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Columna
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El muerto que denunció al reportero

Una interrogación sobre el no hecho y la no noticia que establecen el no valor de la vida de aquellos que un tipo de periodismo se autoriza a deshumanizar

Eliane Brum

 —¿Eres mayor o menor de edad? —le pregunta el reportero de televisión a un chico tendido en la calle, con la cara en el asfalto y las manos esposadas tras la espalda.

 —Menor —le responde el chico.

—¿Qué edad?

—16

—¿Y tú? —le pregunta el reportero a otro chico, en las mismas condiciones.

—16

—¿Dónde vivís?

Ellos responden.

—Dieciséis años los dos. Aquí hay otro más. (La cámara enfoca a otro joven tendido en el asfalto, con la cara en el suelo) Vamos a saber de este de aquí también. (Pone el micrófono cerca de la boca del chico.) ¿Cuántos años tienes?

Silencio

El reportero intenta llamar la atención del joven tocándolo con un dedo.

Silencio

—Este de aquí parece que está herido. Este de aquí, Bareta, (risita) por increíble que parezca fui a entrevistar a un tío que ya estaba muerto (risita). Está aquí, este se murió. Está aquí, se murió aquí ahora. No tenemos aún sus documentos para saber si es menor o mayor.

Esta es la transcripción de un vídeo que fue noticia en los portales brasileños e internacionales a finales de mayo. La noticia era lo que se definió como “ridículo” o “metedura de pata” por parte del reportero del programa Tolerância Zero, de la TV Atalaia, del estado de Sergipe, que está afiliada a la TV Record. Los textos explican, con más o menos detalles, que los tres jóvenes se habían llevado el coche de un cliente de una pequeña estación de lavado de coches, habían atracado una tienda de comestibles, habían chocado con varios coches durante la persecución policial y habían intercambiado tiros con la policía. El escenario era un barrio pobre, de los suburbios, con calles sin pavimentar. La noticia era lo extravagante: el periodista que no se había dado cuenta de que el joven estaba muerto y había intentado entrevistarlo. Y, como esta era la noticia, el vídeo, de más de nueve minutos, con el reportaje completo, se publicó en los portales con versiones con un minuto o menos y que recortaban la escena de la “entrevista con el muerto”.

¿Cómo se produce la alquimia social y política necesaria para que la muerte de algunos se convierta en entretenimiento?

Incluso este recorte podría haber despertado algunas preguntas. La primera: ¿Por qué se ignora la seriedad la muerte de alguien y lo que se identifica como “hecho”, con potencial de convertirse en “noticia”, es tan solo el “ridículo” del reportero? La segunda: ¿Por qué, entre tantas preguntas posibles, inclusive sobre cómo todo sucedió, el reportero elige hacerles tan solo tres preguntas a los chicos inmovilizados en el suelo: “¿Eres mayor o menor de edad?”; “¿Qué edad tienes?”; “¿Dónde vives?”?. El reportero escoge preguntar sobre la edad y sobre el territorio. ¿Por qué?

En estos momentos, el Poder Legislativo brasileño discute la reducción de la edad de responsabilidad penal. El presidente de la Cámara de los Diputados, Eduardo Cunha (PMDB-RJ), ya ha anunciado que pretende llevar la propuesta, de reducir de 18 a 16 años la edad de responsabilidad penal, a votación en el pleno hasta finales de junio. Cunha, que, con el apoyo de la llamada "Bancada BBB" (Bala, Buey y Biblia), ha puesto los proyectos más conservadores en la agenda del Congreso, también ha declarado que va a proponer la realización de un referéndum sobre esa cuestión. En estos momentos, organizaciones nacionales e internacionales vinculadas a los derechos humanos y a los derechos de los niños y los adolescentes, ex ministros de Derechos Humanos e incluso artistas de varias áreas se movilizan para mostrar que la adopción de esta Propuesta de Enmienda Constitucional sería un paso atrás, que no reduciría la criminalidad y que violaría aún más los derechos de los adolescentes. Entonces, la pregunta sobre la edad, por parte del reportero, podría fácilmente suscitar alguna pregunta. Tanto como la del territorio: “¿Dónde vivís?” —podría indicar la necesidad del reportero de exponer a qué estrato de la sociedad pertenecían los sospechosos de atraco.

