Alemania se plantea cómo digerir la llegada masiva de refugiados
El Gobierno repite la idea de que el país se enfrenta al mayor desafío desde la reunificación
Tras impulsar un cambio de rumbo notable en la política de asilo europea y ofrecer al mundo una imagen de país acogedor, Alemania tiene ahora ante sí lo más difícil. La llegada masiva de refugiados —algunos analistas creen que la estimación de 800.000 solicitudes de asilo ha quedado obsoleta— supone un reto mayúsculo que requiere grandes cambios en sectores como la vivienda, la educación y el empleo. El Gobierno repite la idea de que el país se enfrenta al desafío más complicado desde la reunificación con la Alemania comunista hace 25 años.
La tarea es titánica. La reunión del pasado domingo en la que los tres partidos gobernantes —CDU, SPD y CSU— acordaron inyectar 6.000 millones el año próximo para atender a refugiados fue solo un primer paso. 150.000 camas para los recién llegados, decenas de miles de plazas escolares —se calcula que este año entrarán 250.000 menores—, 3.000 policías más y cientos de funcionarios para políticas de asilo… Son algunas de las necesidades perentorias a las que se enfrentan los poderes públicos. Solo en este fin de semana se espera la llegada de 40.000 refugiados, el doble que el pasado.
Austria, Orbán, nazis y deportaciones
Una entrevista en la que el canciller austriaco, Werner Faymann, equiparó el tratamiento que el Gobierno húngaro de Viktor Orbán da a los migrantes con las deportaciones nazis derivó ayer en un incidente diplomático. Faymann declaró que “subir a refugiados en trenes para enviarlos a un lugar completamente diferente al que creen que van” le recuerda al “capítulo más oscuro en la historia del continente”.
Budapest tildó sus palabras de “indignas de un líder europeo del siglo XXI” y convocó al embajador.
Además, se quiere agilizar la expulsión de los procedentes de países considerados seguros. Y en el partido democristiano de Angela Merkel hay una mayoría a favor de endurecer las normas de asilo —un derecho consagrado en la Constitución— para acabar con el temido efecto llamada. Pero, como señaló la canciller el miércoles, lo más importante llegará más adelante. La capacidad que tenga Alemania para integrar a sus nuevos vecinos marcará el éxito o el fracaso del proceso.
El debate público está estos días lleno de cifras. El vicecanciller y líder socialdemócrata, Sigmar Gabriel, aseguró que una economía fuerte como la alemana puede acoger a 500.000 refugiados al año. El dirigente democristiano Volker Kauder también se agarró al número redondo de medio millón, pero para cuantificar a los demandantes de asilo de este año que se quedarán para siempre. La canciller prefiere no atarse las manos y no da números; pero insiste en que los actuales flujos migratorios van a cambiar profundamente al país.
Merkel, una política a la que le cuesta apartarse del lenguaje burocrático, ha encontrado una vena emocional en los últimos días con frases como “si fuimos rápidos para salvar a los bancos, ahora también debemos serlo”
La declinante pirámide demográfica alemana y su necesidad de mano de obra explica el optimismo con el que los empresarios ven la llegada de futuros trabajadores y consumidores. “En los próximos 20 años necesitamos mucha más mano de obra de la que producimos”, decía en una reciente entrevista el presidente de la patronal, Ingo Kramer, que hablaba de los recién llegados como un “enriquecimiento”. Ayuda también que muchos de ellos procedan de Siria, un país que antes de la guerra contaba con un buen sistema educativo. El aprendizaje del idioma se mantiene como el gran obstáculo.
Falta de mano de obra
“La economía alemana puede asumir al año 800.000 nuevos inmigrantes y beneficiarse de ello. Pero la pregunta no es si un crecimiento anual del 1% de la población es demasiado alto, sino si la sociedad quiere y puede integrarlos. Necesitamos reconocer mejor y más rápido los títulos de otros países”, asegura Marcel Fratzscher, economista y presidente del prestigioso think tank DIW.
Porque más allá de la economía, la clave estará en la respuesta de la sociedad. Incluidos los políticos. En una inusual crítica a Merkel, Horst Seehofer, líder de la CSU de Baviera —partido hermano, pero independiente, de la CDU— declaró a Der Spiegel: “No veo ninguna posibilidad de poder meter nuevamente al genio en la botella” y calificó de “grave error” permitir la llegada masiva de asilados, informa Enrique Müller.
En cambio, un tabloide como el Bild, de una agresividad sin matices contra los griegos durante la crisis, ha lanzado ahora una campaña de solidaridad. Pero los sociólogos se preguntan si la reacción tan positiva con la que los alemanes han recibido a los refugiados se mantendrá. Y si la oleada espoleará a los grupos xenófobos visibles, por ejemplo, en los cada vez más habituales —y más graves— ataques a centros de refugiados. “La sociedad está cada vez más polarizada. Los prejuicios contra grupos como los musulmanes o los gitanos aumentan. Los que van a las estaciones a donar juguetes y ropa no son mayoría”, advierte Oliver Decker, experto en extremismos de la Universidad de Leipzig.
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