“La izquierda no puede demonizar a la pequeña burguesía”
Roberto Mangabeira, ministro de la Secretaría de Asuntos Estratégicos, es el encargado del proyecto de educación de Brasil


El futuro de Brasil está siendo dibujado por un personaje poco común en un amplio y sobrio despacho de la Esplanada dos Ministérios, en el corazón de Brasilia. “Un hombre sin ningún encanto en un país de gente encantadora”, como él mismo se define. Roberto Mangabeira Unger (Río de Janeiro, 1947), ministro de la Secretaría de Asuntos Estratégicos (SAE), es el elegido por la presidenta Dilma Rousseff para dar sentido a su proyecto de educación y nuevo lema del país, "Brasil Patria Educadora".
Este hombre, profesor de la Facultad de Derecho de Harvard, de izquierdas, extremamente reservado y que usa pantalones remendados y reloj de bolsillo, no solo debe concebir cómo el país va a educar a sus niños, sino también cómo Brasil puede generar empleo cualificado o cómo desarrollar y proteger sus bosques durante la mayor retracción económica de los últimos 25 años.
Mangabeira se define como “un hombre sin ningún encanto en un país de gente encantadora”
En Harvard, Mangabeira tuvo como alumno al presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, a quien aún critica por haber perdido una “oportunidad transformadora” en la crisis de 2007. Hoy contenido, el ministro ganó fama de polémico al criticar públicamente al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva. “El Gobierno de Lula es el más corrupto de nuestra historia nacional”, dijo. Lula, sin embargo, fue el primero en llamarle para ocupar el cargo en la SAE, de 2007 a 2009.
A continuación, lo más destacado de la entrevista.
“Nuestro modelo acabó”. La crisis económica es una transición de modelos de desarrollo. Nuestro modelo nos ha permitido salvar a millones de brasileños de la pobreza extrema, reducir la desigualdad y mantener empleada a la gran mayoría de la población, pero ha convivido con un nivel de productividad muy bajo. La estrategia de las últimas décadas se basaba, por un lado, en la masificación del consumo y en el aumento de los ingresos de la población, y por otro lado, en la producción y exportación de materias primas. Esa estrategia fue posible mientras los precios de las materias primas eran altos y nuestro mayor mercado, China, estaba creciendo febrilmente. Pero este modelo acabó.
El ministro brasileño tuvo como alumno en Harvard al presidente de EE UU, Barack Obama
En Brasil no podemos resolver ninguno de los problemas de nuestra democracia contemporánea sin comenzar a innovar en las instituciones económicas y políticas. Pero no al estilo del siglo XIX. No creyendo que hay sistemas listos y terminados, como el capitalismo y el socialismo, y que la transformación consiste en el cambio de un sistema por otro.
“Sin servicios públicos de calidad, es difícil organizar un nuevo ciclo de crecimiento”. Hay otros aspectos de la crisis. Cuando la nueva clase media comenzó a consumir se dio cuenta de que eso no era suficiente para vivir una vida digna si no se combinaba con el acceso a los servicios públicos, educación, salud y seguridad, de calidad. Ahora estamos amenazados por un aparente círculo vicioso: sin crecer económicamente es difícil financiar, pero sin servicios públicos de calidad es complicado organizar un nuevo ciclo de crecimiento basado en la oferta y no solo en el consumo.
En Brasil no podemos resolver ninguno de los problemas sin comenzar a innovar Roberto Mangabeira
“La izquierda tiene que evitar identificar a la burguesía como su enemiga”. Tenemos un fenómeno muy importante en Brasil, que es el surgimiento, junto a la clase media tradicional, de una pequeña burguesía emprendedora, formada por millones de personas que luchan por abrir y mantener pequeños negocios, que estudian por la noche, que se unen a las nuevas iglesias... Esta masa es el agente político más importante de Brasil y comanda el imaginario colectivo popular, aunque la mayoría no cree en los partidos. Y sin un proyecto nacional inclusivo, esta masa retrocede en la defensa de sus intereses y a un privatismo moralizante.
Por esto la izquierda brasileña tiene que evitar uno de los grandes errores de la izquierda europea, que fue identificar a la pequeña burguesía como su enemiga, porque, tras haberla demonizado, esta se convirtió en los tentáculos de la derecha.
El eufemismo de la flexibilidad en Brasil expone a la mayoría de los trabajadores a la inseguridad económica radical
“Nuestra cultura es anárquica y creativa, tenemos que aprovechar eso”. Brasil necesita una transformación radical en la educación. Hemos tenido grandes avances, pero la calidad de nuestra educación es miserable. Mantenemos una tradición enciclopédica y de memorización, una educación canónica, dogmática, que contradice las exigencias de la ciencia y que es lo contrario de todo aquello que somos. Es una versión degenerada de la enseñanza francesa y tenemos que cambiar eso radicalmente. Eso pasa por nuevos contenidos en la formación y por la cooperación entre el Gobierno, los estados y los municipios, y por todo un conjunto de iniciativas destinadas cualificar a todos los profesores y directores.
“El eufemismo de la flexibilidad expone a los trabajadores a la inseguridad económica radical”. En las relaciones entre el capital y el trabajo en los últimos años ha disminuido la informalidad en la economía brasileña, pero la economía formal ha incrementado el porcentaje de trabajadores con empleo precario (temporales, externalizados o autónomos). El eufemismo de la flexibilidad en Brasil expone a la mayoría de los trabajadores a la inseguridad económica radical. Esto es incompatible con una recuperación del crecimiento y con una economía inclusiva. No podemos prosperar como una China con menos gente, condenando a una gran parte de nuestra fuerza de trabajo a la precarización.
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