El Papa llama a encontrar un camino que resuelva la crisis griega
Francisco: "El camino de los préstamos y la ayuda no termina nunca"
El papa Francisco puso en valor los intentos del Gobierno de Alexis Tsipras para sacar a Grecia de la crisis provocada por “una situación de deuda internacional” de la que, según afirmó, los anteriores gobernantes griegos “también tienen una responsabilidad”. Durante el vuelo de regreso a Roma tras su viaje de una semana a Ecuador, Bolivia y Paraguay, Jorge Mario Bergoglio apostó por la adopción de nuevas medidas que permitan a Grecia salir del colapso. “Si una empresa puede declararse en bancarrota”, planteó el Papa, “¿por qué un país no puede hacerlo?”.
Después de siete días a un ritmo endiablado —tres países, siete vuelos, 22 discursos escritos y unos cuantos más improvisados, visitas a presidentes, representantes de la sociedad civil, enfermos, presos, vecinos de barrios sin asfalto ni esperanza—, Jorge Mario Bergoglio aún tuvo fuerzas para presentarse ante los 75 periodistas del vuelo papal y someterse, haciendo gala de su sentido del humor, a más de una hora de preguntas sin límites previos.
Al ser preguntado por la situación de Grecia, el Papa dijo: “El nuevo Gobierno griego ha entrado en una revisión un poco justa, ¿no? Espero que se encuentre un camino para resolver el problema y también un camino de vigilancia para que otros países no caigan en el mismo problema”. Dijo que, como ya advirtió hace un año, “el camino de los préstamos y la ayuda no termina nunca” y que, según tenía entendido, “Naciones Unidas estaba trabajando en un proyecto para que un país pueda declararse en bancarrota, que no es lo mismo que el default [quiebra]”. Las declaraciones se produjeron nada más despegar de Paraguay la tarde del domingo --madrugada del lunes en Europa--, antes de conocerse que Tsipras había aceptado el acuerdo impuesto por Merkel y Hollande.
Algunas preguntas giraron en torno a la posibilidad de que sus discursos de apoyo a los excluidos puedan ser rentabilizados políticamente, sobre todo teniendo en cuenta que, durante la gira latinoamericana, se ha vuelto a hacer patente su sintonía con los presidentes Rafael Correa y Evo Morales y con los movimientos populares. El Papa ha pedido “un cambio real” que acabe con un sistema que “convierte al capital en un ídolo”. De hecho, una de las frases pronunciadas en la primera fase del viaje —“Ecuador se ha puesto en pie con dignidad”— fue enseguida enarbolada como una bandera tanto por el Gobierno como por la oposición. El Papa llegó a admitir durante el vuelo que tal vez tenga que medir más sus palabras, pero que también los periodistas deben hacer un esfuerzo por contextualizar las informaciones y no agarrar al vuelo una frase y situarla en un titular: “No quiero jugar con ustedes al maestro Ciruela, solo lo digo para ayudarles. Un texto no se puede interpretar con una frase. Hay que ver todo el contexto de la situación e incluso acudir a la historia para analizar ese momento”.
Ante la pregunta de si la Iglesia lo seguirá por este camino de firme compromiso con los excluidos, Jorge Mario Bergoglio fue tajante. Sin perder la sonrisa, enhebró cuatro frases que constituyen un aviso para navegantes: “Soy yo el que sigo a la Iglesia. Yo simplemente me dedico a predicar la doctrina social de la Iglesia. No es un hecho político, es un hecho catequético. Quiero dejar claro esto”. El Papa se mostró determinado a seguir apoyando a los movimientos populares —formados por indígenas, cartoneros, trabajadores precarios—, al margen de que sintonicen o no con la doctrina cristiana. “Son muchos y suponen una gran fuerza en todo el mundo”, explicó, “y no se sienten representados por los sindicatos porque dicen que se han convertido en una corporación y ya no luchan por los derechos de los más pobres. La Iglesia no puede permanecer indiferente. Tiene una doctrina social y dialoga con estos movimientos. Habéis visto su entusiasmo al descubrir que la Iglesia no estaba lejos de ellos, que estaba cerca, que les ayudaba a luchar”.
