad o la motivación personal del individuo, el programa City Year de la organización AmeriCorps tan solo acepta a uno de cada cuatro candidatos.
Un año sabático tiene beneficios. No suele enseñar a los jóvenes unos conocimientos técnicos o tangibles. Las ventajas son otras, quizás menos visibles, pero no por ello menos importantes. Fomentan cualidades sociales como la empatía, el trabajo en equipo, la independencia o el liderazgo, fundamentales para el mundo laboral actual, según opinan expertos. David J. Deming explica en un ensayo publicado por la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER, siglas en inglés), que “las cualidades sociales reducen costes de coordinación y permiten a los trabajadores especializarse y complementarse de manera más eficiente”.
Según un estudio realizado por la empresa de análisis Gallup, el 96% de las universidades consideran que sus estudiantes están listos para el mundo profesional mientras que sólo el 11% de las empresas lo cree. Realizar un gap year antes de la universidad permite adquirir cualidades que ayudan a aprovechar más y mejor los años universitarios, opina Omenn. No sólo lo cree él. Desde hace años, presidentes y decanos de prestigiosas universidades, incluida Harvard, recomiendan a sus futuros estudiantes que tomen un año sabático y afirman que aquellos que lo hacen consiguen mejores notas cuando cursan sus estudios de universidad.
Y los propios estudiantes parecen recomendarlo de forma unánime. En los blogs de Year Out Group, una compañía que facilita el acceso a programas estructurados para jóvenes, Emily califica su experiencia en un colegio en Kenia como “divertida, emocional, difícil, pero gratificante.”
Los últimos años han observado un alza en la popularidad de los años sabáticos en EE UU. “Existe un descontento con el sistema universitario actual, que es muy caro y genera una deuda inmensa para decenas de miles de familias en el país”, dice Omenn. Los padres quieren maximizar la inversión en educación a sus hijos y comprenden que la universidad no garantiza el aprendizaje de habilidades interpersonales y sociales, fundamentales para un mundo global y cambiante, según Omenn.
Omenn confirma que desde que se anunció que Malia Obama hará un gap year, GCY ha observado un alza en el número de solicitudes que recibe para sus programas del año que viene.
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