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¿Qué alquimia política y social hace que la muerte de algunos se convierta en algo “natural”, hasta el punto de que el hecho, y luego la noticia, sea el “ridículo” del periodista?" Que un reportero entreviste a un muerto no es ni un poco banal. Puede provocar varias preguntas, empezando por: ¿Qué hace que un reportero de un programa policial no reconozca a un muerto cuando está delante de uno, tan acostumbrado como está a ver cuerpos sometidos en el suelo y a someterlos con su micrófono? Pero, ¿por qué se borraron esas preguntas y el episodio se convirtió tan solo en algo “curioso” o “bizarro” o “ridículo”? Si ese muerto en el suelo hubiese sido blanco, vestido con ropa cara, en una zona “noble” de Aracaju, ¿aún serían esas mismas las preguntas del reportero? ¿Y esa muerte aún sería un no hecho? Si la respuesta sobre el territorio de origen de los chicos inmovilizados fuese una dirección de clase media, ¿la “metedura de pata” del reportero aún sería la noticia sobre la noticia? Si fuese un joven rico, ¿las imágenes de su cuerpo estirado mientras lo esquivan, lo tocan con la punta de los dedos o saltan sobre él aún se emitirían, se reproducirían y se replicarían sin ningún clamor sobre la falta de respeto al muerto y a aquellos que lo aman?

La noticia sobre la noticia, los ojos sobre los ojos, es el ridículo del reportero. En algunos portales, se publicó en las secciones de “entretenimiento” o “TV” o “diversión”. Podemos concluir, entonces, que hay muertos que se convierten en entretenimiento. Para llegar al vídeo de un minuto o menos fue necesario que alguien viese el vídeo completo, el de más de nueve minutos. Y, a partir de él, eligiese y recortase la parte considerada “noticia”. O el “hecho” que merecía convertirse en “noticia” dentro del reportaje del programa Tolerância Zero.

Ahora es necesario entender qué no era hecho y qué no era noticia para aquellos que tomaron esa decisión. Qué quedó fuera de ese recorte.

¿Por qué, exactamente, el reportero felicita cuatro veces a la policía, mientras hay un joven muerto en el suelo?

Antes de mostrar el reportaje, las escenas, el presentador del programa Tolerância Zero, Otoniel Rodrigues Amado, más conocido como Bareta, “agente de la policía civil, locutor de radio y presentador”, avisa que va a “mostrar la realidad que vive este país hoy”. Y enfatiza el valor de lo que se va a mostrar, al decir que es “exclusivo”. A continuación viene el reportaje completo. En él, el reportero felicita a la policía cuatro veces por el “trabajo rápido”, una antes de entrevistar al muerto y otras tres después. Se da a los tres jóvenes en el suelo como atracadores y se les llama apenas “elementos”, mencionando la “defunción” de uno de ellos. La versión de la policía es la única escuchada.

Tan pronto como se da cuenta de que ha intentado entrevistar a un muerto, el reportero da una risita, aparentemente de vergüenza. Pero sigue adelante y no se preocupa más por el “elemento” que sufrió la “defunción”, ya que este no puede confirmar si era “menor” o “mayor”. Muestra el maletero del coche y afirma que lo que está allí fue robado. Y continúa: “Podemos ver que hay un paquete de cigarrillos aquí dentro, un bolso...”. Se detiene en el agujero de bala en el parabrisas, en el lado del conductor, que alcanzó el coche de policía. El reportero afirma que fue un tiro dado por los atracadores. Hace bastante hincapié en que un agente de policía podría haber muerto: “Para ustedes que están en casa viéndonos, es importante ver el peligro que corre un policía”.

Al comienzo de la pieza, el reportero le pregunta a un policía si los tres estaban armados. El agente dice: “Aparentemente, sí”. Incluso sin estar seguro, el reportero afirma que hubo “intercambio de tiros”. A continuación, menciona que la policía “está buscando el arma”. Poco después, muestra un revólver en manos de un policía: “Mira el tamaño del 38...”. Y sugiere que fue el arma que se utilizó en el atraco. Felicita dos veces más a los policías: "Enhorabuena por el trabajo rápido que hicieron. Se ve que son elementos peligrosos, porque no pararon y le dispararon a la policía. Así que, Bareta, felicita a la policía”. La cámara muestra una vez más al chico muerto. “Está aquí uno de los elementos, que murió aquí en el intercambio de tiros”. Por último, felicita a la policía por cuarta vez: “¡Enhorabuena!”. Y luego pasa al entrevistador: “Jurandir Araújo, directamente desde Japãozinho, para Tolerância Zero”.