Tal vez lo más llamativo de la comparecencia fue descubrir que quien ya se ha convertido en un referente ético mundial —lo dice Barack Obama y también los olvidados por la sociedad— no tiene empacho en reconocer una posible equivocación, un olvido, una falla injusta en su discurso. Sucedió ante la pregunta de un periodista alemán que le recordó que sus alocuciones suelen estar llenas de palabras de aliento para los pobres y de “mensajes severos para los ricos y poderosos”, pero que apenas hacen referencia a la que llamó “gente normal, aquellos que trabajan y pagan impuestos”. El Papa contestó: “Es una buena corrección. Usted tiene razón. Es una equivocación por mi parte. Tengo que pensarlo. No lo digo a modo de justificación, pero el mundo está polarizado. La clase media es más pequeña, porque la polarización entre ricos y pobres es cada vez mayor. Quizá esto me ha llevado a no darme cuenta. Siempre hablo de los pobres porque son el corazón del evangelio. Pero la gente común, la gente sencilla, el obrero, tiene un gran valor. Creo que debo hacer lo que usted me ha dicho. Debo profundizar más en este magisterio. Se lo agradezco. Le agradezco la ayuda”.
Aunque sin las declaraciones explosivas de otras veces —a pesar de su alegría y sus bromas, Bergoglio no podía ocultar un considerable cansancio—, el encuentro sobre el vuelo papal dejó una vez más la sensación entre los periodistas de que Francisco está determinado a cambiar la Iglesia y a que la Iglesia ayude a cambiar las injusticias del mundo. Buena parte de su fuerza radica en el gran apoyo popular, pero también en su capacidad para tender puentes entre los gobernantes. Su intervención en el acercamiento entre Estados Unidos y Cuba, que tanto Barack Obama como Raúl Castro resaltaron, está provocando una riada de peticiones para que el Vaticano ofrezca su mediación en viejos conflictos. Ante esto, el Papa también fue claro. Se quitó importancia en el asunto de EE UU y Cuba: “No tuvo carácter de mediación. Había un deseo que llegó de un lado y luego del otro. Fue en enero del año pasado. Durante tres meses, solo me dediqué a rezar. ¿Qué podía hacer con estos dos que desde hace más de 50 años están así? Después el Señor me ha hecho pensar en un cardenal, él fue allá, habló, y después, ya no he sabido nada. Pasaron los meses, y un día el secretario de Estado [Pietro Parolin], que está acá, me dijo 'mañana tendremos la segunda reunión entre los dos grupos'. ¿Cómo? Sí, los dos grupos se hablan, están haciendo... Sucedió solo, no hubo mediación, fue la buena voluntad de los dos países. El mérito es de ellos, que hicieron esto. Nosotros no hicimos casi nada, solo pequeñas cosas. Y a mediados de diciembre fue anunciado. Esta es la historia. En serio, no hay más”. Aun así, Bolivia espera la ayuda del Papa en su viejo conflicto con Chile por la salida al mar; a Colombia también le gustaría tenerlo a su lado en el difícil camino hacia la paz; Venezuela…: “En Venezuela, la conferencia episcopal trabaja para hacer un poco de paz ahí también, pero no hay ninguna mediación. No sé nada más”.
Durante el vuelo también quedó constancia del buen humor de Bergoglio. Dos periodistas españoles se atrevieron a añadir una pregunta en clave de humor después de formularle cuestiones serias, y él se mostró encantado. Una enviada le preguntó qué pensaba de los selfies –durante esta semana también él ha sido víctima de la dichosa moda del autorretrato--, y Bergoglio soltó una gran carcajada: “Me siento un bisabuelo. Es otra cultura. Hoy, al despedirme de un policía, un hombre grande, de unos 40 años, me dijo que si se podía hacer un selfie conmigo, y le he dicho: pero bueno, qué eres, un adolescente…. Es otra cultura. Pero la respeto”. Otro periodista le dijo que su padre tenía algunos años menos que él, pero no su vitalidad. "¿Cuál es su secreto?", le preguntó, a lo que el Papa respondió rápido y riéndose: "¡Lo que usted me quería preguntar es qué droga tomo! Esa era la pregunta". Luego dijo que le hizo bien el mate para la altura, pero quiso dejar meridianamente claro que no probó la coca.
A propósito de su visita a La Paz, Bergoglio quiso quitar al hierro a la polémica que se suscitó después de que Evo Morales le regalase un crucifijo tallado sobre una hoz y un martillo inspirado en el diseño de jesuita español Luis Espinal, un jesuita español torturado y asesinado en La Paz por paramilitares bolivianos en 1980. El Papa dijo que no conocía que Espinal, uno de los exponentes de la Teología de la Liberación, era también escultor y poeta y calificó el objeto como "arte de protesta" que hay que analizar en el contexto de la época. "Para mí", dijo Francisco, "no fue una ofensa. El presidente Evo Morales me la regaló con buena voluntad. La traigo conmigo".
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