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Grecia se topa con la santa

La peregrinación a un hospital público de unas reliquias religiosas crea tensión en el Gobierno y desata protestas

María Antonia Sánchez-Vallejo
Ortodoxos griegos portan las reliquias de santa Bárbara el 15 de mayo en Atenas.
Ortodoxos griegos portan las reliquias de santa Bárbara el 15 de mayo en Atenas. GIANNIS KOTSIARIS (AFP)

Lissa Kukka, albanesa residente en Grecia desde hace 25 años, se ha encomendado a Santa Bárbara para superar el tumor cerebral que la carcome desde hace 13 años y que la ha dejado sin el globo ocular derecho. Aunque es musulmana, no pudo sustraerse al fervor suscitado por la visita de las reliquias de la santa a la capilla del hospital oncológico público de San Savvas, en Atenas, donde está ingresada. En pijama, chanclas y un chaquetón, la mujer, de 70 años, confesaba ayer en el patio del sanatorio que afronta su enésima operación “con la ayuda de Alá y de la santa que vino a visitarnos”.

La suya es de las pocas opiniones positivas al paso de los restos de la santa griega, porque para muchos la romería del traslado de sus restos a Atenas, el pasado día 15, fue un circo o, cuando menos, una inconveniencia por enviar mensajes equívocos que solapan el papel de la ciencia con el de la creencia.

La peregrinación salpicó al Gobierno, al anunciar su presencia en la ceremonia el ministro de Salud, Panayotis Kurublís. Miembros del ala izquierda del Gabinete calificaron el traslado de “acto de populismo”, y Kurublís, uno de los pocos que juró su cargo sobre el Evangelio, pretextó un viaje para no acudir a San Savvas, donde hay ingresados unos 400 enfermos. En su programa electoral, Syriza proponía la separación de Iglesia y Estado, un asunto aún tabú para muchos en Grecia.

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Petros Azanasiadis, especialista en radioterapia y secretario del sindicato del hospital, organizó con otros colegas una protesta de batas blancas a la llegada de los restos. “Se organizó tal follón que la actividad cotidiana quedó interrumpida. Era la hora de las sesiones de quimioterapia, y la muchedumbre impedía el paso a los enfermos ambulatorios. Además, enviar esta señal de oscurantismo a este tipo de pacientes, muchos de ellos en una fase avanzada, es contraproducente, no se puede engañar así a la gente”.

Azanasiadis recuerda que durante varias horas colapsaron el patio del hospital vecinos del barrio, curiosos y muchas cámaras de televisión, deseosas de captar algún prodigio, “mientras nadie reparaba sin embargo en el estado de ruina del centro, con galopante falta de personal, material y fármacos, y donde resulta ya muy difícil, por los recortes, prescribir terapias combinadas a la medida de cada paciente”. Azanasiadis fue el último contratado en San Savvas, en 2010, y en estos cinco años, asegura, ha visto deteriorarse la atención y las instalaciones del sanatorio, que para la albanesa ‘conversa’ “funciona bien gracias al pundonor de los médicos y los sanitarios”.

Tras su paso por el hospital, las reliquias de la santa, ajenas a la polémica, reciben a diario la visita de centenares de fieles en el santuario que lleva su nombre, a las afueras de Atenas, y volverán a Venecia, donde se custodian, el lunes. En un acorazado cofre de metal del que asoma una máscara de tipo veneciano, las reliquias de esta santa griega, hacedora de milagros y muy viajera –sus restos han rodado desde el año 1000 por Venecia, Valencia y Kiev-, concitan tanto fervor que el pope tuvo que contratar seguridad privada para evitar el alboroto de los primeros días. A media tarde de ayer, un centenar de personas, muchas de ellos gitanos –abundan en Egáleo, el municipio donde está el santuario-, aguardaban pacientemente las colas, bien pautadas por guardas de seguridad, para besar levemente la caja y postrarse ante ella apenas un segundo, en un templo inundado por el sol –un milagro tras dos días de lluvias torrenciales. Tal vez, el postrer milagro de Santa Bárbara.

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