El pacifista mexicano al que confundieron con un terrorista
Rafael Bejarano, músico y activista en múltiples comunidades indígenas, es uno de los fallecidos en el ataque en Egipto
La mayoría de los mexicanos que resultaron víctimas del ataque perpetrado por el Ejército egipcio el domingo provenían de Guadalajara, Jalisco. Fue aquí donde se organizó el viaje, un tour que tenía un objetivo “espiritual”, según explican algunos de los más allegados a Rafael Bejarano, uno de los mexicanos muertos.
La información sobre las víctimas mexicanas se ha conocido porque los familiares han sido quienes han contactado a tanto los guías turísticos en Egipto como a los medios. La cancillería mexicana ha identificado a ocho mexicanos muertos, pero no ha confirmado todos los nombres. El grupo turístico que operaba el viaje afirma que eran 14 los participantes del tour.
El primero que ha sido reconocido, y porque fueron sus familiares quienes llamaron directamente al guía turístico que operaba el viaje ha sido Rafael Bejarano Rangel, de Guadalajara e hijo de Marisela Rangel, la organizadora del viaje y quien está ingresada en el hospital. Su estado se reporta como estable.
Bejarano decía que su talismán era un pollo. Por eso se ganó el mote del chamán pollo, por un juego de palabras que inventó porque organizaba colectas de a-pollo para ayudar a comunidades indígenas. Tenía un proyecto en marcha, recaudar fondos para construir una escuela en una aldea huichol en Jalisco, occidente de México, su tierra. A cambio de recibir una donación, entregaba un pequeño pollo de plástico con un corazón en el pecho.
Su hermana Gabriela suelta una casi imperceptible risa cómplice cuando se le pregunta por qué su hermano había elegido a los pollos como emblema. "Siempre cargaba esos pollos porque le gustaba generar su propia tribu de apollo. Su idea era que la gente se apoyara mutuamente. Lo llevaba como un talismán", explicó a este periódico minutos antes de que abordara el avión que dispuso la Secretaría de Relaciones Exteriores de México para trasladarla a ella y a otros siete familiares al lugar donde ocurrió el ataque.
"Gracias a la tribu de a-pollo hemos reunidos 27.070 pesos". El objetivo: construir un instituto en la comunidad huichol de Cohamiata, al noroeste de Jalisco, y un sitio enclavado en la Sierra Madre, de difícil acceso y, por si fuera poco, acechado por el narcotráfico.
Para conseguir sus objetivos, Bejarano se acercó a los medios locales desde mediados de los años noventa. Ricardo Salazar, periodista y presentador de radio y televisión de la Universidad de Guadalajara lo recuerda. “Al principio pensamos que era un loquito, no sabes la cantidad de personas que llega a la radio”, explica Ricardo Salazar, periodista y presentador de los medios de la Universidad de Guadalajara. “Pero luego nos contó sobre la historia del didyeridú, un instrumento de raíces australianas. Ese instrumento no lo toca cualquiera”.
“Ese instrumento no lo toca cualquiera”, explica. “Quería transmitir lo que hay alrededor de ese instrumento, que es paz interior”. Se convirtió en un colaborador habitual de la radio UdeG. Ahí fue donde comenzó su carrera como músico. Grabó varios discos independientes y emprendió giras en una decena de países.
Cecilia Yasmín Fernández Haro, productora y conductora cultural, lo recuerda con el mismo cariño: “Era un chavo muy joven, pero también muy comprometido. Nos daba pequeños conciertos en la cabina”, cuenta.
“Para nosotros es una ironía, porque es un tema internacional pero también muy personal para nosotros”, explica la cantante Valentina González, de 34 años y colaboradora frecuente en los proyectos de Bejarano. Lo conoció a los 21 años en un café. “Cantamos por casualidad”, recuerda con una sonrisa. “Entró por la puerta con el didyeridú. Y fue una cosa mágica”. Animados por los asistentes, comenzaron a cantar. “Yo soy un poco más escéptica, pero al ver el efecto que él tenía sobre las personas era innegable que algo estaba cambiando”, asegura. Sobre la ironía de que un hombre comprometido con la paz resultara muerto en un ataque confundido por terrorista, su hermana, resignada y sin atisbo de amargura, reflexionaba: "Todo tenía que ser así".
Su alumno, Fernando Martínez, era uno de sus discípulos, comenta. "Así estamos, con el corazón roto". Dice que a Rafael Bejarano le gustaría ser recordado como "una persona que luchó por sus sueños. Podría haber sido una persona con una profesión 'normal', pero dedicó sus últimos años a sus ideales".
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