La crónica del miedo
Europa y América están unidos por lo mismo, no cabe ni un ápice más de corrupción, pero tampoco hay una solución en ninguno de los dos continentes
La visita de los reyes de España a México ha sido una ocasión única para sentir lo que ha cambiado y visualizar la fotografía actual, al menos en México y en España. Por una parte, el estado de los sistemas políticos en Europa y en América. Y por otro lado, las relaciones entre la vieja potencia colonial y los países latinoamericanos (a veces amigos, a veces enemigos, pero siempre influenciados por esa relación).
Nada más revelador que el juego de los espejos del poder. Con un joven monarca que trata de dar sentido a su reinado y con un presidente que intenta dar contenido, dirección y objetivo a la segunda parte de su mandato. En medio, dos pueblos con un reclamo común: lo que ya no sirve y lo que se necesita para encontrar soluciones. En medio también está la clase empresarial, intelectual y política tratando de escudriñar en el comportamiento de los políticos e identificar qué quieren. Por ejemplo, ¿adónde quiere llevar Albert Rivera, el líder de Ciudadanos, a España? ¿Y Pablo Iglesias, de Podemos? ¿Dónde termina el recorrido bronco de El Bronco en México?
Tal vez por eso Enrique Peña Nieto, el presidente de México —metido en la broncomanía que inunda el país— quiso transmitir, primero a su nación y después al mundo, que ya no es un problema de educar, convencer o disuadir, sino que es un problema de “domar” a sus conciudadanos para poner en práctica su política.
El problema es que las fuerzas que rodean al poder, es decir, los monopolios, las telefónicas, las televisoras, los bancos son los primeros que están en peligro
Y las grandes preguntas son: ¿Cómo, cuándo, de dónde vendrá la solución? No es un problema de edad, ni de diálogo y tampoco sólo de políticas. ¿Por qué? Porque, por ejemplo, México comprobó que, pese al uso del poder de Televisa, El Bronco al final relinchó más fuerte. ¿Ahora a quién se debe el gobernador electo de Nuevo León? Se debe al anhelo de un pueblo que ya no puede seguir esperando a que los políticos entiendan que esto se acabó o a las fuerzas que sostuvieron su campaña.
¿Y eso qué tiene que ver? Tiene que ver porque las preguntas de los empresarios españoles a los mexicanos y de los mexicanos a los españoles iban en el mismo sentido: ¿Cuánto tiempo aguantarán los sistemas sin estallar?
Hubo un momento en que lo preocupante era el miedo que todos, con la clase política a la cabeza, teníamos a los militares. El miedo de ahora es el más peligroso porque es el miedo de la clase dirigente empresarial.
De todas las relaciones entre España y las Américas, la empresarial es la más importante. Y cuando los empresarios comparten la misma inquietud, ansiedad y miedo es que estamos en una crisis general.
Es, en este momento, cuando se necesitan estadistas. Y ya se sabe que son una especie escasa, hay muy pocos en un siglo. Por tanto, el problema es saber cuántos hay y cuántos se sentaban en los banquetes oficiales de esta visita o de cualquier otra.
El problema es que las fuerzas que rodean al poder, es decir, los monopolios, las telefónicas, las televisoras, los bancos son los primeros que están en peligro. Aunque de momento parezca que con su dinero, su poder y su inteligencia, están dominando a quienes les cuestionan y les amenazan.
Si yo tuviera que reseñar la crónica del primer viaje de Estado de Felipe VI a las Américas la titularía La crónica del miedo.
España y México, México y España, Europa y América están unidos por lo mismo, no cabe ni un ápice más de corrupción, pero tampoco hay una solución en ninguno de los dos continentes. La crónica de este viaje es la crónica del miedo, la crónica de que algo está pasando y nadie sabe cómo controlarlo. Mientras tanto, reyes y presidentes escuchan, tratando de caer simpáticos y de llenar el vacío entre la expresión popular y empresarial y lo que ellos representan.
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