Turquía afronta los comicios como un plebiscito sobre el poder de Erdogan
Las elecciones son un referéndum para reforzar sus atribuciones durante una década
Recep Tayyip Erdogan es ahora el presidente de Turquía, un cargo más representativo que ejecutivo, pero sigue actuando como líder indiscutible del islamismo. A pesar de que no concurre como candidato en las legislativas del domingo, los turcos afrontan estos comicios como un plebiscito a sus más de 11 años al frente del Gobierno, y como un referéndum para reforzar sus atribuciones durante una nueva década en el poder.
El fracaso nunca podrá ser una opción para el primer ministro Ahmet Davutoglu. Será su fin. El catedrático que inventó la diplomacia neotomana como ministro de Exteriores se enfrenta este domingo al reto de tener que revalidar en las urnas las tres victorias electorales consecutivas de Erdogan, su predecesor en el cargo de jefe del Gobierno turco. Los sondeos le asignan un 40% de los votos, pero su triunfo depende del órdago electoral presentado por el nacionalismo kurdo.
Con la voz rota después de haber recorrido 70 provincias de mitin en mitin en los dos últimos meses, Davutoglu sigue siendo el prototipo del probo funcionario turco de impecable expediente. Excelente actor de reparto, ha pasado la mayor parte de sus 56 años en el fondo de la escena. Asesor de Erdogan para política exterior desde 2003, empezó a cobrar protagonismo en 2009, cuando fue nombrado jefe de la diplomacia turca y pudo poner en marcha la tesis central de su libro Profundidad estratégica: “Cero problemas con los vecinos”.
Erdogan, que acababa de triunfar en las elecciones presidenciales, le catapultó a la cima del poder el pasado verano al colocarle al frente del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) y del propio Gabinete. Cerró el paso así a rivales internos como el anterior presidente turco, Abdulá Gül.
Davutoglu proseguía ayer con sus bolos electorales de actor secundario en Gaziantep (sureste). Mientras tanto, la televisión estatal y las cadenas privadas mantenían el plano fijo en el mitin de Erdogan en Eskisheir, en el centro de Anatolia, donde una masa extasiada escuchaba en silencio al carismático tribuno. La Constitución turca considera al presidente de la República como una figura neutral e independiente de los partidos.
Los analistas políticos turcos intentan explicar la ecuación política de la votación del domingo con tres cifras: 276, 330 y 10. La primera es la barrera de la mayoría absoluta en un Parlamento de 550 escaños. Si Davutoglu queda por debajo de este umbral habrá marcado el peor resultado del AKP en unas legislativas, pero podrá seguir gobernando.
Reformar la Constitución
Parece poco viable que pueda formarse una coalición alternativa entre la extrema derecha turca, los socialdemócratas laicos y los nacionalistas kurdos. Los sondeos no excluyen que los islamistas pierdan la mayoría absoluta, el domingo, aunque lo consideran poco probable.
La segunda cifra clave es 330 diputados, una mayoría cualificada de las tres quintas partes de la Cámara que permitiría al AKP reformar la Constitución en solitario y someterla a referéndum para implantar un modelo presidencialista que otorgue plenos poderes ejecutivos a Erdogan, frente a sus actuales atribuciones de representación y moderación.
Y queda el 10%, los dos dígitos que establecen el porcentaje de votos nacionales mínimo para poder tener acceso a la Asamblea. Si no se supera, no se obtiene ningún escaño. Se trata de un elevado listón implantado tras el golpe de Estado militar de 1980 precisamente para restringir la presencia de los nacionalistas kurdos en la Asamblea. Si el Partido de la Democracia de los Pueblos (HDP) salta la barrera del 10% logrará unos 60 diputados, más del doble de los que tenía en la Cámara saliente, y dejará al AKP al borde de la mayoría simple. Si pierde el envite, esos 60 diputados irán a parar en su mayoría al partido islamista, que disputa tradicionalmente al HDP la hegemonía en las provincias kurdas del sureste.
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