Todo eso quedó fuera del recorte hecho por los portales que dieron la noticia del “ridículo” del reportero. No causó espanto. Y, así naturalizado, no fue reconocido como un “hecho” o como una “noticia”. La “metedura de pata” podría haberse utilizado como motivo para señalar los demás agujeros del reportaje, que culminaron en la entrevista con el muerto. En ese caso, habría periodismo crítico acerca de los reportajes ofrecidos por este tipo de programas de televisión y sus implicaciones. Pero se ignoró esa parte. Y... ¿por qué? 

Qué podríamos considerar extraño antes para entender qué llevó al reportero a tratar de entrevistar a un muerto: 1) la versión de la policía acerca de los acontecimientos es la única escuchada; incluso para los sospechosos vivos, a los que se trata, de comienzo a fin, como culpables, las únicas preguntas se refieren a la edad (para establecer si cada uno de ellos era “mayor” o “menor”) y al territorio (lugar donde viven); 2) el reportero no presenta pruebas para afirmar que: los tres eran atracadores, el arma utilizada en el crimen les pertenecía y el disparo que alcanzó el vidrio del coche de policía había salido de esa arma, que estaría en manos de uno de los tres. Incluso así, hace todas esas afirmaciones de forma categórica. Aunque todo se comprobase en el futuro, en el momento del reportaje el periodista no presenta esas pruebas. El episodio había acabado de suceder y la investigación, si ocurrió, estaría apenas comenzando; 3) el reportero prefiere usar la palabra “elemento” para referirse al muerto y a los detenidos, optando así por no usar palabras que los humanicen, como “joven”, “chico”, “hombre”, etc.; 4) no hay ninguna preocupación por investigar las circunstancias de la muerte del joven; pero hay una gran preocupación por mostrar el peligro que la policía corrió. Es decir: el muerto no es importante; aquellos que podrían haber muerto, sí. La letalidad concreta de la policía, ya que él mismo afirma que el chico murió en un tiroteo, no se cuestiona; la letalidad hipotética, sí. Y el hecho se convierte en el no hecho.

Valdría la pena preguntar aún: ¿por qué, exactamente, el reportero le da la enhorabuena a la policía cuatro veces?

No debemos olvidarnos jamás de que este tipo de periodismo se practica en canales de televisión que son concesiones públicas

Algunos —o incluso muchos— pueden argumentar que “este tipo de periodismo es así, no hay de qué espantarse”. Bueno, si realmente es así, hay que recordar que ese mal periodismo se practica en varios programas como este, vistos diariamente por millones de brasileños, que forman su opinión a partir de “reportajes” como este. Así como guían sus vidas por la convicción de que lo que allí se presenta es “la realidad”. No debemos olvidarnos jamás de que este tipo de periodismo se practica en canales de televisión que en Brasil son concesiones públicas.

Pero hay más cosas que quedaron fuera del recorte que repercutió en varios portales dentro y fuera de Brasil.

El reportero, al que el presentador llama “Cavernoso”, sale de escena. La imagen es de nuevo el estudio. “Bareta”, el presentador, se hace cargo. Si el intento del reportero de entrevistar a un muerto le llamó la atención o suscitó conversaciones entre bastidores, no se sabe. En el aire, ignora el episodio. Empieza dándole la enhorabuena al equipo de reportaje “por un flagrante de estos”. Algunas imágenes se repiten. El presentador informa que “el coche tenía tres elementos, dos menores y uno mayor, el mayor falleció”. Comenta las imágenes diciendo que chocaron con varios coches antes de que la policía los detuviese. Luego afirma: “Quiere decir, estaban buscando lo que encontraron. Uno se fue al diablo y los otros dos a chirona, los dos menores. Quien busca encuentra. Está ahí el trabajo de la policía. Quiero felicitar a la policía por una acción peligrosa de esas, una acción peligrosa, en la que podría haber fallecido un agente también.

