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Tribuna
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El modelo de varón puro macho, ¿está saliendo de escena?

La violencia no nace del vientre de la mujer, la han ejercido siempre contra ella

Juan Arias

Los temas sobre la mujer como sujeto de violencia, sus conflictos, acosos y hasta sus muertes por parte de los varones, se hacen cada día más actuales y ocupan buena parte de la información diaria.

En el Congreso de diputados se confabulan la política y la religión para restringir derechos sagrados de las mujeres sobre su cuerpo.

Y sin embargo el tema masculino está cada vez menos de moda en el mundo. Y si lo está se debe más bien a la polémica sobre la homosexualidad. La topología del varón puro-macho empieza a desaparecer.

El hombre es noticia y aplaudido hoy más bien cuando empieza a despojarse de su cultura de violencia y es capaz de compartir con su pareja tareas que hasta hace poco día eran consideradas sólo femeninas, como cuando actúa también como madre en el cuidado de los hijos ¿Cuántos hombres hace sólo 30 años sabían cambiar un pañal?

A los hombres les gusta hablar de la “inseguridad femenina” y repetir aquello de “ellas nos necesitan”. La antropóloga Miriam Goldenberg, en su columna de Folha se pregunta sin embargo, con ironía: “¿Por qué los hombres son tan ridículos?”, y relata confesiones de hombres que coleccionan fracasos amorosos con tal de “no quedarse solos”.

Recuerda que es un tópico hablar de la “inseguridad femenina”. Y se pregunta: “¿Y la fragilidad masculina?”

El hombre es noticia y aplaudido hoy más bien cuando empieza a despojarse de su cultura de violencia

¿Estará entonces en crisis o en evolución el concepto antiguo de femenino y masculino? Un amigo me hace notar que las mujeres de hoy se sienten cada vez más a gusto, como amigas y hasta como confidentes, de los homosexuales ¿Por qué será?

El movimiento feminista cambió muchas cosas; fue un rescate social de la dignidad de la mujer, que la arrancó de su atávico lugar de dependencia del varón. Tuvo momentos de gloria y algunos tropiezos como, por ejemplo, la tentación de disfrazarse con los viejos atributos masculinos para sentirse emancipada y triunfadora en una sociedad radicalmente machista.

Hoy existe el peligro de que muchas mujeres olviden que en los albores de la Humanidad, la mujer y el misterio de su feminidad ya fueron bien superiores a los del varón, que culminó su carrera de dominador cuando, en la civilización griega, se cambió el género a Dios, haciéndolo masculino.

La primera divinidad de la Historia fue, en efecto, mujer. Era Thea, la diosa de la Tierra, y de la fecundidad. Todo lo relacionado con la vida, con lo que germina, estuvo desde la antigüedad ligado a lo femenino.

La mujer, en la antigüedad, estuvo más cercana de la paz que de la violencia y la guerra, porque era la guardiana de la vida. En la prehistoria la caza la hacían los varones. Eran ellos quienes mataban. Las mujeres sembraban las semillas. Cuidaban de la vida, más que de la muerte. Son las mujeres, hasta hoy, las que más lloran la muerte de los hijos.

Alguien ha escrito que un hombre no debería sentirse tal hasta que una mujer no llore por él.

Las mujeres no deben ser ya remedos de un molde masculino que se está agotando

Las mujeres no deben ser ya remedos de un molde masculino que se está agotando, ya que hasta el varón está descubriendo su porción oculta de feminidad para poder, paradójicamente, entender mejor a la mujer y su sexualidad.

Hoy difícilmente encontramos padres y madres que se sientan orgullosos de que sus hijos vayan a combatir en la guerra, y ello se lo debemos, sobre todo, a la mujer. ¿Existirían las guerras si sólo se pudieran declarar con el consenso de todas las madres del mundo?

¿Por qué gusta tanto hoy a creyentes y agnósticos, y sobre todo a las mujeres, el poco macho Francisco, el primer papa sin miedo a la mujer?

Lo que muchos olvidan hoy en la actual discusión del papel masculino y femenino en la sociedad es que la mujer no es sólo un género, sino también un símbolo, un enigma. Es axioma y mito. Y sobre todo, en un mundo que parece ya sin velos, la mujer sigue custodiando y alimentando el misterio.

Si puede concebirse un mundo sin varones, no lo sería sin mujeres. Alguien ha escrito que sin la mujer los muertos se negarían a resucitar. La mujer, nos guste o no a los hombres, sigue siendo el arquetipo de la acogida, de la que habla Jung, que empieza con el niño nutriéndose de su pecho, y que buscará de adulto en los grandes arquetipos de la Patria, la Iglesia o la Política, instituciones todas ellas de género femenino.

Es posible que la Humanidad necesite aún muchos siglos hasta que sea capaz de devolver a la mujer la importancia y primacía que le concedió la naturaleza y que el varón y las Iglesias le fueron usurpando, convirtiéndola en subordinada y a veces hasta en esclava.

¿Por qué los hombres seguimos siendo menos capaces de vivir solos que las mujeres? ¿Por qué las mujeres suelen vivir más que nosotros? ¿No será que la naturaleza las protege más precisamente porque son más indispensables a la vida que los varones? Eso es lo que defienden los analistas de la genética.

La mujer no es sólo un género, sino también un símbolo, un enigma

Sin la mujer y su misterio, el hombre seguiría aun vagando en busca de su propia identidad. Diógenes recorría las calles con su linterna “buscando a un hombre”. El mundo de hoy ¿no estará en busca de lo que de mujer anida también en el varón? El machismo y el amor por la guerra y las armas son hermanos siameses de la fascinación por la violencia.

Las armas que la mujer cultiva en secreto difícilmente huelen a pólvora. La violencia no nace de su vientre, la han ejercido siempre contra ella.

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