¿El regreso de la política?
La actitud del Ejército ante el triunfo de la oposición a Maduro es aún una incógnita
La primera baja de rango mayor que el triunfo opositor inflige al bando chavista, ha sido el narcocapitán Diosdado Cabello y todo lo que él agrupa y representa.Cuando en la pantalla de los televisores se vio aparecer al mismísimo ministro de la defensa, general Vladímir Padrino López, con atuendo y arreos de campaña, componiendo junto con otros oficiales del Alto Mando, el muy latinoamericano cuadro vivo que precede al pronunciamiento militar, perdí por completo los papeles y me di a tuitear escarnecedoras exhortaciones a la MUD a mandar a la mierda toda contención y cantar de una buena vez “¡fraude!” para denunciar, con cojones, el golpe militar en marcha.
Al fin y al cabo, Padrino López es el mismo general que, hace un año, en medio de la letal represión a las manifestaciones pacíficas convocadas por Leopoldo López, produjo una bárbara ordenanza aprobando el uso de armas de guerra como parte del equipo antimotines. Son conocidas sus ideas contrarias a la sujeción del orden militar al civil.
En un discurso de orden pronunciado, en calidad de General en Jefe del Ejército, ante la actual Asamblea saliente, el año pasado, Padrino hizo el elogio de la tiránica noción chavista de “gobierno cívico-militar”. Padrino dijo entonces, con jerga maoísta, que el expediente cívico-militar concebido por Chávez, le parecía “una necesidad porque para hacer la guerra popular prolongada, como concepción estratégica, se emplea la fuerza del pueblo en la defensa de la patria”. Las bastardillas son mías.
Y allí estaban los generales, apretujados como en una jaula avícola ante las cámaras, con Padrino advirtiéndonos, nada menos, que, luego de la lectura de los resultados, no se permitiría ninguna manifestación pública (¿de júbilo?, ¿de descontento?) en el curso de las siguientes 24 horas.
¿Qué otra cosa podía significar esa interdicción que no fuese el zarpazo a una victoria electoral de la oposición que se anunciaba claramente inobjetable desde hacía ya muchas horas? Suspendo ahora mi relato y aprieto el botón de fast forward.
A partir de enero, la Asamblea Nacional se convertirá en lo que Chávez nunca quiso que fuese: un ámbito plural para el debate y la contraloría del Ejecutivo; el contrapeso imprescindible en toda democracia verdadera. La política, en su acepción más altruista, encarnada en la MUD, al parecer ha vuelto a Venezuela. La política, sí: ese oficio tan universalmente denostado que, sin embargo, ejercido con nobleza y probidad, es lo único que permite que los ciudadanos nos ocupemos de nuestras vidas y asuntos sin distracción ni sobresalto excesivos, ha derrotado al autoritarismo premoderno y la arbitrariedad demagógica.
Venezuela está literalmente en ruinas y no es tautológico que todo irá ahora como sobre ruedas, pero se han abierto ya puertas a un forzoso diálogo en torno a inaplazables reformas económicas. ¿Y qué hay de Padrino y los militares que, una vez más, han tutelado entre gallos y media noche un conteo electoral? No lo sé; ¿quién podrá saberlo, sino el curso del tiempo?
Pero la irrupción del Alto Mando, dicen los más enterados, puso al descubierto una sorda pugna intestina en los cuarteles y entraña una dura derrota para el cártel de Cabello quien, siempre según los más enterados, era, la noche del domingo, partidario, no ya del fraude, sino del golpe militar puro y duro. Mientras vamos viendo qué papel querrán jugar los militares en la recuperación de las instituciones democráticas, las Pascuas de 2015 nos han traído el aguinaldo de una Asamblea Nacional con nueva mayoría. Una mayoría políticamente valerosa y culta, vigilante y plural. ¡Feliz Navidad!
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