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Rubio, latino en sordina

El aspirante es acusado por sus rivales de carecer de fuste presidencial

El candidato Marco Rubio en New Hampshire.
El candidato Marco Rubio en New Hampshire.JEWEL SAMAD (AFP)
Marc Bassets

En sus discursos nunca menciona las palabras latino o hispano, que designan a los estadounidenses con orígenes en América Latina. No pronuncia el nombre de Cuba, el país de sus padres. Promete mano dura con los inmigrantes sin papeles.

Si al final del proceso de elecciones primarias el senador Marco Rubio es el nominado republicano, y si en noviembre derrota al candidato demócrata, el primer presidente latino sucederá al primer negro.

En la campaña para las primarias de New Hampshire, este martes, evita exhibir su latinidad, pero coloca su historia familiar —una familia humilde cubana que cumplió el sueño americano— en el centro del mensaje.

Un grupo de cubanoamericanos de Miami han pasado unos días en New Hampshire, el Estado de 1,3 millones de habitantes en Nueva Inglaterra que celebra las primeras elecciones primarias del proceso de nominación demócrata y republicana. Conocen a los Rubio. Han hecho llamadas telefónicas, han ido puerta a puerta.

“Si no escogemos a la persona correcta, este país tendrá problemas mucho más grandes que los que tiene ahora. Que sea hispano es excelente, pero es extra”, dice Claudio Miró, un odontólogo nacido en Cuba.

La semana pasada, Iowa abrió el proceso con los caucus o asambleas electivas. La sorpresa fue la tercera posición, por encima de las expectativas, de Rubio, senador por Florida de 44 años e hijo de inmigrantes.

Rubio fue el vencedor moral de Iowa. Era la gran esperanza de los republicanos más pragmáticos para frenar al excéntrico Donald Trump, el magnate que encabeza los sondeos en New Hampshire, y al conservador radical Ted Cruz, senador por Texas y vencedor en Iowa.

Pero la campaña electoral es darwiniana: una prueba de desgaste. Quien sube se ve sometido a un escrutinio microscópico, al acoso y derribo. Los rivales de Rubio, más curtidos que él, lo retratan estos días como un producto prefabricado, un robot capaz de memorizar discursos efectivos pero con una trayectoria magra, un aspirante liviano y sin fuste presidencial. Que sea latino es una anécdota, una nota al pie.

Rubio observa una "hamburguesa cubana" que le prepararon en un restaurante.
Rubio observa una "hamburguesa cubana" que le prepararon en un restaurante.CHIP SOMODEVILLA (AFP)

La raza y el sexo

En 2008, cuando Obama era candidato a la presidencia, incluso sus rivales entendían las dimensiones históricas de la elección: un negro podría ser presidente. Ahora la demócrata Hillary Clinton puede convertirse en la primera mujer, y es uno de los ejes de la campaña.

Nada de esto ocurre con Rubio. Nadie celebró su resultado en Iowa —ni la victoria de otro hijo de cubano, Cruz— como una victoria de los latinos. En EE UU viven más de 50 millones, pero no lo vivieron como un avance.

Esto se explica en parte porque tanto Rubio como Cruz pertenecen a un partido que, con los años, se ha convertido en el partido de los votantes blancos no hispanos: un 90% de los republicanos se identifican como tales, según un sondeo de Gallup.

La paradoja es que el Partido Republicano tiene hoy más líderes de minorías —además de Rubio y Cruz, en estas elecciones concurre el afroamericano Ben Carson— que los demócratas, el partido de las minorías y la diversidad.

Las posturas de Rubio y Cruz sobre la inmigración también los alejan de este electorado. Y quizá su origen cubano, un grupo particular de latinos: muchos son exiliados que han disfrutado de facilidades que otros inmigrantes económicos no han tenido. Votan republicano.

“¿Su familia era de Cuba?”, dice, tras un mitin en el pueblo de Bedford Sharon Preston, una profesora que apoya a Rubio. La pregunta revela la escasa relevancia de la identidad en su campaña. “Para mí no es un factor importante”, dice Preston

Y, sin embargo, el momento más intenso de sus discursos, cuando Rubio logra la conexión con el auditorio, es cuando habla de sus orígenes. No dice que es latino: lo muestra.

“Mis padres llegaron aquí en 1956 sin nada. De hecho, casi no hablaban inglés”, comienza. “Tengo una deuda con América que nunca podré pagar”. En tiempos de dudas sobre el sueño americano, Rubio se presenta como el hombre que lo encarna en su biografía. Su identidad no es latina ni cubana: es estadounidense.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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