El presentador termina el bloque con un discurso. En él, incentiva a la gente a presionar a los políticos para que aprueben el proyecto de reducción de la edad de responsabilidad penal de los 18 a los 16 años:

“Estoy a favor de un paredón (ruido de fusilamiento) Pá Pá Pá”, dice el presentador

—Para que vean cómo están les cosas. Hay dos menores de esos ahí detenidos (imagen de los chicos esposados, estirados en el suelo), miren el coche del cliente cómo quedó (imagen del coche), miren los dos ahí (imagen de los chicos), dentro de poco van al CENAM (Centro de Atención al Menor), hacen un motín, huyen y ahí se acabó y está todo bien, y el tío ahí. La historia es esa. Está así, de esa forma. Nadie aguanta más impunidad. Espero que esa ley llegue pronto, que esa ley sea aprobada por el pueblo brasileño. No es por los políticos, no, es por el pueblo. El pueblo quiere que el menor responda. Se acabó. Que responda a los dieciséis años. Para que los metamos en la cárcel, para que, si no van a mejorar, al menos, respondan. Ah, pero se va a encontrar una forma, no sé. Hay mujeres de 16 años que ya dan de mamar, ya han formado una familia, ¿no? Con 16 años puede tener hijos, vota, ¿no? ¿Por qué no puede responder por el crimen que practica? El pueblo brasileño debe exigirles a los políticos que aprueben esta ley y que pongan a esos menores de edad, a partir de los 16 años, en manos de la justicia, para que respondan por la parte que les toca. La historia es esa. ¿No? Acabar con el atrevimiento de esos desgraciados. Enhorabuena a la Policía Militar por el trabajo, por la acción. Podía haber sido un policía allí muerto de un tiro en la cabeza. Ese sufrió la defunción allí (imagen del joven muerto). ¿Quién va a pagar los daños del coche? La familia no tiene ni dinero para eso. La historia es esa. Se queda solo en eso, ¿no, Ligia? (hablando con la productora y directora del programa, que no aparece en cámara). La cosa en este país se queda en eso. Ya han visto la CBF [Confederación Brasileña de Fútbol], el éxito de la CBF, todos detenidos. Tío, yo nunca he visto un país con tanta corrupción como este país tiene. Estoy a favor de un paredón. Y aquella justicia de prrrrrrrrrrrrrrrrrr (hace ruido de fusilamiento). Pá Pá Pá. Cayó todo. Vale la pena gastar las balas. Entierra a los animalitos allí. Hasta luego.

Para los que dieron la noticia sobre la noticia, el discurso del presentador tampoco causó espanto. Entre los diversos extrañamientos que podrían haber surgido está el de que, para defender la reducción de la edad de responsabilidad penal, el presentador afirma que los adolescentes no responden por los crímenes que practican. Pero la realidad es muy diferente, ya que las medidas socio educativas establecidas en el Estatuto del Niño y del Adolescente (ECA, por su sigla en portugués), inclusive con restricción de la libertad, están previstas para adolescentes a partir de los 12 años. Son frecuentes, por cierto, las denuncias de violaciones de los derechos básicos en las instituciones que acogen a adolescentes en conflicto con la ley, muchas de ellas cárceles disfrazadas. Los investigadores de este campo han repetido que lo que falta no es el castigo, sino medidas, también previstas en la ley, que hagan posible que los adolescentes encuentren alternativas de vida fuera de la delincuencia. Ya al comienzo, el presentador dice que los tres “elementos” estaban “buscando lo que encontraron”, “uno se fue al diablo y los otros dos a chirona, los dos menores”. Después, prefiere olvidarse de eso y vender la idea de la “impunidad”.

Para producir la realidad deseada, es necesario desinformar

Para reforzar la defensa de la reducción de la edad de responsabilidad penal, incluso el presentador juzga a los chicos que aparecen en el reportaje y los condena como atracadores. Hace también un ejercicio de futurología, al decir que se amotinarán y quedarán en libertad, con el objetivo de convencer a la población de que el problema de la violencia en Brasil se deber a la “impunidad” de los adolescentes infractores. Incluso afirmando que no sabe si “va a mejorar” o si se “va a encontrar una forma”, defiende la necesidad de mandar a los adolescentes a la cárcel”, sin mencionar la alta tasa de reincidencia observada en el sistema carcelario, marcado por el hacinamiento, que ya supera el medio millón de presos adultos. En nombre de la justicia, el policía y presentador defiende la venganza.

