Un herido el 22-M: “Lo que me ha ocurrido no me hace odiar a los musulmanes”
Los supervivientes de los atentados de Bruselas afrontan una larga recuperación
Walter Benjamin cree que la fotografía le salvó la vida. Con la mirada fija y en voz queda, este hombre de 42 años cuenta que la mochila en la que llevaba su cámara y varios objetivos le restó fuerza al impacto recibido en las explosiones que el 22 de marzo sacudieron el aeropuerto de Bruselas. Benjamin, que iba a Israel a visitar a su hija, estaba en la cola de facturación en la zona donde dos yihadistas se hicieron estallar. En la deflagración murieron al menos 14 personas. Él salvó la vida pero perdió una pierna. Un soldado del Ejército belga, el primero en atenderle, le hizo un torniquete en la otra con un pedazo de tela que arrancó de su propio pantalón. Gracias a eso la conserva, pero las lesiones —gravísimas— tardarán un año en sanar.
“Pensé que iba a morir, que era el final. Miraba a mi alrededor y solo veía destrucción. El señor que tenía delante en la cola murió, la explosión le dejó sin cabeza”, cuenta Benjamin desde la cama del hospital UZ de Bruselas. Diez días después del doble atentado reivindicado por el Estado Islámico (ISIS) en el que murieron al menos 32 personas, todavía permanecen hospitalizados 80 heridos en distintos centros del país. La mayoría con graves quemaduras y heridas causadas por la explosión. Muchos, como Benjamin, tienen también lesiones provocadas por los clavos y otros objetos metálicos que los yihadistas introdujeron a modo de metralla en las bombas caseras, explica Serge Jennes, jefe de servicio del Hospital Militar Reina Astrid, uno de los primeros centros en recibir heridos.
La habitación de Benjamin está llena de flores y bombones. Propietario de una agencia matrimonial y miembro de la comunidad judía belga, cuenta que ha recibido muchos mensajes de apoyo. También, y no pocos, de la comunidad musulmana. “Los terroristas no les representan. No siento odio ni enfado con los musulmanes por lo que me ha ocurrido. El 99,99% son gente extraordinaria que también sienten miedo”, señala.
Medidas de seguridad
Benjamin, en cambio, critica las autoridades por la falta de medidas de seguridad en el aeropuerto de Zaventem, el principal del país y por el que transitan cada año 22 millones de personas. Una crítica que comparte Ana Bravic. “No digo que todo pudiera haberse evitado, pero quizá sí rebajado”, afirma. Ella iba a bordo del metro atacado en la estación de Maelbeek, en el barrio de las instituciones comunitarias. Se dirigía a su trabajo, en una organización social. “Estaba leyendo en el teléfono móvil. Después del impacto ya no vi nada; el resto de los recuerdos los tengo borrosos”, comenta moviendo las manos, nerviosa. Resultó herida en la cabeza y en una mano. No necesitó hospitalización. Sin embargo, reconoce que las heridas psicológicas son más graves. “Ahora me estresa viajar en metro o entrar en lugares donde hay mucha gente”, dice encogiéndose de hombros.
Los expertos advierten de que los heridos necesitarán también tratamiento para el estrés postraumático. Pueden tener pesadillas, recuerdos aterradores, pérdida de memoria, sensación de culpa, tristeza, soledad; incluso arrebatos de furia. Además de los heridos de manera directa, estos sucesos pueden provocar estrés postraumático a personas que no resultaron heridas directamente. Tras los atentados del 11-S en Estados Unidos, el 44% de los ciudadanos sufrieron algún síntoma de este trastorno, según una encuesta publicada por la prestigiosa The New England Journal of Medicine.
A Benjamin le cuesta dormir. Explica que cada vez que cierra los ojos ve la explosión. Trata de mantenerse ocupado: “Solo pido que esto no vuelva a ocurrir. Que todo el mundo, sea cristiano, musulmán o judío permanezca unido. Que si el Gobierno y los políticos no son capaces de escuchar nuestros gritos, tenemos que hacernos con nuestro destino y demostrarles que no sentimos odio”.
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