Financiamiento verde: del compromiso a la acción
En la cumbre climática de París, sector público y privado deben comprometerse a financiar la transformación productiva hacia economías bajas en carbono y resilientes al clima
Uno de los temas críticos que se plantea la comunidad internacional, a pocos días de haber comenzado la cumbre mundial sobre cambio climático, es el denominado financiamiento verde, es decir, cómo obtener los recursos financieros necesarios para la implementación de estrategias que permitan una transición ordenada hacia economías bajas en emisiones de carbono y resilientes al cambio climático.
Se estima que financiar esa transición costará alrededor de 1.000 millones de millones de dólares al año hasta 2050, una cantidad que requiere de compromisos globales sin precedentes.
En la Cumbre Climática de la ONU en septiembre de 2014, los actores clave –países involucrados en las negociaciones, inversores institucionales, bancos multilaterales y comerciales- se comprometieron a financiar tanto la mitigación como la adaptación al cambio climático, a través de programas de des-carbonización de las naciones y de mecanismos innovadores como los bonos verdes, entre otros.
Es destacable el creciente papel del Club de Bancos de Desarrollo (IDFC por sus siglas en inglés) una red que nace en 2011 integrada por 23 instituciones financieras de desarrollo, nacionales, regionales e internacionales, 19 de las cuales pertenecen a países emergentes.
El aporte global de fondos que ha otorgado el IDFC para objetivos de mitigación y adaptación al Cambio Climático ha venido en aumento en los últimos años y pasó de USD 89.000 millones en 2011 a USD 99.000 millones en 2013, siendo USD 100.000 millones el compromiso asumido para 2015.
Estos montos equivalen aproximadamente a dos tercios del total del aporte de entidades financieras públicas, lo que convierte al Club de Bancos de Desarrollo en la principal fuente de fondos para el financiamiento climático a escala global.
Financiar esa transición costará alrededor de 1.000 millones de millones de dólares al año hasta 2050.
En Latinoamérica, CAF –banco de desarrollo de América Latina-, junto a bancos de desarrollo nacionales y fondos internacionales como el Fondo Para el Medio Ambiente Mundial, el GEF por sus siglas en ingles, el Fondo de Adaptación y el Fondo Verde para el Clima son hoy en día actores clave en el financiamiento verde, así como en la generación de conocimiento y apoyo técnico a los países en la formulación de políticas y estrategias climáticas.
América Latina necesita la adopción de nuevas tecnologías para impulsar la eficiencia energética, para renovar y ampliar la capacidad productiva de nuestros sectores industriales y para promover el desarrollo de una economía verde.
Contrariamente a lo que suele asumirse, está demostrado que las inversiones “verdes” aumentan la competitividad y la productividad de los países, son rentables y pueden incluso suponer un impulso de las economías nacionales, aspecto importante en el contexto global de bajo crecimiento, con la oportunidad de generar más y mejores empleos.
Estas inversiones permitirán reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, algo ineludible si pretendemos que la temperatura del planeta no suba por encima de los 2 grados centígrados para el 2100. Las consecuencias de no actuar ahora pueden ser nefastas, especialmente en regiones en desarrollo como América Latina.
A pesar de ser responsable solamente del 12,5% de las emisiones mundiales, la región sufriría más sequías y lluvias torrenciales, hecho que mermaría la producción agroindustrial y pondría en peligro la seguridad alimentaria, por nombrar solo algunos de los impactos negativos que podríamos esperar.
Resulta urgente, además de alcanzar acuerdos y compromisos vinculantes en el terreno de la reducción de emisiones y de la resiliencia al cambio climático, encontrar vías para multiplicar el financiamiento verde y hacerlo más atractivo mediante el involucramiento masivo del sector privado.
En otras palabras, debemos apostar por la creación de un nuevo modelo productivo que sea consecuente con la situación ambiental global y que sea, a la vez rentable, funcione eficientemente y pueda reducir la dependencia de los combustibles fósiles. Para implementarlo es imprescindible el compromiso financiero de gobiernos, sector privado y organismos multilaterales.
En este proceso de movilización de fondos verdes los bancos multilaterales de desarrollo tenemos un papel determinante: ofrecer seguridad y respaldar a los inversores privados y, al mismo tiempo, desarrollar modelos financieros innovadores que permitan minimizar riesgos.
La COP21 representa un enorme desafío que requiere de acuerdos y compromisos extraordinarios a escala global. Pero además de los acuerdos y compromisos vinculantes en el terreno de la reducción de emisiones y resilencia al cambio climático, durante y después de París, debemos multiplicar el financiamiento verde que permita frenar el deterioro del planeta y pasar de inmediato del compromiso a la acción.
El autor es el Presidente Ejecutivo de CAF –Banco de desarrollo de América Latina
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