Para producir la realidad deseada es necesario no informar, sino desinformar. Y también ocultar: al dar por sentado un motín y una fuga para los vivos, al lamentar los “daños al coche” en vez de la pérdida humana, que no reconoce como una pérdida, al darle valor a la muerte que no ocurrió, que sería la de un policía, se oculta la violencia mayor. No el presunto atraco, sino el muerto. El hecho es el hombre muerto, pero el periodismo se invoca tanto para ocultar el hecho como para negar la humanidad.

El reportaje emitido antes sirve para legitimar el discurso que el presentador dará a continuación. Así es como todo se cierra, desde la primera pregunta, a los vivos y al muerto, de qué edad tiene cada uno, si es “mayor” o “menor”. El periodismo se pone al servicio de esa alquimia de transmutación: la farsa se convierte en “verdad”. Del público se exige creencia, no crítica. Adhesión, en vez de interrogación. Certeza, en vez de duda. Parálisis, no movimiento. Mucho ruido para que nada cambie. Así es como surge el mito de los “presentadores que dicen DE VERDAD lo que piensan, que tienen el coraje de decirlo TODO”. Se confunde ahí el grito con el contenido, la estupidez con la valentía, sin ninguna indagación sobre sus dueños y señores. En nombre de la justicia gritada, somos testigos de cómo reporteros y presentadores infringen la ley que dicen defender sin que pase nada. La indignación vacía, a la que se ha dejado sin contenido ni consistencia, está programada para que el ganado siga a paso sincronizado hacia el matadero.

Esa desinformación calculada se pone al servicio de la producción de la realidad: una mayoría a favor de la reducción de la edad de responsabilidad penal, por diversas razones, pero también porque se la convence —y le gusta la comodidad de que la convenzan— de que el problema de la violencia en Brasil se debe a los adolescentes delincuentes e impunes. Según la última encuesta del instituto Datafolha, un 87% de la población adulta de Brasil está a favor de la reducción de la edad de responsabilidad penal.

No genera espanto que un presentador, en una TV abierta, concesión del Estado, a la hora de comer, defienda el “paredón”. Y simule un fusilamiento. Eso no se convierte en la noticia sobre la noticia, producida por un periodismo que se considera mejor que lo presentado. Eso no espanta a la sociedad ni a las instituciones. Lo importante es el intento de entrevistar al muerto.

¿Cuál es la historia, tomando prestada una de las jergas del presentador de Tolerância Zero?

Hay un hombre muerto en el lugar del crimen, pero, vaciado de humanidad, nadie parece reconocerlo

El silencio del muerto. A este muerto no lo tratan ni la noticia, ni la noticia sobre la noticia, como a un hombre. Para él no tiene cabida ninguna pregunta humanizante, ni en la noticia ni en la noticia sobre la noticia. El muerto no tiene nombre ni historia. El muerto solo tiene cuerpo. Es el cuerpo la única barrera encontrada por el micrófono puesto en su cara, por el dedo del reportero, que lo toca para llamar su atención.

Su muerte es el no hecho. Aún así, el silencio se convierte en barrera y potencia. El silencio es lo que rompe la secuencia de farsa del guion y denuncia al reportero, aunque la denuncia que hace la codifiquen otros hacedores de noticias apenas como “ridículo” o “metedura de pata”. Pero el silencio persiste. Ante él, hay que esquivar el cuerpo, en lo concreto y en lo simbólico. Esquivarlo para que continúe invisible. Hay un muerto en el lugar del crimen. Pero, vaciado de humanidad, nadie parece reconocerlo.

Es necesario contrastar los hechos cotidianamente, contrastar qué es noticia, en todas las calles de este país. Si este es el “mundo perro”, contado por el “periodismo basura”, ¿en qué lugar están aquellos que apenas se omiten y aumentan la altura de los muros para no contaminarse?

El perro más peligroso es el que se cree un ser humano.

Eliane Brum es escritora, reportera y documentarista. Autora de los libros de no ficción Columna Prestes - el Contrario de la Lenda, La Vida Que Nadie ve, El Ojo de la Calle, La Niña Quebrada, Mis Desacontecimentos y del romance Una Dos. Web: desacontecimentos.con Correo electrónico: elianebrum.coluna@gmail.com Twitter: @brumelianebrum

Traducción: Óscar Curros

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