Cinco escenas de campaña en Iowa
El poder electoral de la radio, el circo periodístico, la atención permanente al votante...
1. La banda sonora del viaje
El antiestablishment también tiene su establishment. Sus poderosos. Sus elites. Aquellas figuras a quienes nadie cuestiona so pena de la excomunión.
El establishment del antiestablishment es, en Estados Unidos, la talk radio, las radios conservadoras que con frecuencia, lejos del radar de los grandes medios de comunicación de Washington y Nueva York, tienen mucha más influencia en las campañas electorales.
En Iowa, las radios de derechas —un hombre o una mujer comentando la actualidad del día y con frecuencia pontificando y descalificando— son la banda sonora de los viajes por el Estado. En sus mitines, Donald Trump, que encabeza las encuestas de los aspirantes republicanos, suele elogiar a Rush Limbaugh, el pope de la radio conservadora. En su programa, Limbaugh avala las credenciales conservadoras de Trump, cuestionadas por sus rivales y por el establishment republicano. Hace unos días, recibió la llamada de Matthew, un niño de 11 años de Carolina del Norte.
El niño explicó que en clase la profesora había pedido a los alumnos que escribieran en la pizarra el nombre de grandes visionarios de la historia como Martin Luther King. Algunos escribieron Lincoln o el Papa Francisco. El niño escribió Donald Trump y la profesora le obligó a borrarlo y lo regañó. Otros niños se metieron con él. “Matthew, bienvenido al club”, dijo El Rushbo, como se hace llamar el locutor.
El bombardeo de anuncios —positivos y negativos, asociados a los candidatos o firmados por grupos independientes— es constante. Se escuchan anuncios que elogian la experiencia de Hillary Clinton frente al idealismo de su rival, Bernie Sanders, anuncios que denuncian a Trump como un falso conservador, anuncios que defienden las energías renovables y aconsejan votar en contra de los candidatos que se opongan.
En la carretera, se ven pocos anuncios electorales, pero sí grandes carteles contra el derecho al aborto y en contra del derecho de los poderes públicos a expropiar tierras privadas.
2. La diplomacia del maíz
Ocurre en todos los Estados, en todos los países quizá, pero viajando por Iowa a veces se tiene la impresión de que toda la historia del universo confluye aquí. Es exagerado, pero no tanto. No es sólo que cada cuatro años desembarque la campaña electoral, ni que los habitantes de Iowa disfruten del privilegio de ser, este lunes, los primeros de EE UU en elegir al próximo presidente.
Se ha dicho, por ejemplo, que en Iowa murió el rock and roll. Así se describió la muerte por accidente de avión, el 3 de febrero de 1959, de tres estrellas en alza: Buddy Holly, Ritchie Valens y The Big Bopper. Fue en Clear Lake, en el norte de Iowa.
Más allá de la cultura popular, este es el Estado en el que, incluso durante lo Guerra Fría, se mantuvieron los puentes. El 13 de septiembre de 1959, el líder ruso, Nikita Krutschev, visitó Coon Rapids, un pueblo agrícola de Iowa, para visitar a su amigo, el vendedor de semillas de maíz Roswell Garst. Garst había estado previamente en una misión de intercambio en la Unión Soviética, donde conoció a Krutschev, interesado por entonces en aprender las técnicas estadounidenses para cultivar maíz.
No fue el único dirigente comunista que se interesó por las técnicas agrícolas de Iowa. En 1985, el futuro presidente chino Xi Jinping pasó dos semanas en Muscatine, una ciudad de 23.000 habitantes, para aprender técnicas agrícolas. Se hospedó en casa de la familia Dvorchak, que volvió a reencontrar a Xi en 2012, durante un viaje a EE UU antes de convertirse en presidente.
La diplomacia del maíz, lo llaman.
3. El hotel (y la fiesta) de los periodistas
El hotel Marriott del centro de Des Moines es el epicentro del circo periodístico en que se convierte cada cuatro años la capital de Iowa en los días previos a los caucus. Si alguien quiere ver a un periodista famoso de las grandes cadenas televisivas o diarios estadounidenses tiene que acercarse al bar en el vestíbulo del Marriott. Si quiere hablar con un estratega electoral, también.
En la tarde, el ambiente es tranquilo y profesional: gente trabajando en silencio con sus ordenadores portátiles, alguna conversación relajada. De noche, el ambiente se transforma: el alcohol fluye, las carcajadas se extienden y proliferan las charlas de pie junto a la barra del bar sobre elecciones y cotilleos políticos y periodísticos.
El hotel intenta sacar provecho de la invasión periodística. En una tienda en el vestíbulo, venden por 21 dólares una camiseta con el lema: ¿No te entrevisté hace cuatro años? También unas chapas por 1,5 dólares que rezan: ¡Iowa! Encanto de pueblo pequeño, grandes 'caucus'.
4. La visión del veterano
Dan Balz, corresponsal político del diario The Washington Post, ha cubierto todos los caucus de Iowa desde 1980. “Con cada ciclo se ha hecho más y más grande, empezó como un evento relativamente pequeño y se popularizó en los años 70 en parte por el éxito del [demócrata] Jimmy Carter, pero con los años se ha convertido en un gran evento político”, dice en el vestíbulo del Marriott. Ese hotel, explica, siempre ha sido un lugar central en la cobertura de los caucus, pero se convirtió en el epicentro periodístico en la última década tras ampliarse el tamaño del vestíbulo.
Balz dice que lo que más ha cambiado en estos 36 años es la cobertura informativa de los caucus. “El número de periodistas que hay [ahora] aquí o los que había en 2008 está tan alejado de lo que había en 1984 o 1988. Siempre trajo a una multitud de reporteros políticos y las cadenas de televisión venían, pero no era nada en relación al volumen y la magnitud que hay ahora. Va más allá de la saturación y nadie quiere quedarse fuera de este circo”, afirma.
5. Atención permanente al votante
Lo que hace mágicos los caucus es su imprevisibilidad. Es imposible saber cuánta gente irá realmente a votar. Eso obliga a los candidatos a bajar a la arena: a cortejar uno a uno a los votantes, a escuchar sus preocupaciones y responder a sus preguntas, a repartir tantas sonrisas y fotografías como sea necesario. En dos eventos recientes, los senadores republicanos Ted Cruz y Marco Rubio se pasaron casi el mismo tiempo pronunciando su discurso que saludando después a personas entre el público.
Los aspirantes a la presidencia desembarcan en Iowa meses antes de los caucus. Raramente hay una semana en que no pisen el Estado. Eso permite a los ciudadanos de este Estado agrícola en el Medio Oeste del país tener un acceso muy cercano a los candidatos y empaparse de los grandes asuntos de debate político del momento.
Dave Kennedy, de 50 años, ha ido a 30 actos electorales desde agosto. De los 15 candidatos demócratas o republicanos que hay ahora, los ha visto a casi todos salvo uno o dos. “Es para estar mejor informados en la toma de decisión y no depender de lo que dicen los diarios o amigos”, dice, junto a su esposa, tras un acto de Rubio, el candidato al que ha decidido votar en los caucus.
Rubio promete, en el mitin, que si es el nominado republicano volverá a Iowa en septiembre a hacer campaña. Kennedy lo duda: dice que, tras los caucus, los políticos se olvidan de este Estado.
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