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Argelia logra imponer a los islamistas radicales un papel secundario

La sociedad no espera la llegada de yihadistas al poder ni por las armas ni por las urnas

Francisco Peregil
Fotograma del vídeo en el que los yihadistas decapitan supuestamente a un rehén francés en Argelia en 2014.
Fotograma del vídeo en el que los yihadistas decapitan supuestamente a un rehén francés en Argelia en 2014.

Los argelinos se han acostumbrado a vivir en alerta permanente. El Estado no baja la guardia y los yihadistas, según los expertos, no tienen opciones de llegar al poder ni por las armas ni por las urnas. El exponente más claro de la situación es Madani Mezrag, de 60 años, asesino de la guerra civil para unos y títere del Gobierno para otros. El fin de la guerra civil de los noventa implicó su renuncia a entrar en política. Su anuncio, en agosto, de que creaba un partido fue acallado.

Madani Mezrag fue un dirigente del Ejército Islámico de Salvación (EIS), brazo armado del Frente Islámico de Salvación (FIS). Este partido ganó la primera vuelta de las elecciones legislativas de 1991; el Gobierno canceló la segunda vuelta. La consecuencia de ese autogolpe de Estado fue una guerra donde perdieron la vida unas 200.000 personas. La paz se consiguió tras más de siete años y en ella tuvo mucho que ver el alto el fuego unilateral que firmó Madani Mezrag en 1997. Dos años después, el actual presidente, Abdelaziz Buteflika, ganaba sus primeras elecciones generales y en enero de 2000 declaraba una amnistía para Mezrag y sus 5.000 hombres. Se firmó la paz a cambio de la impunidad. Y de la no injerencia de los islamistas radicales en política. El acuerdo de concordia impide a los exguerrilleros de Mezrag aspirar al poder.

Pero Mezrag anunció hace tres meses su intención de crear un partido. Y en octubre amenazó al mismísimo Buteflika con la siguiente frase emitida en una entrevista del canal argelino El Watan —nada que ver con el diario del mismo nombre—: “Si él no reconsidera su postura [de impedirle participar en política], escuchará cosas de mí que nunca antes ha escuchado”. Resultado: el Gobierno cerró a la semana siguiente la cadena El Watan y Mezrag no ha vuelto a hablar en otros medios. Tampoco ha contestado a las llamadas de este diario.

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¿A cuánta gente representa realmente Mezrag? Difícil saberlo porque nunca tuvo opción de presentarse a las urnas y porque en Argelia están prohibidos los sondeos electorales. Algunos observadores internacionales estiman que tanto Mezrag como otros islamistas radicales podrían representar a un 30% de la población.

Para otros analistas argelinos, sin embargo, Mezrag es hoy en día un personaje folclórico, utilizado por el Gobierno para meter miedo en la población con la idea de que la gente recuerde que los yihadistas siguen estando ahí y que el único que garantiza la estabilidad es Abdelaziz Buteflika, que lleva 15 de sus 78 años como presidente.

Un tendero de la famosa kasba (barrio viejo) de Argel, la zona donde nació la revolución que desembocaría en la independencia del país, pregunta: “¿Quién ha inventado a Mezrag? Es el propio Gobierno”. Mourad Slimani, redactor jefe del diario El Watan, explica: “Aún está muy cerca el recuerdo de la guerra. Veíamos cabezas cortadas en las aceras. Todo el mundo tiene un familiar o un amigo muerto. El problema es que Mezrag fue perdonado sin ser juzgado. Y la sociedad quiere que se le juzgue. Pero Argelia no es un país de islamistas radicales. En 1991, en la primera vuelta de las elecciones votaron al Frente Islámico de Salvación (FIS) tres millones de personas. Pero muchos de ellos lo hicieron porque veían que esa era la única alternativa para echar a los militares del poder”.

En el ámbito del islamismo moderado tampoco hay ningún partido con opciones de vencer en unas presidenciales como es el caso de Recep Tayyip Erdogan en Turquía. “El poder ha sabido dividir a los islamistas, les ha hecho entrar en los negocios y los ha corrompido”, asegura Karim Kebir, periodista del diario Liberté. “A cambio, los islamistas han conseguido cambiar varias leyes a su favor. En 2006 se aprobó una ley de venta de alcohol que impide abrir un local si un solo vecino se opone. Ahora, encontrar alcohol es mucho más difícil que antes. Además, han introducido la llamada a la oración en todos los canales de televisión, públicos y privados”.

Cien combatientes del ISIS

El Gobierno ha conseguido que la sociedad no se preocupe por el avance de los violentos. Pero la amenaza sigue ahí y es bien real. En enero de 2013 la rama magrebí de Al Qaeda (AQMI), la del argelino Mojtar Belmojtar, tomó una planta de gas en el sur del país y en la operación de rescate murieron 37 rehenes extranjeros.

Y en septiembre de 2014 un grupo argelino vinculado al Estado Islámico (ISIS) reclamó la decapitación de un ciudadano francés. Sin embargo, los argelinos en las filas del Estado Islámico en Siria son menos de 100, frente a los casi 2.000 de Marruecos y los más de 3.000 tunecinos.

Aunque han pasado más de 15 años de la guerra, la sociedad está saturada de violencia. “El problema”, concluye el periodista Kebir, “es que todo el mundo en este país está desacreditado. El poder, porque lleva 15 años ahí amparando la corrupción. La oposición, porque sigue con los mismos líderes de siempre. Los islamistas radicales, porque tienen las manos manchadas de sangre. Y los moderados, porque están enriqueciéndose a la sombra del poder”.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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